(336 páginas. 11,40€. Año de edición: ) |
Santillana ha hecho una remodelación en el formato de sus libros, englobando los de literatura juvenil en un nuevo sello, Alfaguara. Quizá el resultado no es de lo más vistoso a nivel de portadas (la de este libro, por ejemplo, apenas juega tipográficamente con el título en un tono naranja chillón que no sirve mucho de reclamo), pero la apuesta por la literatura juvenil merece la pena.
En su catálogo aparece Nando López, autor conocido en el ámbito escolar sobre todo por La edad de la ira, además de haber formado parte de las filas del profesorado. De ahí que se note su vocación divulgadora, por medio en esta ocasión del formato policial: un asesinato es el eje de la trama del libro. Reconozco que las expectativas ante este autor eran altas, y ya se sabe que no siempre se puede estar a la altura de las ídem...
Vamos conociendo del crimen violento poco a poco, y la estrategia de ir aportando más datos es uno de los banderines de enganche más destacados. Ese y la facilidad y el estilo narrativos del autor, que no comete el error de simplificar los ejes cronológicos: Emma desde el presente (ahora) y Quique desde el pasado (antes), con la fecha del 9 de diciembre como punto de intersección.
Obviando defectos como esa masiva acumulación de elementos "transversales" (protagonista lesbiana, conflictos raciales, violencia de género, incluso se menciona el 11m) o la casi nula diferenciación entre la voz de la narradora adulta, de unos 4o años, psicóloga e idealista, y la del chico de diecisiete años, jugador de waterpolo, la intriga se mantiene y hay pasajes con reflexiones muy interesantes.
Dividida en 27 episodios, quizá el lector juvenil se pierda un poco con el antes y el ahora, y le parezcan excesivos los momentos reflexivos. Es una novela más dialógica que de acción, pero sin llegar a ser una novela policiaca al uso, por más que Andrea (muy secundaria) cumpla el cupo en ese sentido.
Además del mensaje en contra de la violencia (motivo por el que lo estamos leyendo en el Ceipso Cervantes, ya que el eje temático de la primera evaluación es ese), cabría hablar de la evolución personal de Emma y de Quique. La primera tocada por un caso en el que no pudo evitar el asesinato de una mujer (y de su hijo) que trataba; el segundo, aquejado por una parálisis ante casos que requerirían una denuncia visible.
A Emma, afincada en Santander, le viene bien el revulsivo que le plantea su amigo desde el instituto Víctor, que es el presidente del club de waterpolo llamado Stark (las alusiones a Game of Thrones eran inevitables). Lo que en un principio era un favor personal, o tenía toda esa pinta, acabará derivando en una pérdida mutua de la confianza. Ese elemento quizá sea el más extraño o menos previsible de la novela: cómo el idealismo del mejor amigo de Emma acaba anteponiendo la pervivencia del club a cualquier otra consideración ética. De hecho, el padre de Quique, Ernesto, jefe de estudios del instituto Távora (el que no es el Zayas, centro de alto rendimiento que nutre el equipo), representa ese tipo de persona que se suponía que era Víctor, más comprometido con su puesto y con los alumnos que dirige.
El arco de Quique, en cambio, no sufre ningún revés tan considerable, algo incluso más asombroso porque por edad era más proclive a ello. Si nos atenemos a términos de equipo masculino y femenino, o al "me gusta Marta, pero me pongo nervioso cuando miro sus rabiosos ojos azules", es inevitable trazar paralelismos con Élite, pero sin la distinción entre clases sociales.
Javi, Izan, Asier o Vera no son personajes mal trazados: Javi, el antes modélico mejor jugador del equipo ahora falta asiduamente y se le ve ofuscado o huidizo; Izan, niño bien, además de las facilidades económicas, cuenta con una voluntad de hierro; Asier, también dentro del trío de ases que dirige el entrenador Hernán (un fracasado en su vida "real" que vuelca todas sus aspiraciones sobre sus pupilos, aun a costa de otras consideraciones como la deportividad y demás códigos de conducta para chavales en formación), más moderado y lector; Vera, más explosiva, alejada del modelo femenino pero asediada de igual modo ante lo que se dice de ella (que si bollera primero, que si chica fácil después).
