El sueño: Senderos y emanaciones

(160 páginas. 18,95€. Año de edición: 2020) 


Daniel, el Señor de los Sueños, ha abandonado su reino, dejando sus fronteras rotas y ensangrentadas. Lucien, su fiel guardián, puede sentir cómo se va apagando su mente a medida que el reino del Rey Sueño se desintegra a su alrededor. Y los otros residentes del Sueño, desde la monstruosa y mercenaria Dora hasta el brusco e imperturbable Merv Cabeza de Calabaza, están luchando entre ellos para preservar lo que puedan.

Aunque podríamos aducir que el nombre en la portada de Neil Gaiman lleva un poco a engaño, porque aparece en más pequeño lo que le precede ("De la imaginación de"), realmente nos están diciendo la verdad y estamos ante lo que dice la portada del tebeo: universo Sandman.

Universo conformado por personajes conocidos como Lucien, Merv, Abel o Caín, y el mundo fascinante (y onírico) que solía reinar Daniel, el nuevo Señor de los Sueños, tras esa reencarnación o reconfiguración que se gestó en los últimos ejemplares de la majestuosa saga original.

Como dice la sinopsis, Daniel ha abandonado su reino y de nuevo el caos amenaza con imponerse. Una premisa tan parecida a la que originó Sandman en su origen que ellos mismos se refieren a aquella vez que el Sueño de los Eternos estuvo 70 años retenido. Y si bien al principio el personaje nuevo, Dora, una poderosa muchacha que salta de sueño en sueño, cae mal porque es antipática y desagradecida, pronto te vas dando cuenta de que te pueden más los prejuicios que otra cosa.

Vale que no es Gaiman y se nota: la artificiosidad y el barroquismo que en él nos engancha y nos fascina, aquí es un juego de resonancias que a duras penas puede contabilizar como referencias; la complicada retórica con múltiples narradores que era un ejercicio de originalidad y voz propia, aquí suena a ecos gaimanianos un tanto de segunda mano. Incluso el temible juez Gallows, que se hará con el bastón de mando ante la progresiva actitud errática de Lucien, no inspira tanto temor como otros antagonistas.

Pero también es cierto que poco a poco te vas metiendo en la historia (tampoco la saga original era accesible a la primera) y los dibujos de Belquis Evely te atrapan porque no tienen nada que envidiar a los originales. 

Como siempre en las ediciones de ECC (DC Black Label, que parece casi un reclamo de whisky de los caros), tanto la portada como los extras son una delicia. Los seis números de los que consta esta primera parte al final se antojan escasos y la mejor medida de que, si no original o cum laude, sí que alcanza un notable esta historia que al final acaba teniendo a Dora como innegable protagonista.

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