(416 páginas. 19,90€. Año de edición: 2015) |
Conforme vas leyendo a Neil Gaiman, te das cuenta de que cada libro suyo es como internarse en un universo paralelo. Esa es la magia de este autor, que consigue que te creas a pies juntillas que existe un Londres de Abajo, paralelo al de Arriba (el real), donde todo puede pasar, y casi todo de eso no suele ser nada bueno. Su fecunda imaginación hace posible infinidad de mundos diversos y alternativos, y encima con el mérito añadido de que no suele haber la sensación de estar repitiéndose. El estilo de Gaiman es propio, pero no suena a la misma canción de Fito de siempre.
Al margen de dar las gracias a la madre de Neil por haber obrado el milagro de parir a un genio de la narrativa moderna, también hay que concederle un mérito importante a la edición de este libro, revisada con respecto a la versión original de 1996 para una serie de televisión (he leído que están grabando otra, que debería estar a punto, como la adaptación de American Gods). La edición de tapa dura es bien bonita, e incluye un prólogo a los lectores en castellano, así como un relato sobre el Marqués de Carabás (De cómo el Marqués recuperó su abrigo, que no me ha gustado demasiado, quizá porque esperaba reencontrarme con Richard o con Puerta).
Es increíble la facilidad que tiene Gaiman para darle verosimilitud a la pátina de fantasía con la que conviven sus personajes, en este caso Richard Mayhew. Una anciana en el Prólogo le dice la buenaventura y le aconseja que tenga cuidado con las puertas. Ya en el capítulo 1 se nos presenta a una muchacha siendo perseguida y luego (aunque entonces no lo sepamos) a sus perseguidores, el señor Croup y el señor Vandemar. El párrafo describiéndolos es bastante sintomático del estilo del autor:
A simple vista, hay cuatro elementos fundamentales que permiten distinguir al señor Croup del señor Vandemar: primero, el señor Vandemar le saca dos cabezas y media al señor Croup; segundo, los ojos del señor Vandemar son de un desvaído color azul cobalto, mientras que los ojos del señor Croup son marrones; tercero, mientras que el señor Vandemar se fabricó los anillos que luce en su mano derecha con las calaveras de cuatro cuervos, el señor Croup no lleva joyas a la vista; cuarto, al señor Croup le gustan las palabras, en cambio, el señor Vandemar está hambriento. Además, no se parecen en nada.
La misma facilidad la tiene para meterte en situación o explicarte qué es lo inhabitual. Como cuando el Marqués le resume lo que pasa a Richard: "hay dos Londres. Está Londres de Arriba, que es donde tú vivías, y luego está Londres de Abajo, el Lado Subterráneo, habitado por seres marginales".
Han pasado tres años desde el viaje de Richard del prólogo, en el que se marchaba a Londres para trabajar en inversiones. Ha conocido a Jessica (en Francia) y los fines de semana la acompaña a museos o galerías de arte. Su compañero de contabilidad, Garry, se pregunta por qué sale con ella, y es que no cuadra demasiado con el carácter de Richard, a quien sobre todo ve mucho potencial que "podía convertirlo en el accesorio matrimonial perfecto". "Y después de hacer el amor (...) le susurraba lo mucho que le quería, y él le decía que la amaba y que quería estar siempre a su lado, y los dos creían que era verdad".
Han pasado tres años desde el viaje de Richard del prólogo, en el que se marchaba a Londres para trabajar en inversiones. Ha conocido a Jessica (en Francia) y los fines de semana la acompaña a museos o galerías de arte. Su compañero de contabilidad, Garry, se pregunta por qué sale con ella, y es que no cuadra demasiado con el carácter de Richard, a quien sobre todo ve mucho potencial que "podía convertirlo en el accesorio matrimonial perfecto". "Y después de hacer el amor (...) le susurraba lo mucho que le quería, y él le decía que la amaba y que quería estar siempre a su lado, y los dos creían que era verdad".
