(Antena 3. 10 episodios: 28/02/18 - 09/09/05/18) |
Contiene spoilers
No le tiene nada que envidiar Fariña a Narcos, y eso habla mucho y bien de esta serie española que recurre a las esencias gallegas para regalarle al espectador un producto que tiene todos los ingredientes para triunfar internacionalmente. La comparación, claro, viene porque ambas tienen como protagonistas a los narcotraficantes y a la droga, aunque cada una discurre por sus propios derroteros.
Uno de los muchos méritos de Fariña (o Cocaine Coast, como la han rebautizado, como si la 'f' gallega y esa denominación de la harina letal fuera menos comercial) es su apuesta por una estructura original, y con original no hablo de que no se haya hecho ya (Narcos, sin ir más lejos, empieza más o menos igual), sino que no vamos cronológicamente de principio a fin, empezamos in medias res, con esa macro operación policial denominada Nécora y dirigida por Baltasar Garzón. Otro acierto es distribuir un año en cada capítulo: partimos de 1981, cuando el negocio aún era el contrabando de tabaco, y terminamos en 1990, cuando los estragos de la droga ya han hecho mella en la sociedad española.
Más puntos a favor: una producción excelente, ambientada a la perfección, con un gusto por el detalle que la dignifica, desde esa textura que le da un toque ochentero hasta unos decorados y unos vestuarios propios de la época, acabando en una banda sonora no menos excelente que empieza por la canción de Iván Ferreiro para la intro.
El siguiente apartado para una valoración positiva es un acierto casi total en la elección del reparto. Que sean actores gallegos en su mayoría le da una autenticidad que casi era necesaria para creerte esta historia real. El único pero (y habla muy bien de la serie, pues el reparto es muy coral) sería el de Camila Reyes. Jana Pérez, modelo catalana, en ningún momento consigue lo que el resto: hacerte creer lo que dice que es, pues su español panameño no convence, así como su raspadísima actuación.
La documentación exhaustiva es el mejor soporte para un guión muy sólido, casi sin fisuras. No solo en lo referente a los narcos gallegos, sino también en lo que respecta a la investigación o a otros elementos aledaños, como los transportistas, los porteadores o los políticos, que no quedan bien parados por esa permisividad sangrante, empezando por el presidente de la Xunta de entonces, Gerardo Fernández Albor.
El ritmo es trepidante y no se resiente demasiado de la hora y media de algunos episodios. Con escenas de acción bien logradas y situaciones creíbles aunque ficcionalizadas, lo difícil es encontrar algo que no esté bien planteado o introducido. Y aquí, además de que el material de lo contado es suficiente para atraer la atención, hay que hablar de los aciertos con el elenco interpretativo, al que favorece la elección de utilizar la lengua gallega mayoritariamente (si en Narcos necesitabas subtítulos para los colombianos, aquí a veces el acento cerrado te hace perderte alguna palabra que otra).
Empezando por el principal protagonista, Sito Miñanco, con un excelso Javier Rey. Ayuda ver esa evolución suya, claro. Empieza ayudando a su padre como mariscador, pero va subiendo peldaños en la organización que comanda Terito (otro que está estupendo es Manuel Lorenzo). La ambición de este rapaz, unida a su espíritu de sacrificio y su inteligencia, le harán encumbrarle a la cooperativa de las Rías Baixas.
El peligro que se corre con este personaje es similar al de Pablo Escobar, que acabes mitificándole, admirándole o encumbrándole. Vale que no comete asesinatos directos, que está comprometido con su entorno social y que su código del honor es comparable al de Terito, pero no deja de ser un traficante. La influencia de Camila será mucho más contraproducente que la de su primera esposa, Nieves (estupenda Marta Larralde, qué pena que cuando sale de su vida salga de la serie, hubiera sido interesante ver cómo se las arregla lejos de Miñanco y con sus dos hijas). Una de sus peores derrotas llegará cuando sus amigos Roque (Tamar Novas) y Oli (Fran Lareu) le nieguen la ayuda que requiere en la que pretende que sea su última descarga, tras los últimos varapalos policiales.
Su antagonista y verdadero héroe de la historia es Darío Castro. Creo que estamos ante el mejor papel de Tristán Ulloa, un actor que hasta aquí no me había dicho demasiado. Este fumador empedernido y propietario de la típica retranca gallega no desfallecerá nunca, pese a las dificultades a su alrededor: compañeros sobornados, jueces comprados o sustituidos a conveniencia, leyes inconcebibles, varapalos en forma de soplos y delaciones, trabas y más trabas. Su obsesión por distinguirse de su corrupto padre guardia civil será el motor, junto con su código de conducta, algo que no le haga ni dudar cuando Sito intente comprarle para que mire hacia otro lado.
