Narcos. Temporadas 1 y 2

(Netflix. 20 episodios 28/08/2015, 02/09/2016)
Una serie que abre (y cierra) con una referencia al Realismo Mágico no puede ser baladí, ni puede ser tomada a la ligera. Esa controvertida figura que es Pablo Escobar se merecía la referencia, al igual que su país, el país del célebre escritor que es Gabriel García Márquez, esa tierra tan, tan hermosa, que para no provocar envidias fue poblada de gente malvada, como se cita en algún momento. 

Por tanto, no bastaba con reseñar todos los acontecimientos relacionados con el narcotraficante Escobar y su cártel de Medellín, que daban para llenar varias series, sino que debía dotarse de una forma apropiada para dar más sentido al fondo, esa imparable ascensión a los infiernos de un controvertido personaje que lo fue todo en su país, desde ídolo a ángel caído, rozando casi la divinidad, algo que él mismo se atribuyó en alguna ocasión, aunque solo fuera porque si él deseaba la muerte de alguien, la conseguía.

Y la narración en off del agente Steve Murphy (Boyd Holbrook está estupendo, casi siempre contenido, pero cuando pierde los papeles los pierde de verdad, además de mostrar la evolución desde su llegada a Medellín hasta la famosa foto final) es el primer paso para arropar una historia que cautiva. Sobre todo al principio, cuando se pone en un tono didáctico, cercano al documental (otro gran acierto es mezclar imágenes de ficción con imágenes reales), explicando en qué consiste la elaboración de la cocaína, cómo operan los laboratorios, las exportaciones, el dinero que genera... Forma un estupendo contrapunto a la dureza de las imágenes que estamos viendo, con chantajes, sobornos, asesinatos, más asesinatos...

El segundo acierto es empezar in medias res, con un ataque coordinado entre la DEA (a las que pertenece Murphy) y la CIA, además de la policía colombiana (lo poco que no está corrupto), en un local de recreativos, a unos cuantos hampones de Escobar, aunque por el medio se lleven a civiles inocentes. La reflexión sobre los buenos y los malos, esa línea que debería ser indivisible entre el bien y el mal, es todo un acierto: llegados a ese punto, si quieren detener a Pablo Emilio Escobar Gaviria, han de hacer excepciones a las reglas. En un país donde todo vale, ese "todo" engloba los márgenes y los espacios vacíos. Habrá que asesinar, habrá que mentir, habrá que torturar, habrá que alcanzar límites y sobrepasarlos con creces.

Porque Pablo Escobar (qué decir de Wagner Moura, cuya única crítica negativa ha sido el acento, el utilizado para encubrir su portugués, aunque por todo lo demás ha estado fantástico y ha logrado humanizar -por momentos- a un monstruo) ha alcanzado un poder inusitado. Vemos en ese primer episodio cómo fue medrando y escalando en la criminalidad, al lado de su primo Gustavo Gaviria (Juan Pablo Raba), otra cabeza pensante, más calculadora y sensata, y entendemos mejor los excesos a los que llega, como llenar su finca de ornamentos millonarios, excéntricos y fastuosos.

(Y vamos a ir indicando que puede que se cuelen spoilers, por si alguno no ha visto nada de Narcos)


Hay una conjunción de fuerzas opuestas muy equilibrada que consiste en mostrarte los entresijos de la operación policial llevada a cabo entre el estado colombiano y su policía y su ejército y la embajada norteamericana, por medio de la DEA (esa agencia antidrogas que  algunos conocemos gracias a Breaking Bad) y la CIA, y la vida familiar de ese tirano ególatra de Escobar, enamorado de su esposa, la fiel y taimada Tata (Paulina Gaitán va ganando en fuerza en la segunda temporada), protector de sus dos hijos, Juan Pablo, el "barrilito de grasa que tienes por hijo", como le espeta Carrillo, y Manuela (¿no se había quedado sorda tras la bomba?, ¿por qué entonces le siguen susurrando cosas?), por no hablar del amor reverencial hacia su madre, Hermilda (Paulina García), un ser ofuscado y cegado por los logros de su hijo, a quien encubre al principio y siempre justifica (genial esa escena después del atentado en la que se pregunta si su hijo está detrás, y su nuera le dice que sí, pero sus motivos tendría).

En esta vida familiar, vemos a un Pablo cariñoso, atento, deseoso de compartir tiempo y juego con sus hijos, casi hasta empalagoso con su mujer ("la quiero tanto", le repite una y otra vez), aunque eso no le impida serle infiel con la viperina periodista Valeria Vélez (Stephanie Sigman), un peldaño por debajo de la mediocre ruindad del elegante abogado Fernando Duque (Bruno Bichir). Si habitualmente el Patrón se rige por sus instintos, sus egos, su  prepotencia y su orgullo desmedido, en el ámbito íntimo nos encontramos con un ser humano casi hasta humilde que busca lo mejor para los suyos. Esta faceta es la que hace que (a veces) te pongas de su parte, aunque es cierto que muchos espectadores, que olvidan que los hechos narrados sucedieron de verdad, le jaleen sus estrategias malparidas y sus efectistas golpes.

