El último magnate (The Last Tycoon). Temporada 1

(Amazon. 9 episodios: 17/06/2017 - 28/07/2017)
Casi todos los años se suele hablar del baile de series que quedan canceladas de entre las muchísimas que aparecen. Muchas veces, no se entiende por qué unas se pierden en el olvido y por qué otras no, a menudo basándose en datos de audiencia o de descargas o como se lleve la cuenta ahora. Si La Maravillosa Sra. Maisel había pasado el corte y había casi que rescatarla de entre las series que apenas se conocen, en Amazon tenemos otro título que destila, cuanto menos, mucha elegancia.

Estamos en el año 1936 y nada más ni nada menos que en Hollywood(land, que entonces no había perdido las últimas cuatro letras). Una de las épocas del cine dorado, o al menos ese cine clásico en blanco y negro que ya empezaría a abrirse al color, como antes ya le pasara al cine mudo. Las grandes productoras parece que no dejan mucho sitio a las más pequeñas, como la Brady American, en la que dos hombres muy dispares llevan la compañía.

El magnate hace referencia (creo) a Pat Brady (damas y caballeros, Kelsey Grammer, ni más ni menos que Fraser: aquí no estamos ante un papel cómico, ni mucho menos, pero la vis cómica de este hombre aparece cuando menos te lo esperas), un hombre millonario que ha arriesgado buena parte de su fortuna para sacar adelante este estudio de cine. Y es que es, o se considera, un "movieman".

Claro que más protagonismo se lleva su socio, un hombre que sacó de la nada, y que lleva casi todos los aspectos del estudio con mano de hierro y a la vez ademanes de terciopelo: Monroe Sthar (Matt Bomer, para mí un desconocido y una especie de doble menos hipermusculado que el último Superman, pero por lo visto bastante conocido, al menos entre el sector femenino), que esconde su pasado judío y que se está restableciendo de la pérdida de su esposa, la gran estrella Minna Davis (casi omnipresente en los primeros episodios, aunque tan irrelevante su papel en la serie), muerta en un incendio.

Seguimos en los años posteriores al crack de la Bolsa, años de gran Depresión, al borde de la ascensión nazi de Hitler, que va avasallando incluso en EEUU. Uno de los aspectos más sorprendentes ha sido ver que tenía emisarios que controlaban la imagen que se daba de él, en parte por su supremacía económica. Se plegaron ante sus demandas y exigencias estudios que hoy en día siguen siendo grandes.

Tampoco faltan referencias a la Guerra Civil española, sobre todo por medio de la idealista Celia Brady (Lily Collins para mi gusto es lo mejor de la serie), hija de Prat, y un ejemplo de personaje puro y cristalino, alejado de su más que posible carácter mimado. Pese a iniciar la serie con un enamoramiento directo hacia Monroe, pronto sabrá evolucionar y ver que eso era un capricho infantil, alejado de la vida adulta a la que se está embarcando, por más que sea al lado de su adorado e idolatrado Monroe, pero como productora, valiéndose de su talento, no de ser hija de.

Entre Pat y Celia falta Rose (Rosemarie DeWitt también de lo mejorcito), la esposa del primero y madre de la segunda. Podría parecer que representa lo opuesto que Pat, pero en realidad, al haber mantenido una relación clandestina con Monroe, queda manchada por más que siempre nos parezca más razonable y más apegada a la realidad. Su relación con la enferma Kitty (Elise Eberle), cuando decide ejercer de voluntaria en el hospital, la irá redimiendo poco a poco.

El cuarto personaje principal sería Kathleen Moore (Dominique McElligott me pone de los nervios con esa manía de confundir lo que es una actuación de fruncir los labios o gesticular con la boca), una camarera con acento irlandés, muy parecido al de Minna, que de la nada llega a tocar el cielo de la mano de un enfermo del corazón Monroe. Claro que este personaje de cuento de hadas, al no estar en el lado de la ficción, siempre más idealizada que la realidad, esconde un pasado más turbio.

Lo mejor de la serie es la magnífica producción. Te traslada a los años 30 y no solo por medio de la banda sonora. Además, los personajes, incluso los secundarios, como Max Miner (Mark O'Brien), que llega a Hollywood prácticamente sin un techo sobre el que caerse él y sus dos hermanos pequeños; el guionista Aubrey Hackett (Enzo Cliente), que ganará protagonismo cuando la violinista Hannah Taub (Melia Kreiling) haga acto de presencia, en un emotivo episodio en el que la orquesta de Viena tiene que tomar una difícil decisión; Louis B. Meyer (Saul Rubinek), productor de la mítica MGM y rival directo de Pat;  el inmortal cineasta Fritz Lang (Iddo Goldberg, Freddie en Peaky Blinders), que aquí más que destacar como representante del expresionismo aparece como un director polémico polemista; la "dulce" niña Sally Sweets (Chloe Guidry lo hace tan bien que dan ganas de estrangularla); o la actriz Margo Taft (Jennifer Beals aprovecha cada momento en escena), que esconde su verdadero origen por medio de su criada.

Podríamos hablar del tema principal de la serie, la falsedad inherente en el mundo cinematográfico, en el que casi todos mienten o esconden algún secreto o se comportan de manera hipócrita. No recuerdo quién habla de serpientes que devoran serpientes, o algo así. No hay personaje que no se libre de alguna mancha, a excepción de la idealizada pareja Lily-Max, en quienes el espectador deposita la esperanza de que no terminen contagiándose.

La trama, pese a no tener gran dinamismo, engancha desde el principio; entiendes a casi todos los personajes y son interesantes en cuanto a complejidad, nada de buenos o malos, casi todos se pueden observar desde distintos ángulos: Monroe, el héroe, la apuesta encarnación del sueño americano, esconde un pasado tormentoso con su esposa y traiciona a su socio acostándose con su esposa (más allá de que asesine al despreciable Rupert Vajna); Pat, por el contrario, parece consumirse por las envidias, los celos y la mezquindad de saberse siempre a la sombra de su luminoso socio, y por momentos en realidad esconde tras una fachada adusta y arisca un corazoncito (aunque al final prevalezca lo peor de él).

La cancelación de la serie no la hace justicia, ni tampoco su final, un poco precipitado, y que seguramente, de haber tenido otra temporada, hubiera sido diferente, además de quedarse sin desarrollar alguna de las tramas secundarias, como la de la relación entre Aubrey y Hannah, o las expectativas de meterse en el mundo de la interpretación por parte de Darla (Danielle Rose Russell), hermana de Max, que nos deja inquietos en su última aparición, posando para un fotógrafo que no nos transmite buenas intenciones.

Solo por el hecho de volver a la época clásica de Hollywood (que se mencione a Clark Gable, que aparezca Marlene Dietrich), que se trate el tema de los nacientes sindicatos y de darnos un personaje como el de Celia, ya merece la pena.

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