El sheriff de Babilonia. Tom King y Mitch Gerads. ECC

(160 páginas. 14,95€. Año de edición: 2017)
Entre los atractivos de esta propuesta de cómic, tenemos un escenario muy diferente al que estamos habituados: Bagdag, año 2004, justo con la caída del reino de Saddam Hussein y con los atentados del 11-S a la vuelta de la esquina. En ese escenario, la violencia es la primera fuerza (Bang. Bang. Bang., se subtitula) y la reconstrucción del país encubre un enjambre de intereses opuestos y una política muy arbitraria y ventajista.

Compuesto por seis partes, nos encontramos con tres personajes principales, presentados de forma intempestiva y con disparos de por medio: Christopher Henry, antiguo policía reconvertido en contratista militar, entrena a reclutas para el nuevo cuerpo de policía iraquí;  Sofia (o Saffiya) Aqani, iraquí criada en los EEUU y ahora una de las políticas más influyentes en esta Bagdag laberíntica porque pertenece al Consejo iraquí; y Nassir Al Maghreb, un policía que trabajó para Sadam y que acaba de perder a sus tres hijas.

Una triple llamada telefónica pone a los tres personajes en contacto (aunque Chris y Sofia ya se conocían de antes). Y es que han asesinado a un tal Ali Fahar, uno de los reclutados por Christopher, y su cadáver ha aparecido en la plaza de armas (impresionantes las primeras viñetas, que nos alternan dibujo y cartelas para ponernos en situación, para regalarlos en la página siguiente una panorámica a dos caras de la ciudad con una cita del Apocalipsis), en la zona verde americana, supuestamente libre de violencia.

No es una lectura fácil. Ni tanto por el dibujo, muy áspero, sucio, embarrado por esos colores terrosos que te hacen sumergirte en el desierto, ni por la forma de contar lo que ocurre: los datos se filtran a cuentagotas, se entremezclan las historias y el mismo asesinato que hay que resolver tiene pinta de ser una excusa más que un desencadenante. Sea como sea, requiere como mínimo de una segunda lectura, también para enterarte de esa mezcla de intereses entre los americanos y sus búsquedas del tesoro (oro negro, en este caso), los iraquíes y el cambio de régimen, además de las diferencias entre chiíes y suníes.

Además del acierto de la ubicación de la trama, los tres personajes, solitarios y huraños, son la principal baza del guionista. Con sus diferencias, a los tres les une un cierto halo derrotista, una honda insatisfacción, aunque los tres luchan consigo mismos para salir adelante. Para dar un paso más. Si Sofia busca en el sexo placer, a Christopher le hace falta además beber, y el más desencantado parece Nassir, a pesar de que le queda la compañía y la complicidad (en todos los sentidos) de su esposa Fatima.


Los peligros se multiplican desde que encuentran muchos cadáveres en la casa de Fahar. A Nassir le busca un tal Faliel (uno de esos secundarios a los que detestas casi inmediatamente, es curioso cómo en las viñetas se logra reflejar esa repulsión que te provocan determinadas personas sin casi conocerlas, como ocurre con el "enrollado" de Bob, de infausta aparición en el capítulo 6) y se lo lleva, y a Sofia le lanzan un cohete mientras iba en coche (magnífica la secuencia en 5 viñetas apaisadas, que desembocan en una sola a toda página con el cartel de "bang" cuando impacta en el todoterreno).


Faliel pone en contacto (es un decir: lo tiene atado y vendado) a Nassir con Abu Rahim, un yihadista, que parece estar detrás del asesinato, del ataque a Sofia y del secuestro de Nassir, que se libra porque les hace pensar que trabajará para ellos. Después de la jugada con su esposa, piden refugio en la zona segura americana y Chris los acoge en su casa, algo de lo que se arrepentirá por la noche debido a los ronquidos de Nassir. Entonces llega el turno de Fatima, que engrandece su figura. Se emborracha con Christopher, van a una casa con piscina que debió de ser de Saddam, y conversan. Ahí conocemos que lo de Bagdag es una especie de purgatorio para Christopher, puesto que pudo detener a uno de los que se estrellaron en uno de los aviones del 11-S. "Shukran, 11-S", acabarán brindando ambos.


Los diálogos son otro de los puntos fuertes de este cómic. No sólo porque nos establece un mapa personal de los personajes, sino por las frases en sí, además de poder profundizar más e incluso encontrar aspectos escondidos o simbólicos, como en esa conversación, donde Chris refiere por qué hay tantos gatos en la zona americana, algo que fue una solución a la plaga de ratas. También se habla de que Bagdag es la cuna de la civilización, Babilonia. "Debería significar algo".

Con un final abierto (al parecer como mínimo hay una segunda parte, con el mismo título pero subtitulada Pum. Pum. Pum) y en la misma línea enrevesada, no hay respuestas concluyentes sino tan solo pinceladas de un buen guión, muy bien documentado, muy bien dibujado (son fabulosos los detalles en segundo plano, así como paisajes o el realismo de indumentarias y zonas reales) y con la sensación de que todo lo que se nos cuenta, por muchas balas que se gasten, no estará muy alejada de esa realidad en el llamado Oriente Próximo.

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