Al mismo tiempo que se nos pone al día de la situación actual de Richard, en una asombrosa técnica de contrapunto, conocemos que la muchacha que está siendo perseguida es Puerta, cada vez más acorralada por los implacables asesinos Croup y Vandemar. Pronto sabremos que han asesinado a toda su familia (una familia importante en el Londres de Abajo) y la habilidad de la muchacha de abrir puertas, pero por lo pronto aparece justo delante de Jessica y de Richard, de camino a una cena con el jefe de ella. A pesar de la amenaza de romper el compromiso, se la lleva a casa al ver que está herida.
No hay tiempo de bajarse del tren que te propone Gaiman. Puede ser algo así como un atropello, porque la velocidad del relato es elevada desde el principio. Además, desde el capítulo 2, que se inicia en cursiva, tenemos claves que se dilucidarán más adelante, como el sueño con la Bestia. El caso es que la entrada de Puerta pone patas arriba el mundo de Richard. Aunque no quiere involucrarle demasiado, le pide que se ponga en contacto con el Marqués de Carabás para que le acompañe a casa y le procure un guardaespaldas, y ahí se produce su primera incursión en el Londres de Abajo.
"¿A qué baronía juraste lealtad?", le pregunta el Viejo Bailey, un personaje un tanto paralelo que aparece de vez en cuando. El Marqués, con esa filosofía de vida de un canje perpetuo, le exige al Viejo que le devuelva el favor que le debía desde hace veinte años. Se trata de guardarle una caja de plata. Este mundo paralelo es de locos. Por eso le pregunta a Carabás si está "clínicamente loco". "Es posible, pero poco probable. ¿Por?". "Porque uno de los dos tiene que estarlo".
Esta locura no ha hecho más que comenzar: tras pasarse el domingo descansando de todo lo sucedido los dos últimos días, llega el lunes y llega lo que para mí es el mejor momento del libro entero: y es que resulta que Richard parece haber dejado de existir: ningún taxi le para, sus monedas no las acepta la máquina del metro, este no para a pesar de pillarle la manga, y el remate llega en su trabajo. Aunque le ven, apenas le hacen caso. Algo parecido cuando va a contárselo a Jessica. Ni siquiera puede estar tranquilo en casa, pues están vendiendo su piso. No puede sacar dinero del cajero y la primera persona que le ve es un mendigo que, en vez de llevarle al Mercado Ambulante donde buscar a Puerta, le entrega a Lord Rata-parlante.
El resto del libro es dejarse llevar por el Londres de Abajo y las aventuras de Richard, Puerta, el Marqués, y la guardaespaldas, Cazadora, que revelará que su motivación es acabar con los monstruos de cada ciudad de abajo. Anestesia será la primera guía de Richard, que tardará en acostumbrarse a esa realidad alternativa con sus propias reglas, una especie de mundo reflejo y turbio al nuestro. Al mismo tiempo que tienen que evitar a los sicarios de Croup y Vandemar, deben averiguar quién les ha contratado, para que Puerta pueda vengarse de ellos. El primer paso será buscar al ángel Islington, a quien encontrarán tras una incursión por el Londres de Arriba en el Museo Británico.
La galería de personajes y de situaciones es tan extensa y entretenida como el propio libro. Aventuras en las que Richard siempre parece a contrapié, incapaz de adaptarse a su nueva situación, casi como figura contrapuesta de los resueltos Carabás y Cazadora, que siempre parece que saben lo que tienen que hacer.
No dejará de sorprenderme la capacidad de inventiva de Gaiman. Por ejemplo, con la entidad de Croup y Vandemar, los asesinos indeseables sin escrúpulos. ¿Quiénes son? Croup le dice a su jefe por teléfono: "el señor Vandemar y yo prendimos fuego a la ciudad de Troya. Llevamos la Peste Negra a Flandes. Hemos asesinado a docenas de reyes, a cinco papas, a medio centenar de héroes y a dos dioses acreditados". O por ejemplo con la variopinta cantidad de situaciones, como hacer que la Corte del Conde sea en un vagón de metro.
Giros varios y sorpresas monumentales (que mejor no menciono), movimientos astutos e imprevisibles (como la visita de Carabás a Croup y Vandemar para sonsacarles información), alguna que otra traición y una historia que aunque parece estar desarrollada sobre la marcha, resulta eficaz como un mecanismo electrónico infalible (por ejemplo, el tema de la llave custodiada por los Monjes Negros de Blackfriars), y todos los personajes explicados y definidos, por más que sean más o menos episódicos, como lady Serpentina, que casi acaba con la vida de Richard por alimentarse. Por no hablar de la genial capacidad de Neil Gaiman de sortear situaciones que en cualquier otro libro o serie o película serían inevitables, como evitar que Puerta y Richard acabasen enamorándose.
