Providence 1. El miedo que acecha. Alan Moore

(176 páginas. 18,95€. Año de edición: 2019)
Del autor de obras como V de Vendetta o Watchmen, se puede o se debe esperar cualquier cosa (se entiende que buena). Si a ese nombre le añadimos la referencia a H. P. Lovecraft (a quien, he de confesar, nunca he leído, aunque más adelante explicaré por qué), nombre y referencia por antonomasia de la literatura de terror (no voy a darle más emoción: esa es la explicación al paréntesis anterior: no soy muy fan de ese género...), había que darle una oportunidad.

Estamos ante cuatro números de una obra más amplia (si lo llego a saber...), de ahí que este ejemplar en realidad sea la introducción, por así decirlo. El ritmo es bastante lento y la forma de elocución predominante es la descriptiva. Se nos están poniendo las bases del desarrollo posterior. Desarrollo que no se produce en este libro.

Aparte de que pasar miedo no es algo que deliberadamente me provoque entusiasmo, me parece que los parámetros de este género están demasiado definidos, por no decir que marcados. Sota, caballo y rey. Un poco al estilo de otro subgénero otro tanto ortopédico como la novela romántica. Al menos es así en la literatura de terror con componente monstruoso o fantástico.

Lo dice el personaje principal y narrador por momentos (todos los episodios terminan con sus largas anotaciones en el diario, algunas veces acompañada de textos que va recogiendo a lo largo de la investigación), Robert Black, que abandona su puesto de periodista en el Herald para escribir su primera novela, ya que está interesado en este género: los personajes, pese a que empiezan a encontrarse con elementos paranormales, atribuyen a estos hechos cualquier explicación racional, pesadillas o alucinaciones, hasta que ya es demasiado tarde para huir y necesitan llegar hasta el final, por más que eso provoque su propia muerte.

Ya está establecida la estructura principal, pues. Y no sé si por el formato de cómic o porque el autor está más interesado en las referencias lovecraftianas, pero encima Robert no suscita demasiado interés. Más bien hasta un poco de rechazo, quizá por haberle dado la espalda a su amante, Lillian Russell, que poco después se suicidará. Presuponemos que Lily es un travesti, porque las inclinaciones sexuales de Robert no son estándar, como demuestra un par de veces más, una de ellas con el cultivado detective Tom Malone

Robert se interesa, quizá de manera demasiado poco elaborada (el periódico debe completar a última hora un hueco por un artículo que se ha caído), por un libro árabe esotérico, el Kitab Al-Hikmah Al-Najmiyva, al cual le pone en relación el Doctor Álvarez (que figura en la portada del volumen), porque la investigación inicial iba en otra línea (el Sous Le Monde, un libro que se decía que volvía locos a quienes lo leían). Este personaje casi resulta más interesante cuando se habla de él posteriormente porque pese a las referencias al frío y a su dibujo pálido, no te enteras del todo bien que puede ser un resucitado.

Como digo, este ejemplar no pasa de la introducción y lo vuelvo a repetir porque en estas páginas el supuesto terror apenas se esboza. También te avisan de que es solo para adultos y que hay excesivo sexo, pero aquí apenas te encuentras con el pene de Robert en un par de ocasiones. Aunque es cierto que lo mejor de este libro es lo que se sobreentiende, lo elidido pero presente, ese lado oculto que apenas se vislumbra de momento.

Me gustan también los flashbacks intercalados en la narración, con un entintado color sepia, en los que nos definen a Robert o, más adelante, nos ponen en situación contándonos alguna escena sucedida recientemente. Además, en el primer capítulo (El signo amarillo) hay unas cuantas viñetas con un personaje que no es Robert y que, si no me equivoco, no conoceremos en todo el volumen y que espera en una especie de mausoleo.

En el segundo episodio Robert visita Red Hook, un barrio de Nueva York, acompañado por el citado Tom (muy mencionado posteriormente, aunque no vuelve a aparecer), para entrevistarse con el Sr. Robert Suydam, una especie de predicador de filosofía ocultista en cuyo sótano el protagonista tendrá su primer encuentro (y de momento el único) con lo sobrenatural, siendo perseguido por un ente aterrador con forma femenina. Claro que enseguida achacarán el suceso a una intoxicación por el escape de gas.

Todos los entrevistados por Robert, alguno incluso perteneciente a la orden de la Stella Sapiente, acceden de buena gana a darle información sobre el libro, por más que sean más acogedores o más adustos, quizá porque en el círculo ocultista se conoce a Black como el Heraldo. 

En el capítulo 3 (titulado igual que el volumen), Tobit Boggs, un marinero ahora residente en Salem, será el siguiente. En esta famosa ciudad por la caza de brujas, llama la atención la fisonomía de casi todos los personajes, que recuerdan más a peces que a hombres. Además, se menciona la entrada en vigor de la ley seca (no he mencionado que estamos en 1919) y aparece dibujada en el suelo una cruz gamada con una clara referencia a la segregación de razas y quién sabe si una anticipación a alguna conexión con el futuro (en un sueño de Robert en el que aparecen Tom y el hombre de negro del capítulo inicial se menciona que el escape de gas "procede del futuro" y que es el tren del holocausto).

De Boggts pasamos a Athol (capítulo 4, Monos blancos) para hablar con Garland Wheatley en una granja apartada, el cual le explica por qué le excluyeron de la orden (los de sangre azul como el viejo Wade, puede que tenga relación con el misterioso hombre de negro) en 1912 y le habla de la profecía del Redentor, además de presentarle a su hija Letty y a su nieto (creo) Willard

La primera parece un poco trastornada (quizá porque da a entender que su propio padre fue quien estuvo involucrado en la concepción, por decirlo suavemente) y el segundo, de 6 años, es otro ser con rasgos casi monstruosos con una inteligencia muy desarrollada (está jugando con teseractos geométricos). Los sucesos del corral y la foto de Willard abrazando al aire dan a entender la presencia de un ser invisible.

Y ya está. Habría que mencionar el destacable dibujo de Burrows y es de suponer que la historia en su conjunto acabará encajando esas piezas que aquí parecen sueltas y sin demasiado sentido. Y es de suponer que ese esquema rígido de la literatura de terror tenga un punto de vista diferente, algo en lo que se especializa Moore.

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