(Netflix. 8 episodios: 16/12/2016) |
Han pasado unos días desde que acabé esta polémica serie. Digo polémica porque pasa del elogio (desmesurado) a la crítica (también excesiva). Al competir en la categoría de ciencia-ficción, es más difícil ubicarla, sobre todo porque está plagada de elementos extravagantes, muchos inverosímiles. Lo que está claro es que la podemos calificar de original; más me cuesta decir de ella que es valiente y atrevida, porque los cinco famosos movimientos rozan lo esperpéntico y tiran para atrás...
Pero vayamos un poco más al grano (ojo, spoilers is coming):
Lo que más me gustó de todo fue el detalle del piloto. Después de algo así como más de media hora en la que teníamos a una ex ciega que había reaparecido después de siete años sin saber de ella, parecía que estábamos resituándonos y poniéndonos al día para ir poco a poco conociendo por qué había saltado por un puente presuntamente para suicidarse (impactante inicio que se ve en Youtube). Teníamos un grupo de chicos entre los que destacaba Steve (Patrick Gibson es el doble cachas y joven de nuestro Fernando Ramallo), un estudiante (poco estudiante) problemático y bastante capullo, sobre todo cuando le rompe la nuez al chico con el que está una que le gusta.
En general, la protagonista, Praire (Brit Marling, además coguionista) resultaba demasiado hermética y no me estaba cayendo nada bien, aunque con esa madre metomentodo, Nancy (Alice Krige), solo soportable para su paciente marido Abel (Scott Wilson, Hershel en The Walking Dead). Por mucho que la explicación de por qué ya no estaba ciega resultara sorprendente, el ritmo un tanto lento lastraba ese piloto no demasiado atractivo.
Hasta que Praire, que dice llamarse The OA, reúne a las cinco personas, las cuales obedecen el requisito de abrir la puerta antes de marcharse (que, cual humo negro en Lost, no se explica, así que puestos a teorizar, yo apunto que es una cuestión de confianza la que busca, o eso o que quiere que roben a sus pupilos), y se pone en plan Sherezade: os voy a contar una historia, mi historia, durante varias noches, antes de pediros lo que quiero pediros. Y es justo entonces cuando se nos refiere que nació en Rusia, y entonces llegan los títulos de crédito.
Vale, nos gana ese recurso estupendo, ese acusado contraste. Tenemos a una niña rubia y mona, que puede ver (de hecho anuncia que lo interesante no es cómo recuperé la vista, sino cómo la perdí), que tiene un papá oligarca relacionado con la mafia, Roman Azarov (Nikolai Nikolaeff, un secundarísimo en Daredevil), y que tiene terribles pesadillas con peceras que le hacen sangrar por la nariz. Al final resulta que la pesadilla era una premonición y el autobús escolar en el que va con todos sus amigos al colegio sufre un atentado y cae al agua patos.
Llega ahí su primera muerte. Sí. Primera. Pero no es lo único raro. Lo peor es que llega a una especie de caja con paredes tridimensionales cuajadas de estrellas y galaxias y constelaciones y todo eso que remite al universo, y ahí está una señora rara llamada Khatun (Hiam Abbas), que la acoge en su seno y le ofrece la posibilidad de quedarse allí con ella en vez de sufrir lo que le está predestinado sufrir (motivo por el que le quita los ojos, para ahorrarle el verlo).
Vuelve la niña a la tierra (sí, lo sé, roza el ridículo la serie, al igual que el folletín barato lo siguiente de la trama) y el padre, después de que la niña vaya a una escuela especial, se da cuenta de que no puede protegerla, así que decide mandarla a EEUU con una tía o algo así, una señora sin muchos escrúpulos que trabaja en un burdel. La tiene encerrada y todas estas cosas tipo David Copperfield, hasta que Abel y Nancy, que van a adoptar ilegalmente a un bebé de una de las prostitutas, se encuentran con la niña y deciden quedarse con ella.
Ya tenemos a Praire, pues, situada en donde la conocíamos desde el principio. En general, crece de manera normal, excepto cuando en sueños tiene convulsiones y epilepsias varias, y se pone a jugar con una casa de muñecas y rollos "creepys" a lo niña del exorcista o de Poltergeist. La madre decide combatirlo medicándola a lo bestia, algo que la atonta y aturde. La chica en un momento determinado, ya no recuerdo bien por qué, decide huir para encontrarse con su padre, para lo cual va a la Estatua de la Libertad, algo que había visto en uno de sus sueños.
Allí no aparece papi, pero decide persistir y se pone a tocar el violín en el metro. Un viajero que pasaba por ahí, un tal Hap (Jason Isaacs, quizá la actuación más destacada de todas), la escucha y enseguida sabe que Praire es alguien especial, una resucitada. La invita a cenar y la muchacha comete el error de confiar en un desconocido (ya lo decía mamá: no aceptes el caramelo...). Doble error, puesto que ya en la comida ni le deja acabar las patatas ni las ostras, algo que debería haberla hecho desconfiar...
