(Netflix. 10 capítulos: 08/08/2019) |
Con el listón en todo lo alto, a Glow lo peor que le puede pasar es no estar a la altura consigo misma, con esos 20 episodios previos en los que, poco a poco, hemos ido conociendo una serie que da mucho más de lo que se le presupone. Porque quién iba a imaginar en el 2017 que la premisa de la lucha libre femenina, con el reclamo de mujeres "peleándose" en mallas y licra, resultaría una serie profundamente feminista y tratando temas como la homofobia.
Contiene spoilers
Y eso que la temporada empieza un tanto floja. Partimos del traslado del equipo de Glow a Las Vegas, donde desarrollan su espectáculo en el casino Fan-Tan, regentado por Sandy Devereaux St. Claire (ni más ni menos que Geena Davis, que se marca un escenón valiente en el penúltimo episodio mostrando que la que tuvo retuvo).
En estos primeros cuatro episodios, parece que se contentan con mostrarnos los avatares de la producción y del traslado, además de las relaciones entre las chicas. Es como si mostrarnos esos personajes que tan bien nos caen fuera suficiente y no sé si se echa de menos las peleas en el ring o que haya más sustancia argumental.
El caso es que no te llena lo suficiente ver que Ruth y Sam mezclan pero no dan el paso, sobre todo porque ella mantiene a distancia una relación con el fotógrafo; que les va bien juntas a Arthie y Yolanda; que el matrimonio entre Bash y Rhonda (acabo de caer: ¿Kate Nash es la cantante?) empieza a cojear; aunque no tanto como el de Cherry y Keith; que Debbie echa de menos a su hijo y se siente culpable (y gorda); que el gusanillo por actuar hace mella en Sheila; que el resto de chicas están ahí de fondo sin molestar pero sin acaparar focos: de mayor a menor medida, y más en plan de rellenar bagaje cómico, Carmen (aunque ella siempre con un trasfondo más tierno), Melanie, Jenny, las casi mellizas "abuelas" Stacey y Dawn o la vikinga Reggie.
Con indicar que lo más interesante de esta primera parte de la temporada son los problemas de espalda de Tammy y que el mejor personaje es el secundario comediante Bobby Barnes (Kevin Cahoon) y su espectáculo imitando a Bárbara Streisand y Liza Minelly se dice todo...
Por suerte, a partir del quinto episodio, Freaky Tuesday, se da el vuelco que la temporada necesitaba, precisamente con la lesión de Tammy como punto de partida. En la que se suponía que iba a ser última representación de los tres meses de estancia en el casino, las chicas deciden intercambiarse los papeles entre ellas, para disgusto de un Bash cada vez más en plan despreciable y despótico (como le pasara en la temporada anterior a Sam, ahora más diluido en su papel de cascarrabias).
No sé si es la vuelta de las peleas o la reaparición de Justine, que acaba de terminar su primer guion, o que todos lo anterior estaba diseñado a modo de prolegómenos para desencadenar los principales nudos dramáticos, pero el caso es que la temporada aprieta el acelerador y no se detiene hasta el final, con momentos entrañables como los que protagonizan en su excursión por el desierto en los que vemos que el éxito de las chicas es su unión (que hace la fuerza) y su amistad. Descolla entonces la evolución de Sheila, que se aparta de su máscara de loba, al estar dispuesta a demostrar su verdadero potencial, sin pretextos ni disfraces.
También me gusta que de pronto algunos personajes te dejen desconcertado. Por ejemplo, Sam se cansa de los vaivenes y devaneos de Ruth y vuelve a Los Ángeles con su hija para tratar de vender el guion de Justine. Debbie se echa un novio ranchero forrado, J.J. 'Tex' (Toby Huss) y mitiga su sentimiento de culpa trayéndose a su hijo, aunque cuando parece que él no es el típico machista cuadriculado que se podría presuponer, cuando ella atisba que es minusvalorada por él, al ser considerada como mujer florero que le hace quedar mejor en las cenas de negocios, se animará a quitarle el negocio de comprar una productora de televisión.
Tenemos momentos visuales estupendos que hablan de que no todo reside en unos sólidos personajes, como la escena inicial del episodio 8, Keep ridin', en el que en un par de minutos te hacen una maravillosa elipsis de varios meses, una vez que les amplían el show, enfocándonos a una Ruth desolada desmaquillándose a cámara lenta, mientras el resto de las chicas son desenfadadas a cámara rápida, mostrándonos esa exitosa repetición, algo que habla del estancamiento y la decepción de la animosa Ruth ahora que se ha ido Sam (quien sufre un amago de infarto pero no hace caso a las señales).
La estocada le llega por parte del propio Sam, aunque de manera indirecta, cuando la llama para hacer un casting en un papel de la peli de Justine y tanto ella como los otros directivos prefieren a otra actriz. Otro que sufre de lo lindo es Bash, primero por la visita de su estricta y gélida madre Birdie (que da el visto bueno a Rhonda en contra de lo previsto y desbloquea su fideicomiso: genial Elizabeth Perkins) y, sobre todo, por sus cada vez más evidentes inclinaciones homosexuales que no acepta.
Todo está muy bien entremezclado, con momentos emocionantes como el espectáculo Libertine Ball que organiza Bobby Barnes para recaudar fondos en la lucha contra el sida (recordemos: años 80, tema tabú a más no poder) y para defender los derechos LGTBi, algo que ocasiona un repunte homófobo que acaba en incendio, en parte por la publicidad que había conseguido Debbie, en su primer apunte para despuntar en su faceta de productora.
Y qué decir de ese último espectáculo, en el que Carmen convence a Ruth para montar un espectáculo especial para celebrar la Navidad: nunca antes Cuento de Navidad fue tan divertido, en esa versión lucha libre que montan las chicas. Una Carmen que ha decidido marcharse con su hermano para explorar y explotar más sus habilidades en la lucha libre, ya que con las chicas está estancada. Algo similar ocurre con Ruth, que no acepta la propuesta de Debbie para dirigir Glow porque no se da por vencida en su sueño de ser actriz.
¿Habrá cuarta temporada y veremos los avatares de nuestras protagonistas en esta nueva aventura televisiva que han procurado Bash y Debbie?, ¿tendremos más líneas paralelas, además de la de Sam y Justine, con Ruth de nuevo enfrentándose a castings? Netflix no suele ser dada a cuartas temporadas y asusta la poca relevancia de esta serie infravalorada en parte por su tema inicial y en parte por las fechas veraniegas. Así como en la primera temporada decía que el 8,1 de IMDb me parecía una nota exagerada, ahora el 8,0 me parece incluso una nota escasa.
Comentarios
Besos
Dale una oportunidad, que ya verás que es mucho más que lucha libre.
Besos