Después habría que mencionar al clan de los narcos. Empezando por Manuel Charlín (Antonio Durán 'Morris' se sale, qué mal nos cae este tacaño, rácano, machista, prepotente y gafotas, sobre todo en ese primer plano en la cárcel hacia el final, sonriendo abiertamente), padre de los vagos, juerguistas e inútiles Paquito (Xosé A. Touriñán) y Moncho (Xúlio Abonjo) y de la taimada y más eficiente Pilar (Isabel Naveira); siguiendo por el impulsivo y chulesco Laureano Oubiña (Carlos Blanco es otro que está magnífico), a quien casi dirigirá su segunda esposa, Esther Lago (Eva Fernández, otra junto con Pilar que aportará su granito para que las mujeres tengan su espacio en la organización); Colombo (Monti Castiñeiras está irreconocible, dato que habla de la magnífica caracterización de todos), ya más secundario que los tres anteriores, pero igual de prepotente y alejado de la realidad; y Bustelo (Alfonso Agra), otro que explota su pinta de pueblerino casi analfabeto para campar por sus anchas contra la ley, que además tiene un conflicto larvado con los Charlines, algo que agrava su hijo Javi (Chechu Salgado), que empieza una relación con Leticia (Cristina Iglesias), sobrina "Charlina".
Otros personajes más secundarios pero que destacan de una manera u otra son Braulio (Iván Marcos), el chófer de Terito, a quien le debe tal lealtad que rechazará la oferta de Sito de ser su ayudante cuando sus amigos no quieren saber nada del negocio de la fariña (algo que está muy bien relatado en la serie, no es algo súbito, y que explican muy bien dado el rechazo de Terito ante la droga), y cuyo final tendrá una no muy agradable corbata colombiana; Carmen Avendaño (Iolanda Muíños), otra de las heroínas de esta trama, ya que junto con otras madres afectadas por las drogas serán las primeras en enfrentarse a los narcos con cánticos y reuniones en sitios claves por donde se trafica o se trapichea; Maruxa (María Vázquez), esposa de Braulio que luego ayudará a Darío pasándole información de descargas al ponerse a trabajar en el Casino que compra Colombo; Ballesteros (Juan Pablo Shuk, también en Narcos), del cártel de Medellín, sanguinario y despiadado, como lo eran estos narcos que quieren también desembarcar en Europa, mientras ya tienen su negocio en EEUU (Sito, de hecho, después de que amenacen a Roque, que se quedó como rehén, se pasará a la droga con los del cártel de Cali); el despreciable abogado Pedro Ventura (Tito Asorey), que buscará cualquier triquiñuela legal o no tan legal para salvar el culo de los narcos; o Baltasar Garzón (Miquel Fernández), conocido magistrado de la Audiencia Nacional que se pone manos a la obra cuando le llega el organigrama que uno de los arrepentidos trabajadores le haga llegar desde la cárcel.
Para acabar, la serie ha aprovechado el secuestro editorial del libro escrito por Nacho Carretero, y sigue de actualidad porque hoy en día están volviendo a meter en prisión a históricos aquí mencionados, como Manuel Charlín o Sito Miñanco, incapaces de rehacer sus vidas en otros negocios que no sean estos. Demandas como las de Oubiña, que se quejaba de que no estaba "de amores" con su esposa cuando fue detenido, habla de la alejada percepción de la realidad de esta gente, acostumbrada a ser la dueña de todo a su alrededor, o que minimizan el daño en una generación perdida y se arrogan el mérito de haber dado riqueza a la Ria Baixa.
Las irrisorias penas de cárcel que reciben en la Operación Nécora (pese a la actitud descarada y merecedora de no uno, sino varios desacatos) habla de lo mal que funciona la ley en este país. Veíamos con asombro cómo en Narcos Escobar y los suyos campaban a sus anchas con sus sobornos y amenazas y resulta que aquí, tres cuartos de lo mismo, mamoneos varios y chanchullos miles. Quizá no estaba tan instalada la violencia ni se llegaba a los extremos de Sicilia, como menciona el propio Sito, pero casi, y más cuando los colombianos marcan las directrices.
Con respecto a la comparación entre las dos series sobre narcotraficantes, el punto a favor de la serie española es la contraposición que no existe en Narcos, por lo que la serie corre el riesgo de mitificar a estos delincuentes tan peligrosos; aquí tenemos, además de la oposición del sargento Darío, la presencia de esas madres que nos aportan el otro lado de la balanza, que no es otro que el de la destrucción de tantas personas enganchadas a las drogas.
En fin, si no la mejor serie española, una de las mejores. Muy recomendable.
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Un beso