Pues este Hap la confina en una jaula de paredes transparentes donde tiene a otros como ella, separados entre sí, aunque pudiéndose ver (menos ella, claro...). Unas hendiduras les proporciona agua para lavarse, y una máquina expendedora les suministra alimento. Todo en pos de sus estudios científicos para estudiar la vida más allá de la muerte, propósito noble que según él justifica sus fines (se demuestra lo noble que es cuando su mentor está a un tris de asesinarlo para apropiarse de sus descubrimientos, escena tensa pero bastante previsible por otra parte).
Con Praire siente algo especial y la deja salir a respirar aire, y también servirle, algo que a los otros prisioneros no les había permitido, entre otras cosas porque con la muchacha ciega se siente más seguro, pese a que pronto Praire pone en marcha un plan para escaparse. Lo más destacado es la unión que se produce entre sus compañeros de cautiverio, el importante Homer (Emory Cohen, puede que uno de los actores principales menos carismáticos de la historia), a quien desde el piloto Praire nombra y busca; el protestón y cascarrabias Scott (Will Brill, el Nen con rastas); la dulce pero anodina Rachel (Sheron Van Etten); a los que se incorpa la "cubana" Renata (Paz Vega, horrorosa más allá de su pelo corto, quizá por culpa de algún retoque que le ha quitado la fresca dulzura que exhibía en Siete vidas, aunque también algo tiene que ver su limitada capacidad actoral).
Hay una especie de carrera por ver quién hace algún descubrimiento antes: si el captor y sus métodos científicos y sádicos (mata a sus resucitados para analizar lo que pasa una y otra vez), o si los muchachos, que, tras el intento frustrado de Praire, la cual acaba con un golpe de pala en la cabeza que la mata (¿¿??) y la devuelve con Khatun por un momento, empiezan a estudiar una serie de movimientos que provocan curaciones, resucitaciones (salvan a Scott) e incluso viajes astrales, algo que les liberaría.
Si ya es raro de contar, añade que la danza es de lo más ridículo, con resoplidos, golpes en el pecho cual primate, y todos esos excesos característicos de los videoclips de Sia, con esa niña de la peluca rubia que se mueve espasmódicamente. El caso es que Hap al final decide castigar a Praire liberándola y privándole de ese viaje, justo cuando habían encontrado el quinto movimiento. Quinto movimiento que inculca a sus discípulos, el ya mencionado Scott, el también marginal Jesse (Brendan Meyer), el modélico Alfonso (Brandon Perea, no entiendo por qué en la ficha de IMDB le ponen doble nombre, ¿french?), la repudiada Buck (Ian Alexander de hecho es un chico) y la dulce Betty (Phyllis Smith).
Llegamos al capítulo final y a una nueva ruptura narrativa: aparece un estudiante tiroteando en la escuela y los oyentes de Praire (OA, Original Angel, por cierto) decide, exhibir sus movimientos, los cuales, claro, dejan atónito al asesino (asesino a quien no vemos la cara, ¿algo significativo quizás?) y consiguen reducirle. OA se lleva la bala perdida en el forcejeo, y con esa bala muchas preguntas que deberían tener respuesta en una segunda temporada, si es que llega (la tardanza en confirmarlo habla de las dudas que ha suscitado esta serie):
¿Vuelve a estar ciega Praire como parece en esa última luminosa escena en que pregunta por Homer? ¿Qué pasa con el psicólogo del FBI, Elias (Riz Ahmed está últimamente en todas: Rogue One, The Night of), que estaba en la casa de los Johnson (padres de Praire) cuando Alfonso tiene dudas, se cuela y se encuentra los libros que parecen indicar que Praire se lo ha inventado todo)?, ¿por qué la madre no vuelve a aparecer tras la discusión con el padre?, ¿qué significado tiene que unos episodios sean de 40 minutos, otros de más de una hora y otro de media hora?, ¿por qué Praire tiene en el tobillo un aparato que parece de estos de los presidiarios en libertad condicional?...
En fin, bastantes más grietas que aciertos (la bonita amistad entre personas muy diferentes entre sí), propios de un planteamiento delirante que no se sostiene si no es con sentido del humor (sentido del humor casi inexistente en la serie). Algunos aspectos son, como dije, originales, pero es de esta originalidad que a veces roza el paroxismo, la ocurrencia genial de un iluminado. Es casi imposible sostener que estemos ante uno de los títulos más importantes de la temporada, ni de Netflix, pero está abierta a todo tipo de opiniones y teorías...
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