(19/05/2019) |
... Y se acabó. La maravillosa aventura que inició en 2011 ha llegado a su fin. Antes de analizar el episodio o la temporada, hay que darle gracias a una serie que ha emprendido un camino nunca visto en la televisión. Un planteamiento basado en una saga de libros, Canción de Hielo y Fuego, que no sé cuántos miles de páginas tendrá, con un componente plagado de magia, que requería de un presupuesto inimaginable anteriormente. Muchas películas quisieran llegar al nivel de producción, de medios y de efectos que Game of Thrones. Y de resultados, por qué no.
Hay que darle gracias también por esa nómina de personajes que nos ha dado, con lo que habría que agradecer un casting casi perfecto, en el que cuesta imaginar a los personajes con otros rostros distintos a los de sus estupendos intérpretes en la serie. Quedará para la historia un montón de aspectos, frases y momentos: por mencionar algunos a bote pronto, se me ocurre Westeros/Poniente, la Guardia de la Noche, el Muro, Winterfell, Kingslanding, la Guardia Dorada, los siete reinos, el trono de hierro, dracarys, la boda roja, valar morghulis, Hodor, not today, fuego valyrio...
Lo comparo en cierto modo con Lost, que abrió otro camino inexplorado al fomentar las teorías por internet. El episodio duraba más que lo que se veía en la tele, y llevaba el fanatismo a cotas antes insospechadas a productos que no fueran cinematográficos. Por desgracia, ambas series van a quedar unidas también por otra nota común: unos cierres que no están a la altura del resto del producto. A partir de aquí, ojo, la entrada...
... Contiene spoilers
Al final que Bran figurase como principal candidato en la casa de apuestas había sido un spoiler en toda regla salido de alguna filtración. Por suerte había leído ya otra de las habituales filtraciones y sabía que ese iba a ser el final de verdad, y máxime cuando vi a Tyrion encontrar la mano dorada de Jaime. La pesadilla de un final sin más propósito que proporcionarnos un sorprendente e inesperado rey se iba a producir.
Qué pena. Qué pena de temporada final, rematada con unos dos últimos episodios infames a modo de remate. Da más rabia cuando conoces que a los ya desde ahora y para siempre infames Benioff y Weiss, HBO les ofreció terminar la serie con unas temporadas 8, 9 y 10 de 10 episodios cada una. Las ganas de ponerle fin y pasar a otros proyectos, imagino, apuntillaron un final que no merecía Game of Thrones. Qué pena que no hubiera humildad para traspasar el proyecto a otras personas con más ilusión para dejar la serie en una posición que se merecía, mucho más arriba de lo que ha quedado.
Al margen de los gruesos titulares que deja el final de la serie, con un Bran de rey de Seis de los Siete Reinos, lo que importa es lo mal que lo han explicado todo. Como bien me ha indicado Irene, posiblemente haya que remontarse a la muerte de Meñique como el inicio de esta decadencia, cuando vimos superficialmente lo que pasaba aunque imaginábamos las conspiraciones detrás. Los espectadores no sospechábamos el atentado que iban a perpetrar los infames guionistas y seguíamos negando lo evidente: la falta de verosimilitud (en comparación con el universo planteado), el adelgazamiento del rigor, los agujeros cada vez más groseros en las tramas, la pérdida de calidad literaria de unos guiones que al principio eran putos decálogos para quien quisiera aprender a hacer hablar a sus personajes.
Sin embargo, no quisimos ver. Buscamos mil excusas (la serie necesita el vértigo asumido, eso no termina de cuadrar pero ya queda poco, han viajado rápido esta vez pero se trata de una elipsis necesaria, ya lo explicarán, ya cerrarán eso...) cuando la realidad era la que era: sin el material proporcionado por George R. R. Martin, la levedad, la indefinición y el empobrecimiento eran inevitables:
Si ahora veíamos a Varys escribiendo cartas desde el amanecer hasta la noche, creíamos que daría frutos como antaño los dio cuando veíamos a Tywin Lannister con pluma en ristre y varios capítulos después descubrías que había forjado una unión con los Frey para masacrar a los Stark y otra con los Tyrell para darle la vuelta al asedio de Stannis Baratheon. Pero ahora estábamos ante otra escena de relleno más, otro callejón sin salida, como la conversación a espaldas de los focos entre Tyrion y Bran, de la que pensábamos que saldría alguna estrategia de guerra o similar.
A ver ahora cómo intentan salvar el papelón de Daenerys en el episodio anterior los que aún defendían que era una lógica evolución de su linaje y de su carácter. Como bien ha explicado Mikhoffe Time en sus vídeos, la mera sugerencia o insinuación de algún aspecto no justifica su posterior desarrollo si ese desarrollo no ha sido bien explicado. Y llevamos mucho tiempo (como mínimo desde esta temporada siendo generosos) sin que nos expliquen nada bien.
