Peaky Blinders. Temporada 4

(BBC 2. 6 episodios: 15/11/2017 - 20/12/2017)
Abran paso. Vienen the fucking Peaky Blinders, señores. Qué estilazo, qué manera de pasear el palmito por las calles de Birmingham, qué porte y qué ganas de que volvieran. Si bien es cierto que se hacen muy largas las esperas entre temporadas (la 5ª está prevista para 2019, qué año más nefasto el 18: ni Game of Thrones, ni Stranger Things, ahora esta...), luego es verdad que se nota que no hay prisas ni precipitación, con guiones elaborados, tramas bien imbricadas, personajes que crecen o evolucionan de manera incontestable. Gracias, Netflix, por traérnosla tan pronto.

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Además de que ha dejado un personaje icónico y que va derechito a la nómina de clásicos en la que, a bote pronto, se me ocurren Don Draper, Walter White o Daenerys de la Tormenta, ese Tommy Shelby que siempre se guarda un as bajo la manga (o bajo esa almohada en la que apenas duerme), hay una serie de recurrentes que no desmerecen, aunque es cierto que el único imprescindible es él. Perdón. Él.

Esta temporada quizás ha tirado menos que otras de esa rutilante banda sonora (igual que  de la canción Red Right Hand, que, si no me falla la memoria, no consta en dos episodios, y en los dos últimos se versiona, una por parte de Iggy Pop y Jarvis Cocker y otra, más afortunada para mi gusto, de Laura Marling, que tiene otra pedazo de canción en este episodio: A hard rain's a-gonna fall), aunque no han faltado nombres y temazos (Heart of a dog, The Kills; Snake oil, The Foals; Stagger Lee, Nick Cave; Devil inside me, Frank Carter; o Pyramid song, Radiohead, entre otros) e incluso esa estética de videoclip con algún Shelby andando en plan fucker a cámara semilenta no aparece tanto. Es como si el tiempo pasara y nuestros héroes (¿para qué vamos a ser hipócritas de llamarlos antihéroes?) maduraran. De ahí las gafillas redondas de Thomas.

Otro acierto de la serie es agigantar las figuras de los antagonistas: el rencoroso y amargado inspector Campbell, el angustioso y repelente padre Hughes y ahora el vengativo mafioso Luca Changretta, un papel hecho a la medida del excesivo Adrien Brody. La sobreactuación puede ser un arte, como bien ejemplifica Tom Hardy y su histriónico y divertido Alfie Solomons. Las escenas que Luca comparte con Tommy y con el propio Alfie son oro puro.

Partimos donde lo dejamos con un inicio rutilante en The Noose, uno de los mejores episodios no ya empezando una temporada, sino uno de los mejores de la serie: si nos acordamos (casi ya no), Tommy había entregado a casi toda la familia a las autoridades. Y aunque había dejado garantías para que no les pasara nada, están a punto de ajusticiar a Arthur, a John, a Michael y a Polly, que están, nunca mejor dicho, con la soga al cuello."In the bleak midwinter" (un villancico basado en un poema de Christina Rossetti, muy popular entre los soldados ingleses en la I Guerra Mundial), murmuran ellos a modo de salmodia de despedida cuando creen que les ha llegado la hora.

No es así. La prórroga sigue un poco más. Aunque una nueva amenaza se cierne sobre los Shelby un año después, cuando todos reciben una postal navideña con una mano negra. Los Changretta quieren vendetta (rima) tras el asesinato del padre (un acierto que haya tanta recurrencia con hechos del pasado, que no sea como esa típica serie en la que hay una especie de vacío existencial sobre algún personaje que no aparece pero que fue importante). Hay que recordar que John y Arthur tuvieron piedad de la mamma, su antigua maestra. Y debieron ser implacables.

La llegada de los italianos que gobiernan Nueva York vuelca la situación familiar. Desde lo de la cárcel, cada Shelby vive apartado los unos de los otros: Arthur con un estilo de vida muy al gusto de Linda, más familiar y católico; John a las afueras, con la cabra loca de Esme; la tía Polly dándose a las pastillas y a la bebida, hablando con espíritus; y Tommy a lo suyo, haciendo negocios y haciéndose el duro, alternando con prostitutas y dedicándose a su hijo. Si quieren sobrevivir, tendrán que volver a Small Heath, a ese olor familiar de estiércol, el corazón de las apuestas. Y tendrán que contratar más seguridad, hombres de otra familia gitana, encabezados por Aberama Gold (señores, señoras, dejen paso a Aiden Gillen, recién degollado por Arya, se ha dejado crecer la melena y Littlefinger ha tomado otra cara del Dios de los Muchos Rostros), un tipo sin escrúpulos (un animal para Johny Dogs) cuyo hijo, Bonnie (Jack Rowan), resulta un talento boxeístico, un nuevo frente para los Peaky Blinders: el ring será el escenario protagonista del penúltimo episodio.

