(176 páginas. 29,95€. Año de edición: 2018) |
Pocas palabras hacen falta para calificar a Federico García Lorca, y algo por el estilo para este poemario que se cobijó en ese vanguardismo tan revolucionario como el surrealismo, si bien es cierto que Lorca trasciende la corriente artística para entregar una obra íntima, personal y muy profunda, mucho más que un testimonio del impacto de la gran urbe sobre el poeta granadino, mucho más que la defensa a la figura perseguida del negro (continuación de los gitanos del Romancero gitano) y la denuncia a la deshumanización del capitalismo.
Decir que esta obra es críptica es desconocer el resto de poemas del autor. Ni siquiera amparado en el folclore resulta un autor fácil, por más que a veces las rimas y los símbolos den esa impresión. La facilidad para la palabra y el ritmo no van acompañados de claridad ni sencillez. Si acaso, la sensación es que Lorca era capaz de componer con suma facilidad, aunque otra cosa es que al lector le falten claves interpretativas para saber con exactitud cuándo el agua o la luna (por poner dos ejemplos de símbolos recurrentes en él) es muerte o vida.
De Poeta en Nueva York llama la atención, así de primeras, la falta de rima y ese aparente fluir de conciencia desbocado, esa asociación libre de imágenes característica del surrealismo francés. La apabullante sucesión de metáforas libres y casi diríamos que radicales y aleatorias asociaciones de palabras parecen ir en esa línea, pero detrás se puede observar el carácter meticuloso y el trabajo de orfebre de Lorca.
Dividida en 10 partes desiguales, predomina el verso largo sobre el corto, y la sensación permanente de crisis espiritual, de ahí que prevalezca un léxico connotativo muy pesimista y negativo. El prólogo de Joaquín Abad, aunque breve, proporciona una serie de datos muy interesantes sobre el proceso de creación y sobre la propia obra.
Me centro en destacar lo cuidada de esta editorial que desconocía, Mr. Momo. Me parece muy buena idea que sea una edición bilingüe (aunque no haya podido hacer uso de la traducción inglesa), pero sobre todo es uno de estos libros preciosos que te apetece que decoren tu estantería gracias a las ilustraciones de Zaida Marín, que vuelcan una manera muy personal de aproximarse a la lectura y a la propia ciudad de Nueva York (y alrededores, además de una breve visita a La Habana): tamaño grande, tapa dura, papel satinado, la única pega que le podría poner es la falta de un índice para encontrar algún poema en concreto.
Como la poesía es el género más subjetivo y de parámetros más inclasificables, acabaré esta pequeña reseña indicando que mis poemas favoritos son la Oda a Walt Whitman, un elogio maravilloso a este poema, además de una reivindicación muy adelantada a la época del colectivo homosexual, al que él mismo figuraba; y New York, Oficina y denuncia, que me ha recordado un poco al poema de Dámaso Alonso Insomnio por los datos estadísticos (y descarnados) que ofrece. Y me quedo con estos versos de El niño Stanton:
Mi dolor sangraba por las tardescuando tus ojos eran dos muros,cuando tus manos eran dos paísesy mi cuerpo rumor de hierba.
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