(HBO. 8 episodios: 25/08/2017 - 29/10/2017) |
Contiene spoilers
Puede que The Deuce (Las Crónicas de Times Square) no sea la serie más accesible o más fácil del mundo, pero no creo que le importe. Al equipo creador de The Wire (George Pelecanos y David Simon) no le hace falta dar muchas concesiones, si esas concesiones no les lleva por los derroteros de acercarnos una época (años 70) en las que la industria sexual no se parecía en nada a la de hoy en día.
Sobre todo se aleja de cualquier otra serie porque aunque tiene dos protagonistas principales pivotando sobre el resto, en realidad es una historia coral, donde más que personajes se trata de darnos una ambientación global. El barrio de Deuce es un personaje más, quizás el más destacado de todos, un barrio decadente en el que se mezclan prostitutas, chulos, drogas y mucha basura sin recoger (como por ejemplo la de una policía corrupta).
Aunque creo que aún le falta poner una marcha más para situarse en ese top ten histórico de mejores series, cuenta con elementos para ello o, por lo menos, puede marcar época, y no por la facilidad a la hora de mostrarnos el sexo de la forma más explícita que se puede cuando lo que se va a contar es la evolución de la prostitución a finales de los años 70. La calidad en todos los sentidos es evidente, empezando por el excelente registro interpretativo, con ese enfoque coral que favorece a todo el reparto, encabezado por James Franco, que se desdobla para dar vida a los hermanos Martino:
Vincent es el responsable. Trabajador infatigable, se trata de un barman que disfruta con su trabajo. De trato fácil, sabe ganarse a gente de todo tipo. Aunque su matrimonio a naufragado, no entrega la toalla a las primeras de cambio. Su falta de cultura e inteligencia se equilibran con otras virtudes: responsable y juicioso, no le falta ambición y por eso quiere tener su propio negocio. Cuando le llega la oportunidad, la aprovechará, aunque sabe que juega con fuego porque entra digamos que en la nómina del mafioso Rudy Pipilo (Michael Rispoli). Vince es de los pocos hombres honrados que conoce Rudy y por eso piensa en él cuando quiere ampliar sus negocios con un prostíbulo.
Su otra cara de la moneda es el gemelo Frankie: un calavera, irresponsable, jugador casi empedernido, mujeriego... Por más que en el fondo es un buen tipo, en más de una ocasión su hermano le saca las castañas del fuego. La mayor pega a este desdoblamiento la podemos poner en el primer episodio, en el que cuesta mucho distinguir cuál es cuál de los dos.
Por otra parte, tenemos a Maggie Gyllenhaal, cuyo trabajo con Eileen es no menos loable aunque Candy sea la misma persona. Simplemente se trata del nombre "artístico" para la calle. En realidad es que poco a poco va necesitando cada vez más urgentemente salir de la prostitución, a la que parece que ha llegado empujada por un padre indeseable, como vemos en el encuentro con su hermano homosexual, internado en una clínica para ser enderezado, y con claros signos de tener el VIH.
Ella es la única prostituta que se niega a repartir sus ganancias con un chulo, aunque eso le costará una buena paliza. Antes de eso ya había dado muestras de querer salir de ese mundo. Poder ser una madre normal, no recibir pullazos de la que parece su suegra o tener una relación sentimental son algunos de los motivos para querer dejarlo. Y parece encontrar una salida en el incipiente mundo del porno, aún en pañales, sobre todo porque encuentra la comprensión y la ayuda (y parece que algo más) del director de pelis guarras Harvey Wasserman (David Krumholtz sabe exprimir un personaje que rompe con el prototipo de persona con aspecto dejado que se dedica a lo que se dedica).
Después de estos dos actores, podríamos distinguir dos mundos diferenciados: el de las prostitutas y el de los policías. En este último, destacan dos sobre todo: la pareja formada por Chris (Lawrence Gilliard Jr., cuyo paso no muy boyante en The Walking Dead contrasta con el trabajazo con este papel) y su compañero menos despierto y más apático Danny (Don Harvey), más conforme o resignado con la corrupción del cuerpo policial. Y si bien Chris no dará el paso adelante completo a la hora de denunciarlo a su novia periodista Sandra (Natalie Paul), es comprensible.
Entre las prostitutas, podemos mencionar a Darlene (Dominique Fishback podría ser el gran descubrimiento de esta serie), que en un principio parece una incauta, tierna e indefensa muchacha, pero que luego veremos que es de las más convencidas de su trabajo, bien sea por no ver otra salida, bien por amor hacia su chulo; dentro de las más jóvenes o las más nuevas, Lori (Emily Meade, The Leftovers) es la de mayor potencial debido a su cara de muñequita y su mente de escasos vuelos, que le lleva a no poner reparos cuando se deja convencer por C.C. para trabajar para él.
Barbara (Kayla Foster) se mueve entre el cumplimiento para con Larry y su amor por Melissa (Olivia Luccardi), por lo que ambas roban a sus clientes para justificar el tiempo que pasan las dos; Ruby, "Thunder Thighs" (Pernell Walker) aporta la nota compasiva hacia Candy, además de concretar esa amenaza que late en cada escena en la que la puta hace un servicio; Shay (Kim Director) es una yonki; Ashley (Jamie Neumann) representa la salvación que no quiso Darlene tras el vejatorio trato de C.C.; Bernice (Andrea-Rachel Parker) es la camarera reclutada por Darlene en su pueblo; y Tifanny (Danielle Burgess) es de la que se encapricha Bobby (Chris Bauer, True Blood), el cuñado de Vince y Frankie, que por problemas de corazón dejará la construcción para meterse de encargado del prostíbulo cuando Vince renuncia a ese negocio.
Más sorprendente resulta el sector "chuleril", con una conjunción de fantoches trasnochados, horteras y aprovechados que se creen de verdad su papel de guardianes de las chicas, adoptando todo tipo de papeles: más protectores, más despóticos, más amenazantes, más seductores... Larry (Gbenga Akinnagbe), el que parecía más bruto por su pinta, es el menos malo, el que parece replantearse su futuro como proxeneta con el giro dado cuando la policía empuja a las prostitutas a los burdeles; C.C. (Gary Carr, Dawton Abbey) es el más representativo: extravagante en el vestir, "elegante" al máximo con su bastón, no duda en recurrir a la violencia con Ashley (cortándole la axila con una navaja), aunque tiende a tratar de convencerlas con la labia, como le enseñó su mentor, un tipo acabado que está a merced de una blanca, algo que le deja bastante tocado; Rodney (Method Man) es el negro del pelo largo planchado; y Reggie Love (Tariq Trotter) es otro que adopta poses chulescas y vejatorias con frecuencia, algo que no soportara uno de los secundarios más curiosos y carismáticos pese a su escasa participación: el cocinero de un bar de mala muerte, el tipo más respetuoso con las chicas al margen de Chris.
Me falta por mencionar a los hombres contratados por Vince en el bar: el camarero gay Paul (Chris Coy) o Big Mike (Mustafa Shakir), que sería el precedente de los porteros en los garitos; y, cómo no, el personaje que menos pega en ese suburbio, al haberse criado en una buena familia y tener sus estudios: Abby Parker (Margarita Levieva me recuerda a Shakira, pero en sexy), una rebelde adelantada a su tiempo que se pone a trabajar para no depender de su estirada familia rica.
Puede que falte un poco de profundización en algún personaje o situación, o que dé la sensación de que lo mejor esté por llegar, pero es innegable el gusto por cada detalle en todas las escenas y es muy interesante ver el auge del mundo del porno, un poco como si fuera el revés de Master of Sex.
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