Un andar solitario entre la gente. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral

(496 páginas. 21,90€. Año de edición: 2018)
Después de un periodo de lecturas obligatorias alejadas del ocio, necesitaba una novela que no fuera como esta. De hecho, casi seguro que mi opinión respecto a ella variaría si no hubiera estado tan cansado o tan necesitado de leer algo más liviano, más entretenido, más canónico incluso. Posiblemente, no estaba preparado para esta sucesión de páginas sin apenas hilazón argumental.

Es difícil definir este libro. Como he leído por ahí, no se trata de un ensayo, pero tampoco llega a ser una novela. El narrador, que fluctúa entre la primera y la tercera persona, a veces parece una anécdota más, como todo lo que se cuenta. Muy fragmentariamente, se nos presentan, sobre todo al principio, una profusión de anuncios, titulares (algunas noticias se desarrollan), grabaciones hechas con el iPhone...

Desde el principio, me tira para atrás (y yo entiendo que esto es una absurdez mía) que los párrafos no estén justificados. Poco a poco, me voy acostumbrando a que cada secuencia narrativa venga rotulada en negrita con una frase que no tiene por qué tener que ver con lo que se presente después (Escúchame estoy en tu cabeza, Porque no tenemos sueños baratos, Algo extraordinario cada día, El atractivo de tu edad...). Tardo en coger el hilo, pero me doy unas páginas más de margen. Al menos, las secuencias son breves, y algunas veces se habla de Poe, de Baudelaire, de Walter Benjamin, de Lorca, de Melville...

Es cierto que hay páginas mejores, y que muchas frases son deslumbrantes ("Hay una extraña esterilidad en un cuerpo que no se roza con otros"). Pero cómo cuesta avanzar, es de estos libros que tienes que dejar cada dos por tres porque te abruman, y cuando lo miras por encima ves que tu señal todavía está lejos de llegar a la mitad, todavía no llegas a la cien, o incluso cuando ya lo superas, el grosor de lo que te resta te supone una heroicidad.

Casi el único foco de interés, a nivel argumental, sucede cuando el narrador (en estas ocasiones en primera persona) se encuentra con un personaje casi aleatoriamente, en el Café Comercial (buena parte de la acción ocurre en Madrid, aunque la segunda parte, ya menos entrecortada, el peso se lo llevan las calles de Nueva York). Si no me he enterado mal, es como si el narrador (podemos presuponer que Muñoz Molina) se fundiera en este personaje, y de ahí la tercera persona de otros fragmentos, un personaje extraño que se dedica a recoger todo tipo de palabras que le llegan a su alrededor, en especial cuando está caminando.

De ahí las referencias al estudio personal improvisado, a esos cuadernos que rellena con lápices que se van desgastando y que va guardando, a esos recortes que va pegando, a esas grabaciones de todo lo que le rodea. Pero más que el proyecto en sí, me atraía ese extraño azar que les lleva a encontrarse, ese atisbo de intriga que luego no va más allá.

También (supongo que el morbo, ese instinto tomatero que todos llevamos dentro) me resultaban atractivos los pasajes en los que la mujer del narrador hacía acto de presencia (no se la nombra, pero es de suponer que Elvira Lindo), quizás los más bellos del libro, aunque esa manía de referirse con vulgaridad al sexo, "echar polvos" ("En los primeros tiempos yo apuntaba cada uno de nuestros encuentros y de nuestros polvos"), me dejaba un poco desconcertado, como desconcertado me deja que alguien al que se presupone tímido y huraño revele detalles tan íntimos de su vida en pareja. Supongo que será como el típico ejemplo del retraído que luego resulta un estupendo actor, desinhibido en escena.

Y, claro, quedan esos momentos que hacen de Muñoz Molina uno de los mejores escritores contemporáneos, aunque mi estado de ánimo me haya llevado más a pensar que el hombre no estaba muy inspirado y ha enhebrado, más mal que bien, toda una serie de retazos, para dar la impresión de un todo a base de trozos, un collage, que a mi modo de ver ha resultado fallido, pues parece como si no hubiera un plan maestro, sino una acumulación de datos, de ideas, y un conjunto de materiales recopilados a los que no ha sabido dar un cauce adecuado.

Comerte publicidad a montones sin ton ni son, o noticias descorazonadoras sobre los desastres medioambientales del planeta (recopiladas en la página 170), impulsadas de forma deliberada por dirigentes como Donald Trump (bastante nombrado), noticias luctuosas (al principio, un montón referidas a payasos, a gente disfrazada de payaso haciendo gamberradas), y que casi hasta la página 40 no llegue alguna anécdota más desarrollada, no ayuda a meterte en la materia. Tampoco ayudan las imágenes insertadas, en su gran mayoría retratos o daguerrotipos de los escritores mencionados, encabezados por sus iniciales, pero no se sabe a cuento de qué.

Es de estos libros que si te saltas páginas (en la segunda mitad del libro me he saltado como mínimo los momentos publicitarios) no pasa nada, no solo no está penalizado, sino que necesitas ese pequeño empujón. Y es que hasta la página 83 no llega la explicación de lo que estás leyendo: 

"A veces, si tenía un cuaderno a mano, apuntaba sin propósito frases sueltas que oía, fragmentos de conversación que con mucha frecuencia resultaban ser monólogos de gente que hablaba por teléfono. Pero aún no había empezado en serio el contagio, la manía, aún no salía a la calle con el propósito exclusivo de espiar voces". Y cita como frase de arranque la siguiente: "El gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho", que soltará ese personaje misterioso con el que se encontrará en varias ocasiones.

Si al menos el cierre hubiese sido el de la vuelta a Madrid desde Nueva York, cerrando el círculo de su proyecto escrito casi a la vez que proyectado, hablando de cómo escribe o cómo ha escrito esta novela, no me hubiera dejado tan mal sabor de boca como el que me deja cuando retoma a sus años granadinos o se refiere a otros literatos caminantes y solitarios. Creo que es un libro que no alcanza el nivel de otros suyos, y que el eclecticismo obedece a una desorientación más que a una tentativa, pero como digo, puede que sea que el momento de leer este libro no haya sido el más adecuado.

Comentarios