En fin, que nunca defrauda Gaiman. Otra obra que es puro entretenimiento. Y un maestro moviendo los hilos de la narración.
"¿A qué baronía juraste lealtad?", le pregunta el Viejo Bailey, un personaje un tanto paralelo que aparece de vez en cuando. El Marqués, con esa filosofía de vida de un canje perpetuo, le exige al Viejo que le devuelva el favor que le debía desde hace veinte años. Se trata de guardarle una caja de plata. Este mundo paralelo es de locos. Por eso le pregunta a Carabás si está "clínicamente loco". "Es posible, pero poco probable. ¿Por?". "Porque uno de los dos tiene que estarlo".
Esta locura no ha hecho más que comenzar: tras pasarse el domingo descansando de todo lo sucedido los dos últimos días, llega el lunes y llega lo que para mí es el mejor momento del libro entero: y es que resulta que Richard parece haber dejado de existir: ningún taxi le para, sus monedas no las acepta la máquina del metro, este no para a pesar de pillarle la manga, y el remate llega en su trabajo. Aunque le ven, apenas le hacen caso. Algo parecido cuando va a contárselo a Jessica. Ni siquiera puede estar tranquilo en casa, pues están vendiendo su piso. No puede sacar dinero del cajero y la primera persona que le ve es un mendigo que, en vez de llevarle al Mercado Ambulante donde buscar a Puerta, le entrega a Lord Rata-parlante.
El resto del libro es dejarse llevar por el Londres de Abajo y las aventuras de Richard, Puerta, el Marqués, y la guardaespaldas, Cazadora, que revelará que su motivación es acabar con los monstruos de cada ciudad de abajo. Anestesia será la primera guía de Richard, que tardará en acostumbrarse a esa realidad alternativa con sus propias reglas, una especie de mundo reflejo y turbio al nuestro. Al mismo tiempo que tienen que evitar a los sicarios de Croup y Vandemar, deben averiguar quién les ha contratado, para que Puerta pueda vengarse de ellos. El primer paso será buscar al ángel Islington, a quien encontrarán tras una incursión por el Londres de Arriba en el Museo Británico.
La galería de personajes y de situaciones es tan extensa y entretenida como el propio libro. Aventuras en las que Richard siempre parece a contrapié, incapaz de adaptarse a su nueva situación, casi como figura contrapuesta de los resueltos Carabás y Cazadora, que siempre parece que saben lo que tienen que hacer.
No dejará de sorprenderme la capacidad de inventiva de Gaiman. Por ejemplo, con la entidad de Croup y Vandemar, los asesinos indeseables sin escrúpulos. ¿Quiénes son? Croup le dice a su jefe por teléfono: "el señor Vandemar y yo prendimos fuego a la ciudad de Troya. Llevamos la Peste Negra a Flandes. Hemos asesinado a docenas de reyes, a cinco papas, a medio centenar de héroes y a dos dioses acreditados". O por ejemplo con la variopinta cantidad de situaciones, como hacer que la Corte del Conde sea en un vagón de metro.
Giros varios y sorpresas monumentales (que mejor no menciono), movimientos astutos e imprevisibles (como la visita de Carabás a Croup y Vandemar para sonsacarles información), alguna que otra traición y una historia que aunque parece estar desarrollada sobre la marcha, resulta eficaz como un mecanismo electrónico infalible (por ejemplo, el tema de la llave custodiada por los Monjes Negros de Blackfriars), y todos los personajes explicados y definidos, por más que sean más o menos episódicos, como lady Serpentina, que casi acaba con la vida de Richard por alimentarse. Por no hablar de la genial capacidad de Neil Gaiman de sortear situaciones que en cualquier otro libro o serie o película serían inevitables, como evitar que Puerta y Richard acabasen enamorándose.
En fin, que nunca defrauda Gaiman. Otra obra que es puro entretenimiento. Y un maestro moviendo los hilos de la narración.
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