(Hulu. 13 episodios: 25/04/2018 - 11/07/2018) |
De necesaria e imprescindible, The Handmaid's Tale en una sola segunda temporada (alargada hasta el paroxismo) ha pasado a figurar en la categoría de segundas temporadas que no debieron de producirse. Lo que antes eran virtudes, ahora se han convertido en inconvenientes, empezando por su rutilante protagonista, esa Elizabeth Moss que ha parecido por momentos caricatura de sí misma, contradiciéndose casi de manera pertinaz en cada capítulo.
Contiene spoilers
Aunque lo cierto es que todo se tuerce en el capítulo 4, cuando tenemos una de las constantes de lo que será esta temporada: una frustración tras otra, una repetición tras otra. Cuando capturan a June, el castillo de naipes se derrumba, las ideas se agotan y volvemos a un punto de partida que nunca hubo de producirse si la segunda temporada quería ofrecernos algo distinto, si querían reivindicar un nuevo impulso a esa maravilla que es el libro.
No entiendo muy bien qué han pretendido en esta segunda temporada, la verdad, a no ser que repares en un hecho: la Moss es productora ejecutiva, la que pone la pasta para autorregalarse por ejemplo un episodio de 50 minutos mostrándonos un parto en el que nadie la asiste. Cincuenta largos y aburridos episodios con una de las principales constantes de esta segunda tanda: los eternos primeros planos de la mirada de esa June a la que empiezas a aborrecer. La exasperante lentitud de escenas nimias que no dicen nada, los flashbacks que ahora tampoco me aportan nada.
Muchos fans han aplaudido a June por contrarrestar la bofetada del comandante Wateford, pero la del repulsivo Fred era mi bofetada: por dios, ególatra de las narices, hazte a un lado para que nos cuenten algo que no sea tu cara de acelga agriada sufriendo de mil maneras diferentes. Por eso, mi particular venganza es cederle la imagen de portada de reseña a Emily. Alexis Bledel le da mil millones de vueltas en su interpretación, mucho más contenida y expresiva. A pesar de que su historia carece de verosimilitud: a ella y a Janine las devuelven de las Colonias porque faltan criadas. ¿En serio? Otro efecto lamentable de esta innecesaria vuelta de tuerca que son estos trece capítulos.
Trece capítulos que, en todo caso, se podrían haber resumido en cuatro o cinco. A cada episodio le sobra metraje, le sobran segundos (que parecen minutos) de escenas alargadas hasta que te desesperan, casi siempre con los dichos planos de nuestra doliente y contradictoria protagonista.
No quiero ni imaginar qué harán con la tercera temporada: ¿veremos cómo le cambia el gesto a June cuando tenga flatulencias o agujetas tras subir de un tirón las escaleras?; ¿las Marthas, empezando por Rita, le harán un pasillo para golpearla, después de que ellas arriesgan sus vidas para sacarla a ella y a su hija Holly/Nicole, y la absurda de June decida no subirse al furgón con Emily?; ¿volveremos a ese "tour de force" entre la indolente y descarada June y la abnegada y rastrera Serena?
No es que me interese ya demasiado el arco de Serena, una mujer que sí, se sacrifica por primera vez en el sentido de que renuncia a algo que ama, la bebé de June, pero que ha hecho demasiado mal como para que la redención sea posible. Eso sí, Yvonne Strahovski le da mil millones de vueltas a la Moss, y eso que su papel es mucho más ingrato.
Recapitulando: la rebeldía de June ya estaba marcada en la primera temporada y en esta lo único que nos sorprende es que sus gestos de insubordinación no sean castigados con la dureza que recibe Serena con la pérdida de un dedo por leer un pasaje de la Biblia. El carácter pusilánime y vil de Fred ya lo conocíamos aunque todavía no lo había puesto en práctica con su mujer, a la que castiga en un par de ocasiones administrándole la justicia poética que ella misma se había buscado. Nick no pasa de abnegado sufridor, y la esposa que le adjudican, Eden (Sydney Sweeney), es una aburrida religiosa hasta que deja de serlo de repente por amor y se fuga con el guardián de la casa (por lo cual son castigados de la manera habitual, ninguna novedad al frente).
Algunos me dirán para contradecirme que pasan cosas: Emily le asesta una puñalada a la tía Lydia (pobre Ann Down, otra actriz muy superior a la Moss, primero en The Leftovers y luego aquí, vaya manera de asesinar a sus personajes) y sí, es la acción que todos hemos disfrutado, pero no, que las consecuencias sean ninguna no cuela, como no cuela la ayuda "inesperada" que recibe de su nuevo señor, Lawrence (el mérito de Bradley Whitford es no saber si es repulsivo o no), un personaje poco explicado porque no hay dios gileadiano que se lo crea: díscolo, alternativo, con cuadros y libros en su casa, escuchando música sin ocultarse, tratando a su criada como una igual.
Poco más, porque Luke y Moira desaparecen (algo que agradezco) en no sé qué episodio y de Canadá no vuelven a haber noticias. Volvemos a ver violaciones (ya vistas), partos-fake por parte de las esposas (ya vimos el de Janine), castigos y premios por parte de Fred (como cuando le deja ver a Hannah después de violarla para inducirle el parto), y June se escapa y no se escapa al menos tres veces. Con lo buenísima que era la novela, no me creo que Margaret Atwood, colaboradora de la serie, haya tenido mucha opción en sugerir lo que hemos visto aquí. Sí, planos muy bonitos y una fotografía preciosa, pero pura cáscara vacía. El meollo por completo nos lo ofrecieron en los diez primeros episodios.
Bodrio.
Comentarios
Bueno, amiga mía, hay un sabio dicho que dice: "Segundas partes, nunca fueron buenas". Y yo añadiría este otro que se utiliza en el mundo militar: "La explotación del éxito". La unión de ambas frases dan como resultado muchas veces productos 'Bodrio' como el que comentas hoy.
Muchas gracias por tu reseña porque me pone en guardia. tenía yo ganas de esta segunda parte porque me agradó bastante la primera, pero ahora ya como que se me están quitando.
Un beso
Saludos
Un saludo