En el último tramo de la segunda temporada, se habla en ocasiones de cuál fue el momento en que inició su caída Escobar, y uno de los principales es cuando cae Gustavo, abatido por ese personaje lleno de furia y de fuerza que es el de Horacio Carrillo (Maurice Compte es el paradigma del policía inmerso en el todo vale para alcanzar el objetivo). Ahí se evidencia que no le queda nadie leal a su lado, sus seguidores lo son por el dinero y el miedo, exceptuando a Limón (Leynar Gómez), otro ejemplo de personaje paradigmático en cuanto a que contrarresta esa fidelidad un tanto rastrera con una evolución (o involución) a las maneras gansteriles rematado por el asesinato a su amiga Maritza (Marina García), uno de los muchos personajes trágicos cuya vida cambia al ponerse en contacto con Escobar.

Hablaba antes de los aciertos de la serie: voz en off, estructura narrativa, la propia historia en sí, y queda implícito que el brutal reparto. He mencionado alguno de los personajes, todos ellos relevantes por algún motivo, y aún me faltan unos cuantos que aún no he referido, como el compañero de la DEA, Javier Peña (Pedro Pascal, Oberyn Martell), un mujeriego y pendenciero, leal a Murphy y a sus confidentes, sobre todo si son mujeres, como  Elisa (guapísima Ana de la Reguera), la comunista y compañera de clínica de Connie (Joanna Christie), esposa de Steve (que irá perdiendo protagonismo hasta desaparecer al final de la segunda temporada). Sí, Javi, Murphy y Pablo son el trío ganador, pero el reparto abruma por la cantidad y por la calidad.

Podemos clasificar a los que quedan por referir los compañeros de cártel de Pablo, como el  implacable Gacha (Luis Guzman), Carlos Lehder, León o los hermanos Ochoa; los sicarios de Pablo, como La Quica (Diego Castaño), Blackie (Julián Díaz) o Poison (Jorge A. Jiménez); miembros del cártel enemigo de Cali, como Pacho Herrera (Alberto Ammann) o Gilberto Orejuela (Damián Alcázar), además de los hermanos Castaño (impulsores de Los Pepes, brazo armado que se alza contra Escobar y lo desestabiliza por primera vez), la inefable Judy Moncada (Cristina Umaña) y su protector Don Berna (Mauricio Cujar); personas relacionadas con el Gobierno de Colombia, como el primero candidato y luego presidente César Gaviria (Raúl Méndez) y su mano derecha y ministro de Justicia Eduardo Sandoval (Manolo Cardona, que no sé si será casual o una impresión mía, pero tenía un rollo raro con el presidente, como si estuvieran enamorados o algo así); y del bando de la "justicia", el coronel Martínez, su hijo Hugo, el comisario Velasco, que juega a dos bandas, Trujillo (el del tiro de gracia, ¡viva Colombia!) y Bill Stechner (Eric Lange), de la CIA, el que mueve hilos en la sombra.

La música es otro punto fuerte, con una intro que te mete en materia de inmediato y una canción que parece un himno (Tuyo, de Rodrigo Amarante: "soy el fuego que arde tu piel, soy el agua que mata tu sed, el castillo, la torre yo soy, la espada que guarda el caudal").





En fin, que apenas hay puntos débiles, salvo alguna desaparición de personajes injustificada (como Elisa o Connie).  Incluso la pronunciación en español tan complicada de muchos personajes (no solo Pablo Escobar), aunque a veces cuesta mucho de entenderlos. Hay escenas que son impactantes de por sí (el asalto a Palacio, el atentado en el avión, la bomba en el centro comercial...), los matices de muchos personajes son interesantísimos (como por ejemplo, en el penúltimo episodio cuando se va la casa del pueblo del que resulta ser el padre de Pablo, Abel -Alfredo Castro-, que siente vergüenza de tener un hijo asesino) y por si fuera poco, los insultos son pegadizos y acabarás con el "malparido, hijueputa, gonorrea" en la boca.

Podría pensarse que sin el Patrón no hay serie, pero si uno ve documentales de la época de Escobar, se da cuenta de que en Colombia hay mucha más tela que cortar. Es de suponer que el nexo de continuidad será Javi Peña, con el cártel de Cali en sucesión del rey destronado en un tejado de Medellín. Habrá que ver si se echa de menos también la voz de Murphy o se inventan algo para mantener el nivel.

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