Es imposible que la Daenerys de las seis primeras temporadas, e incluso la Daenerys que va a Winterfell a luchar contra los Muertos, hubiese abrasado a miles de niños, por más que ahora nos muestren un significado muy distinto de la rueda al que creímos entender y que enamoró en su momento al mismísimo Tyrion (que explica esa cara de preocupación al final de la temporada 7, aunque ahora no importe en absoluto). Y por más que ahora Daenerys sea una genocida que justifica la masacre amparándose en un mundo mucho mejor, aunque solo queden sus fieles. No hay espacio para los que no piensan igual que ella.
Dany no se ve como una tirana, pese a haber matado a más personas que Cersei, Tywin o su propio padre juntos. Ideas interesantes y que incluso podrían ser uno de los leit motiv de la serie (el peligroso alejamiento de los poderosos de la realidad) si hubieran sido desarrolladas con más pausa. En cambio, aquí los ojos de loca son una imposición de guion mal explicados, por mucho que en las novelas seguramente vaya a pasar lo mismo (porque pasará y su reacción será acorde a las acciones previas, no como hemos visto aquí). Nos despedimos de uno de los mejores personajes de una manera sibilina e inmerecida.
Algo por el estilo pasa con Jon. Por más que un arrestado Tyrion apele a la seguridad de sus hermanas para incitarle a la rebelión contra su reina, el desencadenante de su apuñalamiento vuelve a ser débil, casi injustificado si nos atenemos al código de honor del heredero moral de Ned Stark. Por no hablar de la manera tan lastimosa de derrochar una de las anagnórisis más alucinantes de la literatura de ficción, ese Aegon Targaryen que resultaba provenir ni más ni menos que de Lyanna y de Rhaegar.
Incluso aceptando el final de Jon como bueno para él como Guardián de la Noche (¿custodiando un muro derruido?) al estar en su amado Norte junto con Tormund y Ghost (ni siquiera resultó reconfortante el reencuentro entre ambos, esta vez sí que con palmadita en el lomo a ese huargo de una sola oreja), alejado de las responsabilidades asociadas a su apellido, la precipitación a la hora de llevarnos hasta ahí, en ese gilipollesco paso más allá del Muro, atravesando el bosque (¿eso es una digna última imagen?), nos hace indigerible ese sino, por más que no haya muerto y eso debiera reconfortarnos.
Pero rebobinemos: Dany arenga a los dothrakis (¿qué será de ellos, alguien los adoptará?) y a los Inmaculados por su victoria y avisa que otras victorias más están por llegar allí donde no se les reciba bien (discurso que Jon y a duras penas Tyrion podrían haber entendido al no haberse producido en la lengua común). Contempla el trono de hierro en lo que parece la continuación de una de sus visiones en la Casa de los Eternos, pero esta vez sí que llega a tocarlo.
Aparece Jon y conversan sobre lo que ha pasado y tiene que pasar. Jon le sigue la corriente a la que llama su reina y la apuñala. La que fue heroína y luego asesina en masa perece casi sin enterarse de lo sucedido (tres traiciones sufrirás, una de ellas por amor, le profetizaron; aunque también la bruja Mirri Maz Duur había vaticinado lo del sol poniéndose por el este y saliendo por el oeste y eso dejó de importar en el momento que brota sangre de su boca).
Bueno. Podemos pasarlo, puede dar paso a un monarca menos fanático y bla bla, sobre todo porque acontece el único momento que me gusta del episodio: Drogon aparece, ve a su madre yaciendo en el suelo, mira a Jon, y cuando parece que lo va a achicharrar (Jon acepta su horroso asesinato a sangre fría y a traición), se gira contra el trono de hierro y lo funde con su enojadísima llamarada, como diciendo que por culpa de ese símbolo de poder ha perdido a sus dos hermanos y a su madre. Y se lleva a su madre y sale volando. No tendremos ni una escena a modo de coda viéndole volar libremente y sin el yugo de la sinrazón humana.
Pero si hasta entonces lo que habíamos visto era hasta pasable (al menos el dragón no muere, coño), llega una elipsis de dos semanas para que a Tyrion y a Jon les crezca sus respectivas barbas. Gusano Gris, en vez de montar la de Dios es Cristo, ha apresado a Jon y ha convocado una especie de asamblea con los principales representantes de las Casas de Westeros/Poniente: nos reencontramos con el risible Edmure, con el pusilánime Robin Arryn -este ni llega a hablar-, con Yara Greyjoy, con Yohn Royce -no sé en nombre de qué casa-, con el nuevo heredero de Dorne, con alguno que no reconozco ni me importa y con alguno más que está allí más por formar parte del elenco de actores importante que por otra cosa (Davos, Brienne, incluso Sam).
