Lucifer. Temporada 3

(FOX. 24 episodios: 02/10/2017 - 13/05/2018)
Contiene spoilers

De hecho, el primer spoiler son las primeras palabras de la reseña: 

... Y colorín colorado, parece que esta serie se ha terminado. 

El cúmulo de despropósitos no ha hecho sino ir en aumento, hasta el colofón final de cancelarla sin el tiempo suficiente para cerrar las tramas. Ya habíamos sufrido el hecho de alargarla como un chicle de mala manera. Mientras que su duración ideal rondaba los 13 episodios de los que constó la primera temporada, ya la segunda adolecía de muchos fallos con 18; pero no importó, y alargaron la tercera tanda hasta los 24 capítulos. Indigerible para cualquiera.

Y es que Lucifer se caracteriza por un protagonista carismático, avasallador, seductor, muy divertido (y desesperante), obsesionado con llevarle la contraria a su Padre porque está harto de sus designios y manipulaciones. La manera de conocerlo ha sido desde el principio a través del procedimental policiaco, al que ya nos habíamos acostumbrado: un asesinado casi siempre, una investigación de un par de días que solía servir a Lucifer para sus problemas personales, y entre medias el insufrible estatismo de la relación entre él y la detective Chloe Decker.

A cualquier serie no le hubiera dado con esos ingredientes más bien chuscos ni para dos telediarios, pero al Diablo le sobran cartas con las que jugar, más allá de su cara roja, de sus alas (que le son devueltas al principio de la temporada, así como despojado su rostro demoniaco) y de su invulnerabilidad (siempre que no esté la detective cerca). No la sostiene ni el resto del elenco, empezando por Chloe, más una sparring que otra cosa, quizá por culpa de la poca expresividad de Lauren German.

Amanadiel, por más que estuviera pasando la prueba de haber perdido sus alas y haberse humanizado, no pasaba de contrapunto divertido; Maze ha sufrido un proceso parecido al de Trish en Jessica Jones desvirtuándose con celos mal entendidos y metas egoístas (además de que estuvo desaparecida en los primeros episodios, es de suponer que por el embarazo de la actriz, algo que ha descompensado el inicio de temporada); Ella, la forense, muy divertida, pero también de acompañamiento; Linda siempre ha sido primero psicóloga y después amiga y siempre en términos amables, pero secundarios; Dan tres cuartas partes de lo mismo; y si bien Charlotte Richards ha sido muy bien reconducida volviendo del infierno, no era suficiente (Trixie, pese a funcionar casi siempre bien, ha quedado relegada a migajas).

La irregularidad de temporadas que duran todo el año se demuestra en los bandazos que va dando: empezábamos con un interesante adversario llamado "The sinnerman", que se movía en la sombra y parecía siempre un paso por delante de Lucifer (Chloe ni siquiera contemplaba la posibilidad de que existiera). Luego descubrimos que es ni más ni menos que Caín, el primer asesino de la historia, encubierto bajo la identidad de Marcus Pierce (Tom Welling, nuestro Superman de Smallville), que resulta ser el nuevo jefe de policía.

Dejamos el tema del Pecador para centrarnos en la maldición de Pierce, y es que su marca le impide morir, algo que ansía a toda costa y que cree posible de la mano de Chloe, visto el efecto que produce en Luci. Hay momentos muy divertidos y la cúspide está en Til Death Do Us Part (13), en el que Luci y Pierce tienen que fingir que son pareja para investigar su caso. Y de ahí pasamos al triángulo amoroso que se había sugerido desde la llegada del macizo del jefe, con una relación que va consolidándose para pasmo de Lucifer.

El sí pero no llevado al extremo o a la desesperación, cómo es posible que no avancemos y que el síndrome Luz de LunaRemington Stelle o Castle vuelva a golpear de nuevo. El perro del hortelano, el no reconocer lo evidente hasta que Chloe inesperadamente (al menos para los espectadores) acepta la propuesta de matrimonio de Pierce. A renglón seguido frenazo brusco y cambio de opinión porque resulta que había aceptado por culpa de su compañero, ya que Lucifer no es el único en negar lo evidente, que la relación entre ambos iba más allá de lo policial.

Entonces por fin empiezan a suceder cosas: Charlotte muere defendiendo a Amanadiel (y ganándose el cielo, al que le dirige el propio ángel, una vez recuperadas sus alas al defender la teoría de que Dios no tenía que ver con las cosas que les ocurren, sino a ellos mismos) y Luci se declara a Chloe, e incluso se besan.

... Y cuando por fin se ponen las cartas sobre la mesa. Y cuando por fin incluso Chloe descubre que la verdad de Lucifer no es una metáfora complicada sino la verdad. Entonces. Corte. Fundido en negro. Se acabó. Fin. Ahí te quedas, majo. Sería necesario al menos un capítulo final para darle un cierre más apropiado a lo Sense 8, pero de momento, lo cierto es el coitus interruptus que no se merecía esta serie que funcionaba bien dentro de sus (limitados) presupuestos.

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