(132 páginas. 15€. Año de edición: 2018) |
Señores espectadores: quedan detenidos como sospechosos, cómplices o testigos de un articidio en primer grado. Tienen derecho a reír, llorar, emocionarse, tararear las canciones y no desvelar a nadie el final de Crimen y telón.
El Teatro ha muerto y el detective Noir tiene que descubrir al asesino antes que la Agencia Anti Arte desvele el secreto de su oscuro pasado. Para ello recorrerá la historia del Teatro en busca de verdades ocultas mientras una red de misteriosos personajes conspiran en la sombra…
Un homenaje al teatro universal con forma de thriller de género negro, ambientado en un cercano futuro en que las artes están prohibidas. Una investigación contrarreloj en que el asesino podría ser cualquiera. Incluso ustedes, señores espectadores.
No cabe duda de que siempre que lees teatro, estás leyendo una pequeña parte de la realización total. Estoy convencido de que esta obra debe de tener muchas más posibilidades que con su mera lectura, aunque ya con el juego metateatral han conseguido el objetivo de reflexionar sobre la función de ese arte universal.
Leyendo, quizás te abruma el ritmo trepidante, ese suicidio o asesinato de Teatro (un personaje más, de hecho un personaje en búsqueda y captura) y su consiguiente investigación, todo ello ubicado en un tiempo futuro en el que el Poder ha restringido casi por completo cualquier manifestación artística.
Es una lástima que pronto se olvide esa premisa de que estamos en una época futura en la que la Tierra es Ciudad Tierra, el medio ambiente es sustituido por una simulación informática y los tres pilares fundamentales desde el año 2032 son el entretenimiento absoluto, el gasto extremo y el bienestar obligatorio. Salvo momentos contados en los que se habla de esa persecución a todo aquello que presuponga crítica, o aciertos como la lectura de derechos en ese futuro ("Tiene derecho a no tener derecho"), nos adentramos con complejos análisis, por medio de flashbacks representados, de lo que supone esa figura mítica que nos ha acompañado desde hace tantos siglos.
O si no se olvida, se torna al menos embarullada, demasiado precipitada. El detective Noir, protagonista, vive una introspección al mismo tiempo que dura la investigación, y es que casi desde el principio desaparece el cuerpo de Teatro, que había aparecido colgado ("Señores, el Teatro ha muerto", proclamará Noir). Él, un exversoadicto, aunque choca con el teniente Blanco (un personaje mucho más plano y menos interesante), acaba teniendo coincidencias. y al mismo tiempo que vamos averiguando el paradero del Teatro, vamos viendo que las renuncias de Noir para mantenerse en la sociedad son impostadas. El aroma a detective de cine clásico negro rezuma en Noir, aunque por momentos irá perdiendo esa esencia chulesca o de alguien que confía en sí mismo.
Son muchos los aciertos y muchos los momentos significativos. Pasamos de la prosa del inicio al verso del final, de la escena del crimen (escena I) a Teatro ex machina (escena 9), pasando del rito al mito (II), sombras del callejón (1 y 2, escenas III y V, respectivamente), odisea (IV), los secuaces (VI), siglo de oro (VII) y cluedo (VIII); encontraremos músicos callejeros, a Edipo, a Comedio y Tragedio, el espectro del padre de Hamlet, a Julieta, la Dama Duende, Lady Macbeth, Laurencia, franceses, ingleses y españoles reclamando que el suyo es el mejor teatral de todos; incluso los técnico de luces, técnico de sonido y regidor aparecerán como personajes.
Habiendo leído teatro experimental, tanto de los años 70/80 como de los 90 o principios de siglo XXI, los presupuestos novedosos que aparecen en esta obra me parecen incluso superiores porque al menos se mantiene esa identidad de aunar diálogo con acción, aunque es verdad que al final nos quedamos más en el plano dialéctico y en realidad la obra entera es una excusa para reflexionar sobre lo que es o lo que representa el teatro.
Me sobran, quizá, los apéndices (Artecorrido, Los embajadores, Nota de voz) y también quizá se pierde en reivindicaciones (se viene a decir al final que el Teatro está al servicio del Poder), aunque el lenguaje por momentos es rotundo, sonoro y lleno de resonancias. En general, son mucho más los aciertos, como la jerga teatral neutralizada por los antiarte, o que los camellos trafiquen con obras literarias o la relación del Teatro con la Poesía. Sin darte cuenta, te da un repaso por las etapas del teatro y todo ello con un lenguaje detectivesco que atrapa desde el primer momento.
Un libro, vaya, utilizable para un 4º de la ESO, que puede adquirir nociones del género dramático casi sin darse cuenta.
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Un abrazo