After Life. Temporada 1

(Netflix. 6 episodios: 08/03/2019)
Contiene spoilers


Es difícil definir esta serie que a medida que transcurre va transformándose, en la medida en que su personaje principal, Tony (interpretado por Ricky Gervais, además de escrita y dirigida por él mismo), va saliendo de la depresión que le ha producido la muerte por cáncer de su amada esposa Lisa (Kerry Godliman solo aparecerá en los vídeos que Tony ve una y otra vez, un tanto enfermizamente).

Si en un principio llama la atención la actitud cínica y despiadada contra cualquier persona que no sea su perra Brandy (la cual le ha salvado de suicidarse), ya sea el cartero por no dejarle las cartas donde corresponde, ya sea el yonqui del pueblo Julian (Tim Plester) por no hacer otra cosa que drogarse, ya sea el niño abusón que se mete con su sobrino George ("no soy pederasta, pero en el caso de que lo fuera no iba a ir a por ti", dice más o menos de forma suavizada), ya sea cualquier compañero suyo de redacción (de un periódico local).
"If I become an arsehole, and I do and say what the fuck I want for as long as I want, and then when it all gets too much, I can always kill myself. It's like a superpower"
Más adelante, por una serie de motivos que irán apareciendo y que se irán explicando perfectamente, esa actitud a modo de repulsa contra esa realidad en la que su mujer ya no está con él se irá atemperando, hasta acabar en el último episodio de una manera tan opuesta que recuerda por momentos a Canción de Navidad.

La artillería dialéctica de Tony es una especie de superpoder, según él. Al principio es un ataque indiscriminado, tal es la amargura del personaje; luego, poco a poco, aprende a valorar quién merece la pena y quién no, o a quedarse con lo bueno de cada uno, incluso si son sus compañeros de redacción: 

Lenny (Tony Way, uno de los varios actores de Game of Thrones que asoma, aunque en este caso cuesta reconocer a Dontos, el bufón real), un tanto simplón o su jefe y cuñado;  Kath (Diane Morgan), lánguida e inexpresiva; Matt (Tom Basden), que, aunque exasperante en su optimismo y bonachonería, por eso no deja de merecer reconocimiento; y la recién llegada Sandy (Mandeep Dhillon), que resultará otra persona clave en este renacer.

Porque Tony acaba encontrando motivos para vivir en personas que merecen la pena como Sandy, pero también Anne (Penelope Wilton, Downton Abbey), una viuda con quien congenia en un banco frente a las respectivas lápidas de sus fallecidos, y que ve la esencia de Tony, que no deja de ser un buen hombre. Su amistad es tan inesperada y rica como con Roxy (Roisin Conaty), la prostituta amiga de Julian. Y, para acabar, encuentra en la enfermera  (Ashley Jensende su padre (David Bradley, el inefable Walder Frey) una chispa que al principio parecía perdida.

Serie de las que se ven fácil por su corta duración, que tiene momentos típicamente ingleses o típicamente Gervais, políticamente incorrectas o directamente moralmente cuestionables, que contienen un mensaje necesario (la redención es posible) y un personaje que podría ser cualquiera de nosotros, rodeados de muchos gilipollas, a los que hace falta identificar e incluso increpar, para poder valorar a las otras muchas personas que valen realmente la pena y que no suelen mostrarse tanto.

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