(64 páginas. 11€. Año de edición: 2017) |
No defrauda nunca Paco Roca. Claro que historias pequeñas contadas con esa manera contenida y reposada, como pasara con La casa, libro de parecidas intenciones, parece que se ajustan a la perfección a ese dibujo tan Paco Roca, un estilo cercano a la realidad, pero al mismo tiempo con un subjetivo punto de vista que hace sus cómics tan reconocibles.
Francisco, un joven carabinero republicano de diecisiete años, intenta cruzar la frontera francesa para ponerse a salvo. En su huida, llega hasta un viejo faro perdido en un solitario espigón. Telmo, el anciano forero, le dará cobijo.
Si no tuviera viñetas, tildaríamos de este libro más bien como un cuento. Un desarrollo argumental más bien leve, pues ni la Guerra Civil (más presente y protagonista en Los surcos del azar) es el eje central. Habría que acudir al elemento metafórico para entenderlo mejor: cómo los sueños son o deberían ser la base de las existencias. Los sueños por encima de las creencias o las ideologías, como en el caso de Francisco, republicano convencido, que gracias a las historias de Telmo acaba encontrando su lugar en el mundo.
Ese lugar es la mar, la otra protagonista de este cuentecito con aroma a clásico. Un mar que es la compañía permanente de ese faro cuya lámpara ha dejado de funcionar hace tiempo. El inevitable paso del tiempo, la sustitución de entidades que han ejercido una función primordial a lo largo de los años, pero que dejan de funcionar o se sustituyen por otras innovaciones tecnológicas.
Sueños que devuelven la ilusión por vivir, esperanzas frustradas, un faro perdido en un punto indeterminado de la península ibérica (aunque imaginamos que estará situado como mínimo en la costa catalana, porque Francisco intentaba llegar a Francia, es de suponer que por los Pirineos, la única referencia es la del principio, cuando el protagonista declara que viene de Puigcerdà), el romántico y estéril empeño por permanecer en un lugar en el que ya no hay cabida...
Y literatura, cómo no. Literatura marinera, con referencias a Moby Dick (la cita que abre el ejemplar es de esta obra) y otras que declara el mismo autor en La eterna reescritura, una especie de epílogo que añade el interés de conocer tanto el proceso de creación, como el de la reedición.
La sencillez podría considerarse el punto de partida en cuanto al estilo de las viñetas. No hay coloreado y predomina un tono azul claro (salvo en las pesadillas de Francisco cuando cae inconsciente tras la persecución que sufre al principio), muy vistoso en las escenas de noche, en especial las de la huida del final, a bordo de ese barco diseñado por Telmo para llegar a la fabulosa isla Laputa.
No hay que buscar un gran desarrollo de los personajes ni pensar en buenos y malos más allá de lo que se propone el autor, esbozar y enfatizar la guía espiritual (y literario) de un hombre apegado a un faro ya inutilizado pero que nunca pierde el buen humor ni la esperanza, estado de ánimo que le inculca a un pesimista y fatalista Francisco, que acabará uniendo su destino a eso que tanto ama Telmo: el mar.
Para acabar con ese tono de fábula, qué mejor que acabar con el cuento de Borges, Historia de los dos que soñaron. Bueno, y con los bocetos y las explicaciones de Paco Roca a la hora de escribir y retocar esta intimista y ensoñadora historia.
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