(History. 10 capítulos: 06/1217 - 07/02/18) |
... Y el chasco del año es para... ¡Knightfall! El que a priori partía como estreno más interesante del curso, con los templarios y el Santo Grial de por medio, ha resultado ser acreedor a ser la antirrecomendación televisiva.
No es simplemente el poco rigor histórico el demostrado por el canal History (un alivio, por otra parte: hasta hacer la reseña pensaba que era una serie de HBO, canal por el que la hemos visto), con la inclusión de un sorprendente (y sangrante) reino de Cataluña en una de las tramas colaterales, sino además ideas anacrónicas para la época medieval (al parecer estamos en el siglo XIV), con monjes templarios dudando de la existencia de Dios como si hubieran leído ensayos de Nietzsche.
Es que además han dilapidado un buen material para hacer un mejunje de personajes caracterizados a base de torpes brochazos, tramas totalmente predecibles y acartonadas y un sentido del ritmo asombrosamente perezoso, pues hasta el capítulo 7 no tienes la impresión de que suceda nada, o nada que no sea interesante. La sensación casi constante es la de dejar de ver una serie que no engancha.
Contiene spoilers
Partimos de la caída de la ciudad de Accra (Acre, en Israel) y de la pérdida del Santo Grial, cuya custodia es la principal misión de los caballeros de esta orden religiosa que en ningún momento queda bien explicada o que no nos acerca, más allá de su vistoso manto blanco y su cruz encorada roja, a sus funcionamientos reales, así como una explicación fundamentada de su caída en desgracia. Apenas se los ve repartiendo pan en algún momento o hablando de forma superficial del estado de sus finanzas.
Pasan quince años y los maestres del Temple parecen haberse resignado a no volver a Tierra Santa en otra Cruzada. Están afincados en París y todo más o menos transcurre con normalidad, hasta que aparece una naranja y el Maestre Principal, Godfrey (mejor eso que Godofredo), es asesinado aparentemente por salteadores de caminos. Otra víctima colateral será la prometida de Parsifal (Bobby Schofield), un simple campesino que entonces se unirá a la Orden.
Resulta que Godfrey había recuperado el Santo Grial (no se explica en ningún momento, que yo sepa, cómo pasa del fondo del mar matarile, si todo era plan suyo no se entiende la imagen de la sencilla copa sumergida) y estaba ayudado por una hermandad (de la Luz, creo que era) para proteger el Grial, cuyo poder va más allá de ser un objeto de Cristo, pues como mínimo puede curar y resucitar.
Al morir Godfrey, nombran a Landry (Tom Cullen) como su sucesor. Este hombre devoto y huérfano que fue rescatado por alguien que él consideré como un padre, tendrá que lidiar con sus dudas (la pérdida de Acre supuso un duro golpe en su fe) y con sus asuntos extraoficiales. No hay ninguna duda de que la pelirroja mujer con la que se acuesta al principio es ni más ni menos que la esposa del rey francés, Juana (insulsa Olivia Ross). Qué mejor que romper el voto de castidad a lo grande, ¿no?
Landry vendría a ocupar el 75% del peso de la serie y si bien no es de lo peor, tampoco da para tanto. Su registro interpretativo se podría resumir en la misma cara para cuando está luchando con la espada en ristre como para cuando se entera de que el Papa está detrás de la muerte de su "papi" falso. Aunque claro, visto todo lo que hay alrededor, hasta podría llevarse un Emmy.
No ayuda al resto del reparto la escasez de medios y la horizontalidad de los caracteres. Nadie se libra de un trazo simplista y plano. O bien tenemos malos pérfidos, como el consejero del rey, William de Nogaret (Julian Ovenden), que hace y deshace en la corte a su antojo ayudado de sus intrigas y de sus pasadizos secretos para espiar a la corte, o bien tenemos ingenuos atontados, como el propio Parsifal.
