(Netflix. 10 episodios: 26/10/2018) |
Contiene spoilers
A medio camino entre un drama sobrenatural y un drama adolescente, Las escalofriantes aventuras (etc) incurre en que no termina por romper hacia ningún lado y se queda como mis tres primeras palabras de la entrada: a medio camino. Le pasa con los personajes, desarrollados a medias, incluso con la propia Sabrina, esa chica a punto de cumplir 16 años que tendrá que escoger entre su mitad humana y su mitad bruja. Le pasa con el pasado de la historia, esos Spellman padre y madre de quienes no sabemos por qué están muertos. Si aceptamos la versión oficial, murieron en un accidente de avión; si no la aceptamos, parece que una conspiración del propio Demonio ha sido el causante.
Sea como sea, ningún personaje cuaja por completo: unos porque se quedan en el cascarón de su simplismo (Harvey Kinkle, el atontado hijo de familia de cazadores de brujas, el pérfido padre Faustus o la intrépida Rosalind Walker), otros porque no llegan a más (la propia Sabrina, Prudence o Ambroce), y los que quedan porque al final ni fu ni fa (las tías Zelda o Hilda). Solo salvaría a la manipuladora Mary Wardwell / Madam Satán, el único personaje interesante o con distintos perfiles.
Es inevitable compararla con la versión más adolescente y naif, cuando Sabrina era humorística sin más pretensiones. Las tías no son tan divertidas y Salem hablaba. Aquí Salem es un objeto más bien decorativo. Pasado 1 - Presente 0. No estaba mal el tono más oscuro y serio, pero no pasa el corte de ir más allá de entretenimiento adolescente.
Si la premisa de la trama resultaba interesante, Sabrina (Kiernan Shipka, a quien comparan con Emma Watson) no impresiona por sus poderes de brujería. No me disgusta que los poderes estén relacionados con la utilización del lenguaje (latín, claro), pero no queda del todo claro que sea tan poderosa como debería.
Las tías Hilda (Lucy Davis) y Zelda (Miranda Otto) van ganando relevancia a medida que transcurren los episodios, superando la imagen más frívola y alocada de los años 90. La primera cae mejor que la segunda, en parte porque es más bonachona y afable, aunque la segunda tiene más miga que la primera, entre que quiere (ser respetada y mantener el nombre de los Spellman) y no puede (no puede ser tan diabólica como otros adoradores del diablo) y también porque su relación fraternal bebe mucho de la de Caín y Abel de Sandman.
Un personaje que ha caído muy bien es Ambrose (Chance Perdomo), creo que el primo de Sabrina, encerrado en la casa por un castigo, enrollado con su prima y con un chico que le mola, pero su personaje se queda estancado, en detrimento de las amigas Rosalind (Jaz Sinclair) y Susan (Lachlan Watson), asociadas a su vez al pamplinas de Harvey (Ross Lynch). Lo humano y lo sobrenatural forman barreras muy difuminadas en todo momento.
Más gracia tiene el sector diabólico, salvo las amigas brujas comandadas por Prudence (Tati Gabrielle), que son el topicazo mayor de la serie, las típicas maltratadoras chulitas que odian a la nueva y mestiza. El jefe Faustus (Richard Coyle), sin embargo, no tiene nada que hacer con Madam Satán (Michelle Gomez), la verdadera mala de la película (y la que más mola, porque manipula lo que le da la gana).
Otra de las pegas es que el final de la serie está muy condicionado con la continuación, dejándolo abierto para la segunda temporada, con una Sabrina que al final ha tenido que escoger el camino de las brujas, con lo que la decepción es bastante considerable.
Es inevitable compararla con la versión más adolescente y naif, cuando Sabrina era humorística sin más pretensiones. Las tías no son tan divertidas y Salem hablaba. Aquí Salem es un objeto más bien decorativo. Pasado 1 - Presente 0. No estaba mal el tono más oscuro y serio, pero no pasa el corte de ir más allá de entretenimiento adolescente.
Si la premisa de la trama resultaba interesante, Sabrina (Kiernan Shipka, a quien comparan con Emma Watson) no impresiona por sus poderes de brujería. No me disgusta que los poderes estén relacionados con la utilización del lenguaje (latín, claro), pero no queda del todo claro que sea tan poderosa como debería.
Las tías Hilda (Lucy Davis) y Zelda (Miranda Otto) van ganando relevancia a medida que transcurren los episodios, superando la imagen más frívola y alocada de los años 90. La primera cae mejor que la segunda, en parte porque es más bonachona y afable, aunque la segunda tiene más miga que la primera, entre que quiere (ser respetada y mantener el nombre de los Spellman) y no puede (no puede ser tan diabólica como otros adoradores del diablo) y también porque su relación fraternal bebe mucho de la de Caín y Abel de Sandman.
Un personaje que ha caído muy bien es Ambrose (Chance Perdomo), creo que el primo de Sabrina, encerrado en la casa por un castigo, enrollado con su prima y con un chico que le mola, pero su personaje se queda estancado, en detrimento de las amigas Rosalind (Jaz Sinclair) y Susan (Lachlan Watson), asociadas a su vez al pamplinas de Harvey (Ross Lynch). Lo humano y lo sobrenatural forman barreras muy difuminadas en todo momento.
Más gracia tiene el sector diabólico, salvo las amigas brujas comandadas por Prudence (Tati Gabrielle), que son el topicazo mayor de la serie, las típicas maltratadoras chulitas que odian a la nueva y mestiza. El jefe Faustus (Richard Coyle), sin embargo, no tiene nada que hacer con Madam Satán (Michelle Gomez), la verdadera mala de la película (y la que más mola, porque manipula lo que le da la gana).
Otra de las pegas es que el final de la serie está muy condicionado con la continuación, dejándolo abierto para la segunda temporada, con una Sabrina que al final ha tenido que escoger el camino de las brujas, con lo que la decepción es bastante considerable.
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