(HBO. 8 episodios: 14/01/19 - 24/02/19) |
A pesar de que empezaba con un primer episodio que auguraba una temporada al nivel de la primera, con menciones sobresalientes a la muerte de Steve McQueen y a la luna, lo cierto es que tampoco podemos decir que esta tercera es, ni mucho menos, redonda. Mejor que la segunda (demasiado liosa), algo peor que la primera (pero solo algo: de hecho mi tesis vendría a ser que incluso la temporada de Marty y Rust está demasiado sobrevalorada).
Otro de los puntos fuertes, sin duda, es el poderío de las actuaciones de los protagonistas: los detectives Wayne Hays (Mahershala Ali) y Roland West (Stephen Dorff, que para mi gusto incluso está por encima del aclamado y oscarizado Ali). Con el primero, por fin tenemos un personaje que no es un robot programado para disertar reflexiones filosóficas, sino que es un tipo humilde, sin formación, que estuvo en Vietnam de rastreador, donde lo pasó bastante mal para sobrevivir y quedó tocado. El segundo tampoco seguirá las sendas de Rusty o de cualquiera de los personajes de la segunda temporada, cuyas bocas emitían tratados de oratoria; es más basto, más áspero, más creíble. En este caso, las líneas temporales benefician el desarrollo de sus personalidades.
Otros personajes importantes son Amelia (Carmen Ejogo), la profesora del pueblo donde han desaparecido los hijos de Tom Purcell (Scoot McNairy), un modesto mecánico casado sin mucha fortuna con Lucy (Mamie Gummer: extraña un tanto que no aparezca tanto, no sabemos si porque su personaje es detestable o por otras razones); y para de contar, el resto son bastante secundarios o irrelevantes: mr. Hoyt, Harris, Henry o Becca.
El barroquismo marca de la casa de Pizzolatto nos llega desde la triple escala cronológica: los hechos en los 80, con el asesinato del niño y la desaparición de Julie; la reapertura del caso en los 90, con West ascendido y Wayne defenestrado; y en 2015, con Amelia muerta, a raíz de la investigación de una periodista que entrevista a un Wayne que roza el alzheimer. Lo mejor de todo es el recurso de los retrovisores, cómo nos trasladan de una época a otra con un golpe de cámara. Bueno, y el trabajo con el maquillaje, muy bien logradas las caracterizaciones de Hays y West en su senectud.
No es tanta decepción como algunos han pintado, aunque sí que sobran muchos minutos e incluso capítulos (hubiera sido una excelente miniserie de 4 ó 5 episodios), algo que habla de una investigación que empieza por todo lo alto pero que va perdiendo fuelle e interés, por más que mencionen a los detectives de la primera temporada o que se sugiera un poder oculto en los hechos o la factura de producción esté acorde a la excelente intro. Sin embargo, el ritmo se espesa demasiado, sobre todo cuando nos dan a conocer datos no excesivamente interesantes sobre el matrimonio entre Amelia y Wayne.
El final semi feliz para Julie es un respiro que se agradece, sobre todo por la manera de presentárnoslo, por medio de la visión de la bellísima Amelia y la duda de si al final Wayne recordará haber visto a Julie viva. A la serie le pesa demasiado la losa de los (excesivos) elogios de la primera temporada y le sobran aspectos que la alejan de que la podamos considerar un referente en cuanto a ficción policiaca.
Otros personajes importantes son Amelia (Carmen Ejogo), la profesora del pueblo donde han desaparecido los hijos de Tom Purcell (Scoot McNairy), un modesto mecánico casado sin mucha fortuna con Lucy (Mamie Gummer: extraña un tanto que no aparezca tanto, no sabemos si porque su personaje es detestable o por otras razones); y para de contar, el resto son bastante secundarios o irrelevantes: mr. Hoyt, Harris, Henry o Becca.
El barroquismo marca de la casa de Pizzolatto nos llega desde la triple escala cronológica: los hechos en los 80, con el asesinato del niño y la desaparición de Julie; la reapertura del caso en los 90, con West ascendido y Wayne defenestrado; y en 2015, con Amelia muerta, a raíz de la investigación de una periodista que entrevista a un Wayne que roza el alzheimer. Lo mejor de todo es el recurso de los retrovisores, cómo nos trasladan de una época a otra con un golpe de cámara. Bueno, y el trabajo con el maquillaje, muy bien logradas las caracterizaciones de Hays y West en su senectud.
No es tanta decepción como algunos han pintado, aunque sí que sobran muchos minutos e incluso capítulos (hubiera sido una excelente miniserie de 4 ó 5 episodios), algo que habla de una investigación que empieza por todo lo alto pero que va perdiendo fuelle e interés, por más que mencionen a los detectives de la primera temporada o que se sugiera un poder oculto en los hechos o la factura de producción esté acorde a la excelente intro. Sin embargo, el ritmo se espesa demasiado, sobre todo cuando nos dan a conocer datos no excesivamente interesantes sobre el matrimonio entre Amelia y Wayne.
El final semi feliz para Julie es un respiro que se agradece, sobre todo por la manera de presentárnoslo, por medio de la visión de la bellísima Amelia y la duda de si al final Wayne recordará haber visto a Julie viva. A la serie le pesa demasiado la losa de los (excesivos) elogios de la primera temporada y le sobran aspectos que la alejan de que la podamos considerar un referente en cuanto a ficción policiaca.
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