Dentro de los otros templarios, podemos hablar de dos protagonistas más: Gawain (Pádraic Delaney), que no tiene que ver con Sir Gawain el de la Tabla Redonda, sino que es un hombre cojo a raíz de salvar la vida a Landry en el asedio de Acre, acción de la que se arrepentirá siempre, dada su tendencia a ser un plañidero. Su punto culminante es cuando, rezando, se autoconvence de que Dios le ha puesto como prueba el sufrimiento en la pierna, y tiene que hacerse con el Grial para curarse.
Tancredo (Simon Merrells, de lo poco aceptable entre el reparto, además de que su nombre es pegadizo), mano derecha de Landry que pasará a ser repudiado por el asesinato de un musulmán cuando se le estaba curando en el Temple. Eso sí, en los últimos episodios, después de pasarse a la Hermandad de la Luz y de ayudar a los Templarios, se le volverá a restituir, así de sencillo. Nos falta hablar del sarraceno convertido Draper (Nasser Memoriza), algo así como el curandero del Temple. No pinta ni copas su personaje, pero es simpático el hombre y cura tajos que da gusto.
El Papa Bonifacio VIII (Jim Carter, Downton Abbey) es como el impulsor de la búsqueda del Grial, pero tampoco se nos desarrolla en exceso y no se amplía en la diferencia entre los Papas de entonces y los de ahora. Eso sí, pasa de ser el Sumo y Sabio Pontífice, alguien de buen corazón, a ser el Malo de la Película cuando no niega haberse quitado de en medio a Godofredo.
Con todo, olvidándonos de escenas de sangre explícitas que no asustan de lo mala que son o de personajes como la hebrea Adelina (Sarah-Sofie Boussnina) que aparecen y desaparecen sin estar imbricadas en el hilo principal, lo más abominable de Knightfall viene en la corte francesa. Nada se dice de que la Corona francesa estaba endeudada con el Temple, y parece que su caída en desgracia se centra única y exclusivamente en que su líder (y amigo personal) se triscaba a la señora reina. Felipe IV (Ed Stoppard, el clon de lord Farquard de Shrek) es el cornudo número uno del reino, y el despropósito es cuando Juana se entera de que está embarazada y se tira un capítulo para acostarse con su marido con el fin de no concitar sospechas.
Peor aún es el personaje de la hija de Felipe y Juana, Isabella (Sabrina Barlett), que pasa de querer casarse con el heredero al trono de Cataluña a colaborar en las intrigas de Nogaret aprovechando que este la desea. Si ya haberse triscado a su prometido resultaba un error impropio de la época (¿nadie vigilando por su honor?), sus fluctuaciones y movimientos la apuntan como el personaje con más despropósitos de todos, que ya es decir. No sé si Barlett es así de mala o tampoco ha podido hacer nada con un engendro de personaje. Por algo el más destacado de los actores es Rashid (Akin Gazi). Al menos aparece embozado casi siempre...
En fin. Para señalar algún elemento positivo, es cierto que a partir del capítulo 7 se anima algo la cosa. Eso sí, hay que hacer oídos sordos a la trama que lleva a Juana a Navarra a defenderse de su prima catalana (por momentos la serie parece un melodrama a lo Reign), a quien apuñará en una escena bochornosa en la que la idiota de la prima baja la guardia teniendo a su rival a merced. Otra cosa positiva es el inglés de Enrique Arce, que aparece como embajador catalán y que mejora al Arturito de La casa de papel.
Para finalizar, el elemento más positivo de todos, y es que gracias a esta serie de intrigas palaciegas y acción belicosa podemos poner en un mejor lugar todavía a Game of Thrones. No ya por lo descabellado que resulta esa comparación de William de Nogaret con Meñique ni por la escena en la que le van a colgar y de repente y milagrosamente le salvan (igualito que pasa con Ned Stark), sino porque no es tan fácil una recreación medieval con tantos personajes y que tenga tanto nivel. Knightfall, de hecho, nos enseña lo fácil que es pasar a ser algo irrisorio y ridículo.
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