(Netflix. 10 episodios: 01/12/2017) |
Contiene spoilers
(aunque debería haber una fecha de caducidad para considerarse spoilers, ahí lo dejo)
Probablemente, se conoce más a Dark como la pariente alemana de Stranger Things, supongo que en un intento de simplificar de qué va esta serie. Y no se trata de una afortunada comparación, si obviamos la obviedad de que cualquier comparación es odiosa, porque puestos a ello, a mí me sale a bote pronto una mayor relación con otra serie europea, la francesa Les Revenants, en tanto que comparten y transmiten una sensación de desasosiego en muchas ocasiones relacionada con una climatología neblinosa/lluviosa y que hay abundancia de personajes complejos y las explicaciones tardan en ser encontradas.
Más allá de los referentes, hay que quedarse con que tenemos una serie de las buenas, de las que enganchan, de las que te disparan la imaginación y las teorías sobre lo que está pasando o puede pasar, con otros aspectos que la hacen más que recomendable: una banda sonora que va acorde con esa sensación de incertidumbre, de tensión, de intriga y casi miedo, y una fotografía que explota muy bien esa pequeña ciudad de Winden, cuya principal riqueza es la central nuclear de al lado.
Además, claro está, de una galería de personajes tirando a fascinantes, algunos por los secretos que encierran, otros por las acciones que emprenden. Esa, por otra parte, es una de las mayores dificultades que encierra esta ficción: la nómina es tan amplia e intrincada, que es casi hasta recomendable tener a mano una guía (por ejemplo esta de aquí). Pero no una guía cualquiera, no, sino una guía genealógica, puesto que lo que se nos cuenta está directamente relacionado con hechos que sucedieron 33 años antes: 2019, 1986 (y después averiguaremos que también 1953).
A eso le podemos añadir una buena dosis de guiños, de detalles y de simbolismos, de esos que llevan a los fans a teorizar y armar sus propias hipótesis. La teoría del eterno regreso, de lo conectado que está el tiempo, en una especie de bucle que conecta pasado (1953), presente (1986) y futuro (2019), da pie a que armemos construcciones argumentísticas que se ven reforzadas por unos personajes que vemos en distintos momentos temporales.
Vayamos paso a paso: y el primero que vemos en la serie es el suicidio de Michael Kahnwald, de 43 años de edad, que decide quitarse la vida ahorcándose. Michael, casado con la masoterapeuta Hannah Kanhwald (Maja Schöne), padre del estudiante Jonas Kanhwald (Louis Hofmann) e hijo de la ex enfermera Ines Kanhwald (Angela Winkler).
Meses después de este suicidio, su hijo Jonas vuelve a la escuela de secundaria, donde solo sabe la verdad de lo que le ha sucedido (tratamiento psicológico y no un viaje a Francia) su adinerado amigo Bartosz Tiedemann (Paul Lux).
Efectuemos un inciso para ir con la segunda familia importante de la serie, tras los Kanhwald: los Tiedemann, desde el vástago más pequeño hasta su ascendiente mayor, estarían conformados por su madre Regina Tiedemann (Deborah Kaufmann), que regenta un hotel sin mucho tránsito; su padre, Aleksander Tiedemann (Peter Benedict), director en la actualidad de la central nuclear; su abuela Claudia Tiedemann (Liza Kreuzer), madre de Regina, que fue también directora de la central en 1986, y que tardará unos episodios en aparecer en 2019.
La tercera familia sería la formada por los Doppler: la adolescente y empollona Franziska (Gina Stiebitz) y la niña sordomuda Elisabeth, hijas de la inspectora de policía Charlotte (Karoline Eichhorn) y de Peter Doppler (Stephan Kampwirth), psicólogo de Jonas e hijo del aparentemente senil Helge Doppler (Hermann Beyer).
Por último, quedan los más numerosos, los Nielsen, que van así desde el más pequeño y el que inicia los acontecimientos temporales: Mikkel (Daan Lennard Liebrenz), aspirante a mago; los adolescentes Martha (Lisa Vicari) y Magnus (Mortitz Jahn), la primera ennoviada con Bartosz tras haberse besado en el verano con Jonas, y el segundo que acaba enrollándose con Franziska, pero sin perder de forma su flequillo oblicuo; su madre Katharina (Jördis Triebel), actual directora de la escuela; su padre Ulrich Nielsen (Oliver Masucci), oficial de policía; su abuela Jana (Tatja Seibt) y su abuelo Tronte (Walter Kreye), ambos marcados por otra desaparición 33 años antes, la de su hijo Mads, hermano pequeño de Ulrich.
Fin del lioso inciso, y eso que me he dejado muchos personajes incluso de las cuatro familias principales de Winden. Añado como otro elemento destacado el eventual narrador casi externo que inicia el relato y que luego descubrimos que es el relojero y científico H.G. Tanhauss (Cristian Steyer), autor además del libro que teoriza sobre la relación entre pasado, presente y futuro y que pone en práctica con la máquina del tiempo portátil; habría que hablar del misterioso y grimoso Noah (Mark Wasche), ataviado con atuendos de cura pese a su proclamado ateísmo, y su antagonista, en principio parece que menos oscuro y tétrico, el extraño (Andreas Pietschann), que hacia el final descubriremos que es el propio Jonas, algo que nos prefigura ese final en el que por lo visto las teorías de los tres tiempos estaba equivocada, ya que hay un cuarto, presuntamente en 2052.
El lío está servido por la profusión de lazos familiares y rollos amorosos. Tenemos una reedición del romance tía-sobrino Daenerys-Jon con Jonás y Martha, gracias a la revelación de que Michael y Mikkel son la misma persona, tenemos al policía Egon Tiedemann, padre de Claudia, con ojeriza casi irracional hacia Ulrich; tenemos al títere de Helge Doppler, a quien no acierta a matar Ulrich (aunque soy de la teoría que no hubiera cambiado nada en el plano actual) en el 53; tenemos el relevante papel de la perrita de la niña Claudia en el 53 que se encuentra la Claudia del 86 y que le lleva a entender el misterio de la cueva, el agujero negro y la conexión con los bidones radioactivos; tenemos a dos personajes que hagan lo que hagan siempre meten la pata, como son la mentirosa y retorcida Hannah, enamorada de Ulrich; y el propio Ulrich, ese padre coraje cuya impulsividad le lleva a estar detenido en el 53 y detonar la baja autoestima de Helge.
En fin, que este viernes tendremos la continuación de este rompecabezas con la segunda temporada, que añadirá una variable más, un futuro postapocalíptico provocado por la intervención del Jonas adulto, siempre dos pasos por detrás del maquiavélico (es de suponer por sus planes mesiánicos) Noah (en quien algunos pensamos que puede estar detrás Bartostz, visto que una misma persona puede hablar consigo mismo con su yo del pasado o futuro sin que implosione el universo).
Ojalá que no pase como en la ya mencionada Les Revenants, que se perdió en una infumable y pseudofilosófica segunda temporada, y las explicaciones no nos lleven a un terreno fangoso, o que estas sean poco satisfactorias con tal de seguir estirando un chicle de 132 años de duración. Ojalá que aparentes cabos sueltos o personajes sin demasiada trascendencia, como pasa con casi todos los adolescentes del 2019, acaben teniendo su papel en este mecanismo de relojería tan explosivo.
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