Más cuestionable sería la resolución tanto del crimen como de alguna trama hacia el final, quizá debido en parte a que esa construcción en torno al 9 de diciembre impone una aceleración brusca en cuanto a consecuencias. Mandada en 3º y 4º de la ESO, de momento las primeras impresiones no son muy positivas, aunque confío en que vayan entrando en la trama poco a poco. De cara al docente, es de mucha utilidad la completa guía de lectura de la página web.
Obviando defectos como esa masiva acumulación de elementos "transversales" (protagonista lesbiana, conflictos raciales, violencia de género, incluso se menciona el 11m) o la casi nula diferenciación entre la voz de la narradora adulta, de unos 4o años, psicóloga e idealista, y la del chico de diecisiete años, jugador de waterpolo, la intriga se mantiene y hay pasajes con reflexiones muy interesantes.
Dividida en 27 episodios, quizá el lector juvenil se pierda un poco con el antes y el ahora, y le parezcan excesivos los momentos reflexivos. Es una novela más dialógica que de acción, pero sin llegar a ser una novela policiaca al uso, por más que Andrea (muy secundaria) cumpla el cupo en ese sentido.
Además del mensaje en contra de la violencia (motivo por el que lo estamos leyendo en el Ceipso Cervantes, ya que el eje temático de la primera evaluación es ese), cabría hablar de la evolución personal de Emma y de Quique. La primera tocada por un caso en el que no pudo evitar el asesinato de una mujer (y de su hijo) que trataba; el segundo, aquejado por una parálisis ante casos que requerirían una denuncia visible.
A Emma, afincada en Santander, le viene bien el revulsivo que le plantea su amigo desde el instituto Víctor, que es el presidente del club de waterpolo llamado Stark (las alusiones a Game of Thrones eran inevitables). Lo que en un principio era un favor personal, o tenía toda esa pinta, acabará derivando en una pérdida mutua de la confianza. Ese elemento quizá sea el más extraño o menos previsible de la novela: cómo el idealismo del mejor amigo de Emma acaba anteponiendo la pervivencia del club a cualquier otra consideración ética. De hecho, el padre de Quique, Ernesto, jefe de estudios del instituto Távora (el que no es el Zayas, centro de alto rendimiento que nutre el equipo), representa ese tipo de persona que se suponía que era Víctor, más comprometido con su puesto y con los alumnos que dirige.
El arco de Quique, en cambio, no sufre ningún revés tan considerable, algo incluso más asombroso porque por edad era más proclive a ello. Si nos atenemos a términos de equipo masculino y femenino, o al "me gusta Marta, pero me pongo nervioso cuando miro sus rabiosos ojos azules", es inevitable trazar paralelismos con Élite, pero sin la distinción entre clases sociales.
Javi, Izan, Asier o Vera no son personajes mal trazados: Javi, el antes modélico mejor jugador del equipo ahora falta asiduamente y se le ve ofuscado o huidizo; Izan, niño bien, además de las facilidades económicas, cuenta con una voluntad de hierro; Asier, también dentro del trío de ases que dirige el entrenador Hernán (un fracasado en su vida "real" que vuelca todas sus aspiraciones sobre sus pupilos, aun a costa de otras consideraciones como la deportividad y demás códigos de conducta para chavales en formación), más moderado y lector; Vera, más explosiva, alejada del modelo femenino pero asediada de igual modo ante lo que se dice de ella (que si bollera primero, que si chica fácil después).
Más cuestionable sería la resolución tanto del crimen como de alguna trama hacia el final, quizá debido en parte a que esa construcción en torno al 9 de diciembre impone una aceleración brusca en cuanto a consecuencias. Mandada en 3º y 4º de la ESO, de momento las primeras impresiones no son muy positivas, aunque confío en que vayan entrando en la trama poco a poco. De cara al docente, es de mucha utilidad la completa guía de lectura de la página web.
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