One day at a time (Día a día). Temporada 1

(Netflix. 13 episodios: 06/01/2017)
Hay ocasiones en las que algo te sorprende, quizás porque no había expectativa alguna en ese algo. Si no fuera por una reseña en un artículo recomendando 10 series para Semana Santa, nunca me habría fijado en esta comedia de situación con aspecto a años 80, risas enlatadas y, por si fuera poco, remake de una serie de 1975. Y, sin embargo, ha resultado ser la sorpresa y la revelación de las comedias, un territorio cada vez menos frecuentado por mí porque nadie releva a las ya veteranas Big Bang Theory o Modern Family. No hay que dejarse engañar por el aspecto.

Lo primero que hay que reseñar es que para nada tira de tópicos latinos, aunque sí que se ríe mucho (para bien) del hecho de ser cubano. Pocas veces la típica serie familiar con madre en trámites de separación, con su madre al lado y dos niños (¡niños que no son el infierno!) dan tanto de sí. Pese a que de primeras Penélope Alvarez (Justina Machado) parece sobreactuada, pronto te das cuenta de que forma parte del papel de una mujer optimista, vital, positiva y muy valiente. Veterana de guerra y ahora enfermera, su sueldo es con el que tira adelante su familia.

Le da para pagar el cole privado de sus dos hijos, Elena Alvarez (Isabella Gomez, la mini Anne Hathaway latina) y Alex Alvarez (Marcel Ruiz). Su madre, Lydia Riera (Rita Moreno), ayuda en las tareas de la casa y además es apoteósica. El 80% de las risas las provoca ella, desde su aparición estelar saliendo de las cortinas que cubren su habitación, un poco a lo Cam cuando saca a la bebé Lily a lo Rey León. La "abuelita", de armas tomar, cubana de pro, coqueta como ella sola y con su particular inglés aprendido sobre la marcha tras marchar de Cuba a marchas forzadas, es el refuerzo de una familia que sale adelante con mucho sentido del humor.

Como digo, la risa de Penélope es el baluarte, pese a que su casi ex marido ha sufrido una involución muy penosa, cayendo en el alcoholismo y en la depresión por unas misiones militares cada vez más duras. Su trabajo de enfermera tiene la gratificación de un jefe blandito y achuchable, el doctor Leslie Berkowitz (Stephen Tobolowsky, Stu en Californication), un hombre al que ni su familia hace demasiado caso, aunque acabará encontrando un hueco al lado de Lydia.

Ayuda y mucho que Elenita sea de armas tomar, una muchacha concienciada con el medio ambiente y con cualquier causa perdida. Inteligente y pedante casi a partes iguales, es la única de la familia más alejada del idioma materno (hay que señalar que sí o sí hay que ver la serie en versión original. No quiero ni imaginar la pérdida de tantos matices y tantos malentendidos mezclando el español y el inglés). Sus buenas notas y su madurez y responsabilidad la avalan. Con ella, además, nos adentramos en un tema muy bien tratado: cada vez duda más de que su preferencia sexual sean los chicos. 

A lo largo de toda la temporada se va a preparar su familia para festejar sus quince años, "los quinces", una fiesta cubana que remarca el paso de niña a mujer. Pese a que al principio Elena se niega porque le parece machista y retrógrada, al ver que es una reivindicación de su madre, que la ha criado sola los últimos años, accede y se deja llevar incluso por la imaginación de su abuelita. La manera de afrontar su madre la revelación de que su hija prefiere a las chicas es una lección muy realista. Porque Penélope queda descolocada y se siente culpable por no sentirse plenamente feliz. "¿Cómo? ¿Hace 36 horas que lo sabes y no estás en frente de la carroza del Orgullo?", le espetará con humor un secundario.

Con Alex afrontamos otros problemas más adolescentes: que si el pelo, que si zapatillas de marca, que si el béisbol, que si la PS4... Pero aún está apegado a la niñez y no le importan las carantoñas, el recurrente "papito" al referirse a él, es un buen niño pese a que sea más trasto que su hermana, y además es un buen hermano, manteniendo su secreto como ella le pide. El mayor mérito de este personaje es que bordea el ser otro niño estrangulable más y no acaba siéndolo.

Falta un personaje recurrente fuera de la familia: el casero Schneider (Todd Grinnell), que pasa más tiempo en casa de los Alvarez que la propia Penélope. Normal. Le dan de comer, de cenar, le tratan bien... Este pijotero sin amor familiar pero de alta extracción social (su padre le regaló el edificio que él alquila) resultará un complemento ideal para esta (disfuncional, supongo) familia, preocupándose por llevar a Alex al béisbol o ayudando en lo que haga falta cuando la familia  cubana llega para celebrar los quinces de Elena.

Los secundarios no desmerecen: la amiga gótica de Elena, Carmen; Jill, la vendedora de coches que acabará siendo amiga de Penélope; el machista Scott y la atontada Lori, compañeros de trabajo de Penélope...

Mezcla bien la comedia con temas importantes (la homosexualidad, los malos tratos, el machismo, las secuelas y el maltrato de los militares retirados, incluso la revolución de Fidel Castro a través de la banalización de la imagen del Ché Guevara en su icónica y comercial imagen con la gorra...) sin dar la impresión de que te están administrando la dosis de moralina como ocurre en las últimas temporadas de Modern Family.

En general, transmite muy buen rollo, los personajes son humanos y tiernos e incluso hay momentos para la carcajada, llevándose la palma el episodio de los equívocos tras el descubrimiento en el ordenador de Alex de un video porno con un trío, que confluye en una escena hilarante entre Elena y el chico con el que sale. Palomitas y su hermana pequeña y "ya me encargo yo" son los ingredientes para una buena carcajada.

Incluso los dos últimos episodios, en los que el protagonismo recae sobre Victor, el padre reaparecido y aparentemente rehabilitado, pese a que es un personaje con el que es muy fácil recaer en el tópico, salen airosos. Los 13 episodios de media horita, pues, son totalmente recomendables. Al menos su primera temporada (ya está la segunda en Netflix, y parece que hay incluso una tercera en marcha) lo es. Y si te gusta Gloria Estefan (bastante desaparecida en los últimos tiempos), más aún, que la cabecera tiene una canción suya. 

Solo por el hecho de que parece hecha a medida o como reacción de Trump, ya es motivo suficiente para verla.

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