En mi casa no entra un gato. Pedro Zuazua Gil. Duomo

(272 páginas. 14,15€. Año de edición: 2018)
Para quien tiene un gato (o dos, o más...) o para quien tenga intención de añadir algo de pelos, maullidos, un punto de mala leche a sus vidas y una experiencia incomparable, este libro debería pasar por tus manos, como bien recomienda Elvira Lindo en el prólogo.

No se trata de una novela, ni mucho menos, aunque tengamos un espacio definido (el piso de Madrid del autor) y a dos personajes centrales: el narrador, el propio Pedro Zuazua, un ovetense que siempre ha afirmado que en su casa no entraba un gato, y la adorable y mimada Mía, que pronto se convertirá en la propietaria del piso de Pedro. Faltaría el requisito del tiempo (no se cuentan las cosas de forma lineal, los episodios están distribuidos un poco de forma aleatoria, según lo que se quiera contar) y el de la acción, que tampoco compone una trama definida más allá de momentos en la vida de un soltero que adopta a una gatita.

Más cerca de tratarse de un diario, este libro trata con mucho sentido del humor la convivencia con un minino, un ser que no tiene nada que ver con un perro. Y también valdría como una guía para recibir consejos o trucos o experiencias propias. Que si el rato de jugar para compensar el aburrimiento del felino cuando su propietario está fuera trabajando, que si los (fallidos) intentos para que no rasque el sofá, que si vayas donde vayas, no te olvides el Feliway (un difusor de feromonas que tranquilizan a los gatos) y su cojín favorito...

No faltan listados de libros (he echado de menos la referencia a los capítulos dedicados a los gatos en Sandman, de Neil Gaiman) y canciones sobre gatos, la relación de Mía con la madre de Pedro cuando la lleva a Oviedo, las consultas de un padre primerizo algo hipocondriaco y asustadizo (Irene, de hecho, disfrutó aún más el libro porque me veía reflejado, total, solo las mimo y malcrío un poco...) con la amiga veterinaria, Vero, y varias anécdotas relatadas con bastante gracia. Además, dos capítulos son las experiencias de otras personas con gatos (Pancho Varona y Paloma Abad).

El mayor pero que le pongo, más allá de ese desorden cronológico o que falte un cierre más emotivo o contundente, es que sea un poco repetitivo. Vale que la procedencia del material narrativo provenga de un blog, pero se podrían haber hecho algunas revisiones para no repetir casi palabra por palabra algunas cosillas. 

De todas maneras, es un pero que no empaña una lectura amena y entrañable, que te lleva a buscar a tu mascota y pensar que sí, Mía es preciosa, pero Puka (y Duma) lo son más. Y más suyas. Porque otra cosa no, pero especiales, anda que no lo son. Como dice en el libro, no hay una misma ruta transitada por dos gatos. Cada uno elige el suyo, como elige el lugar donde va a dormir (ahora mismo, Puka ha elegido ponerse delante de mi teclado). 

Se trata, vaya, de un buen aperitivo para adentrarte en terrenos literarios protagonizados por gatos. Queremos más libros que nos hablen de ellos, que nos hagan disfrutar con esos procederes que les retrotraen miles de años (a Zuazua, en su curso on line que hizo, se lo enseñaron) y que no les ha hecho perder ese instinto cazador que les lleva a distraerse con el vuelo de una mosca. Ah. Se agradece que no incluya en ningún momento el manido dicho de "la curiosidad mató al gato".

(Imposible no hacer una foto para plasmar el momento de realización de la entrada...)


Comentarios

Marian ha dicho que…
En la mía hace tiempo que no entra un felino, pero entraron entraron...
me parece curioso el libro y es que a mí todo lo gatuno me encanta
Saludos
Juliiiii ha dicho que…
Son un universo propio, normal que nos encante todo lo gatuno ;)