Mozart in the jungle. Temporada 3

(Amazon. 10 episodios: 10/12/2016)

Con tan solo mirar la fecha, te das cuenta de que no es una de esas series que necesites llevar al día, a pesar de que es fácil de digerir debido a su corta duración y sus escasas pretensiones. Una de ellas, quizá la principal, es acercarte la música clásica (y podríamos encontrar mejores maneras para conseguirlo).

Realmente, esta serie es Gael García Bernal y poco más. Su personaje, el maestro Rodrigo, sustenta y cimenta el 85% de todo, y a pesar de que es muy divertido, muy tierno, muy noble y muy desastroso, y a pesar de que sus defectos (su tendencia al egoísmo sobre todo, aunque no hay que descartar su melodramatismo, sus inseguridades y sus veleidades) conforma un personaje bastante redondo, aunque necesitaría un mejor acompañamiento, una distinta equiparación para que hubiese algo más.

Hei-Lai, por más que en muchas ocasiones parta separadamente de Rodrigo, es una especie de satélite suyo. La trama entre los dos (sí pero no cuando todo parece indicar que sí) es otro de los pilares narrativos, aunque eso no es lo que más importa en esta comedieta (no el romance de estos personajes, digo el guión). Si tal vez Hailey tuviera más personalidad o se supiera qué pretende (o Lola Kirke convenciera más), a lo mejor podría convertirse en otro bastión.

No hablo de los demás porque empezamos de una manera muy extraña (y extravagante): en Venecia. No me quejo porque de pronto nos encontramos con una diva de la ópera retirada, La Fiamma, ni más ni menos (reverencia) que Monica Bellucci, cuya Alessandra es muy divertida porque está como una cabra, pero por otra parte nos aleja de nuestro entorno más conocido: la familia de la Sinfónica de Nueva York. Hasta que no volvamos a la ciudad de los rascacielos sentimos una especie de extrañamiento, por más que puede que el quinto episodio, en el que sale Plácido Domingo, sea uno de los mejores (aunque solo sea por la espectacular puesta en escena para el regreso de la diva).

Mejora el rumbo de la errática serie cuando regresamos de lleno a la trama que se quedó pendiente en la temporada pasada: la huelga de la banda, el enfrentamiento con la junta, con Gloria como principal oponente (aunque no lo sea). Su romance con Thomas (el de mayor vis cómica de todo el elenco) podría ser otro eje menor.

De la banda, apenas Cynthia consigue salir de la espiral de secundario o voz de fondo. Por fin se opera de la muñeca, pese al riesgo de no volver a tocar, y del resto pues sabemos que están ahí, pero tampoco mucho más. Casi Lizzie, la amiga de Hai-ley, tiene más peso, con su puesta en escena homenajeando a una artista checa y con su empeño por sacar adelante un local en el que Hailey, de pronto, le da por ser algo más que una intérprete de oboe y quiere aprender a dirigir una orquesta. El maestro Thomas le ayudará con su propia composición.

Lo principal en cuanto a argumento le sucede a Hailey (lo dicho y su no obtención de la plaza que Betty deja libre después de su genial negociación con Gloria), pero es tan irrelevante que casi no cuenta. Y eso que al final ocurre lo que todo el mundo deseábamos: se enrolla con Rodrigo, de ahí que haya una especie de contagio de las alucinaciones del maestro. Aunque a ella se le aparece la hermana de Mozart, como variante curiosa.

El episodio de la vuelta de la sinfónica en una cárcel, contado a modo de documental (o cómo se prepararía ese documental) puede que sea el más original, aunque las piezas tocadas a los presos son de lo más desconcertante (yo si fuera preso hubiera hecho un motín, de hecho).

Lo cierto es que el final de temporada me ha terminado interesando más que los capítulos iniciales, aunque me da que me vence esa irremediable curiosidad de ver si el inestable Rodrigo terminará con la pálida Hailey más allá de saber si este encuentro que puede quedarse como fortuito. Tener presente que la serie se ha cancelado en su cuarta entrega también es otro aliciente para continuar y finalizar. Como se ve, no es gran cosa, como la serie en sí, pero es lo que hay.