(8 episodios: 09/04/18 - 27/05/18) |
Contiene spoilers
Lo que en un principio me pareció una extraña y divertida mezcla entre serie de crímenes y humor negro tirando a británico (no sé si hay diferencia entre esos dos términos), con una excelente distribución entre ritmo y caracterización de dos personajes femeninos diferentes (por no decir que raras, cada una en lo suyo), para mi gusto no termina de seguir la misma pauta en los capítulos finales, desde el paso por Rusia.
Puede ser porque no me gustó el giro de que Carolyn Martens (Fiona Shaw), la jefa de Eve Polastri (Sandra Oh, Anatomía de Grey, a quien le come la tostada su compañera de reparto) cuando la recluta para el MI6 (una versión tirando a cutre, en la que no hay ni presupuesto para una oficina que no huela mal), se reúna con la propia Villanelle (Jodie Comer: lo mejor de la serie con diferencia), una asesina perfecta al ser una psicópata sin sentimiento de culpa. Es el suyo el personaje que da más juego, con o sin Eve.
O porque se rompe esa dinámica tan buena de presentarnos distintas ciudades europeas (imágenes muy buenas y no las típicas para turistas) o porque simplemente se lleva al extremo esa fina línea en la que no hay nada que contar. Porque realmente la trama es muy simple: Eve es la única que es capaz de rastrear incluso que los misteriosos y alejados en distintos países asesinatos tiene por detrás una misma mano, mano además femenina.
Por más que luego nos vendan la moto de una organización poderosa llamada Los Doce, realmente la serie es Eve persiguiendo a Villanelle o al revés, porque hay un momento en que las tornas se dan la vuelta, aunque no como pareciera, en plan "la asesina va a cargarse a su investigador", sino que la excéntrica asesina se obsesiona con el pelo de la Polastri (le roba la maleta y luego se la devuelve con ropa de marca, por poner un ejemplo) y, en general, con toda ella.
Lo que rodea a esta sencilla idea se completa con una serie de secundarios que le dan un buen tono general, salvo quizá el marido de Eve, Niko Polastri (Owen McDonell), un polaco con demasiada parsimonia; la amiga, Elena (Kirby Howell-Baptiste, Simone de The Good Place, la cual se merece más minutos en pantalla); el ex jefe y luego compañero, Bill Pargrave (David Haig, aunque por desgracia no dura mucho); y Konstantin (Kim Bodnia, el nexo con Villanelle, quien le da los encargos homicidas). Max, el hijo de Carolyn, el informático con el que cualquier serie de investigadores ha de contar, tampoco me dice demasiado.
Hay varios momentos hilarantes, otros más desconcertantes (por ejemplo el inicio en la heladería, con el que conocemos quién es Villanelle, de hecho da mucho juego su interacción con niños) y quizá lo peor es ese final en el que sí pero no, y que solo puede entenderse como estrategia por parte de Eve para no ser asesinada por Villanelle, y por eso la miente y le dice que no para de pensar en ella para luego clavarle un cuchillo (?).
Vaya, de los finales de temporada que menos me ha gustado, algo que se ha juntado con toda la trama rusa que me ha interesado más bien poco salvo por el hecho de ver morir a Nadia y no por ella, sino porque es Olivia Ross, la petarda Juana de Knigtfall. Una serie un poco sobrevalorada.
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