Antes de eso, llega el final del primer episodio, con el primer zarpazo de los espagueti, que atacan sin piedad, escondidos en un carro lleno de balas de paja, justo cuando Michael estaba avisando a John para que se resguardase de la amenaza italiana. Les acribillan a balazos y la que podría haber recibido unas cuantas balas (y no precisamente de paja), Esme, es la que sale indemne. Por lo menos, cuando su marido muere decide darse a la vida nómada y no le volvemos a  ver el pelo.

Michael sobrevive, pero John no. El más tocado por la noticia será, cómo no, Arthur, el hermano más sensible por más que sea el más desbocado en ocasiones. Sobre Arthur, lastrado por la manipuladora (y cada vez más transgresora) Linda, parece recaer una especie de fatalismo que hace pensar que será el siguiente Peaky Blinder en caer, algo que ronda en varias ocasiones. Parece en todo momento que su promesa de poner la bala sobre Changretta caerá en vacío.

Durante la temporada veremos el ascenso del protagonismo de Finn, a quien quieren equiparar con el hermano muerto. El problema es que el pequeño de los Shelby no tiene el mismo instinto callejero que los mayores. Podría aprender de Ada (sublime Sophie Rundle), la única consecuente y congruente con Tommy. Todos los demás miembros de la familia tienen quejas constantes contra él, al mismo tiempo que maman de la leche que les proporciona (sus lujosas casas, su tren de vida, su relevancia en la ciudad). Ada, en cambio, ha aprendido a evolucionar de su juvenil comunismo al pragmatismo consecuente de cobijarse bajo la protectora ala del hermano inteligente. Y está más guapa y contundente que nunca.

Polly, en cambio, transita como un alma en pena al principio para ir rehaciéndose, aunque a bandazos. Su fortaleza hacia el final no la redime por completo, ni siquiera sabiendo que cuando parece negociar con Luca le está tendiendo una trampa orquestada por ella y por el propio Tommy (que protagoniza una espectacular escena en una corrala de vecinos contra los sicarios, espectacular a la vez que un poco ridícula, porque sabiendo que irían a por él podría haber armado un ejército contra el enemigo).

Michael, convaleciente desde el ataque del primer episodio, a pesar de ser el heredero de Tommy en cuanto a inteligencia, queda en un segundo plano y hasta fuera de juego, cuando parece ser relevado de la gracia del jefe y es trasladado o degradado a Nueva York en el último episodio. Un sino similar al de May (Charlotte Riley), un rostro destacado de la segunda temporada que vuelve a asomar para entrenar a Dangerous, un nuevo caballo para Tommy, aunque esta vez será una trama que no tendrá desarrollo. La que podría haber sido candidata más apropiada para él, la que no eligió porque estaba Grace, tampoco esta vez concretará nada más con Tommy.

De entre los nuevos personajes, cabe destacar a la sindicalista Jessie Eden (Charlie Murphy), la amenaza para Tommy de cara a sus fábricas, con las huelgas y los piquetes socialistas. Y la amenaza para Lizzie (Natasha O'Keeffe), que se ha quedado embarazada del boss. Quizás lo que más le trastoca de ella a Thomas es la referencia a su primera novia, antes de que la guerra le marcara, algo que veremos con más desarrollo en ese extenso epílogo después de la monumental vuelta de tuerca que da Thomas Shelby para quitarle la victoria a Luca Changretta, mención incluida para un tal Alphonso Capone, al que no le importaría ampliar su monopolio de Chicago en dirección a Nueva York.

El final de la cuarta temporada podría ser un broche de oro a la ascensión de un hampón surgido del lodazal del barrio más marginal de Birmingham. Ni más ni menos que elegido para el Congreso por parte de los laboristas. Aunque podría ser un contundente final para esta serie, está confirmada quinta temporada, y nadie puede decir que no se puede contar nada más o que no hay confianza en estos guionistas. La cuarta temporada ha sido una de las mejores, sin duda. Larga vida a los Peaky Blinders.

(Bonus track: la versión de Laura Marling no aparece en Spotify, aquí está en el inicio del último episodio: https://youtu.be/tWqfwrFgbd0)

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