Al margen de que todas las escenas que restan adolecen de una falta de rigor increíbles y hasta provocan sonrojo, la cuestión, más allá de decidir el sino de Tyrion, a quien llevan hasta el Foso de los Dragones donde en la temporada pasada hubo la reunión para convencer a Cersei del peligro de los White Walkers, es, claro, decidir quién gobernará Westeros.
Tras la petición de una votación popular por Sam que da pie a risas despreciativas por una forma de gobierno que equipararía a todas las personas ("¿y luego qué, votarán los perros?"), en lo que sería un atisbo de democracia, al final es el propio Tyrion quien propone su candidato: ni más ni menos que el tullido Brandon Stark. Y como nadie se levanta y le dice si está de coña o ha vuelto a beber, sigue una especie de pensamiento análogo al de Varys cuando defendió a Jon porque rechazaba gobernar y eliminan el presupuesto de que la corona sea hereditaria (vamos, ascuas para que haya un buen incendio cuando el próximo rey pueda engendrar hijos y no se puedan colocar como príncipes).
Todos acceden, menos Sansa. "Mi coño es pelirrojo", viene a decir, y yo no pienso hincar la rodilla. Como es lógico y natural, el resto de señores no conceden importancia a que haya una Escocia independiente y no la lían, de modo que los Siete Reinos adelgaza en su propia y particular operación bikini y se quedan en Seis. Gobernados por el carismático Bran.
Si al menos hubiéramos tenido alguna escena viajando al pasado, o atisbándose que el propio Bran ha manipulado a su entorno para medrar y ascender (qué pillado de los pelos esa mención de Tyrion a que ha volado: ¿con los putos grajos?, "amos", no me jodas), podríamos darle un pase; volveríamos a esos tiempos de grises en los que el bueno no lo es tanto y el malo resulta que oculta más bondad que otros tildados como buenos. Pero eso hubiera ocurrido en otra Game of Thrones en la que se superponen escenas larguísimas e innecesarias:
Gusano Gris llevando a su ejército a la isla de Naath como un estéril (cómo no) canto a su Missandei; Brienne completando el libro de los Capas Doradas añadiendo que murió defendiendo a su reina; el Consejo del Rey con Davos como Señor de la Marina reuniéndose para decidir cómo gestionar el dinero que de pronto Bronn dirige (además de obtener, claro, su High Garden) y soltar gilipolleces sobre si es más importante armar la flota naval o levantar prostíbulos; Arya (no ha habido que hablar de ella, no, ha cumplido con lo suyo hace tres episodios, que descanse) que decide descubrir mundo más allá de Essos (sería el equivalente a Cristóbal Colón, vaya); Sansa con su estilizada coronita y una sonrisa para atestiguar que ha meado más fuerte y lejos que los demás; o, el colmo quizá, Sam desempolvando un libro que un archimaestre (el de la Ciudadela, supongo) ha escrito sobre el reinado de Robert y que él ha titulado (pero no escrito) "Canción de hielo y fuego".
En fin. No voy a seguir. Podríamos haber imaginado mil mejores maneras de terminar esta grandiosa serie o habríamos añadido al menos una conversación entre Arya y su hermana diciéndole que bien, ha conseguido lo que quería pero ella no la aguanta más y pese a que la familia es lo primero, se pira lo más lejos posible; nada de explicaciones de Bran ni de paseos al pasado para alguna escena homenajeando a personajes que han pasado por la serie (qué grande hubiera sido volver a ver a Ned Stark cuanto menos en vez de verlo empujado por Podrick como Capa Dorada muevesillasderuedas y pronunciando su tercera frase de la temporada) y que justificarían como algo más que anecdótico la escena con Hodor en la que Bran demostraba que podía influir en el pasado.
Aunque ahora en caliente cueste, hay que quedarse con todo lo demás y no esta vergüenza de último episodio que cuenta con una puntuación de 4,8 en IMDb (y bajando), la nota más baja de todos los episodios, y eso a pesar de que no había ningún capítulo que había bajado nunca de 8,1, en esta temporada ya teníamos un 6,5 (The bells) y un 5,9 (The last of the Starks).
Muchas gracias a pesar de todo, Game of Thrones.
Comentarios
Valar Morghulis.
PD: yo me quedo con la frase de Ygritte "you know nothing Jon Snow" porque, al final, efectivamente, no sabe nada.