Peaky Blinders. Temporada 3

(BBC. 6 episodios: 05/05/16 - 09/06/16)
Qué estilazo tiene esta arrolladora serie con marchamo de clásico que casi siempre se empieza por la ya mítica Red Right Hand de Nick Cave (esa campanada podría funcionar a modo de seña identificativa). Y no por esa estética rompedora, esa factura llena de clase, planos cortos, cámara ralentizada, fotografía impecable, ni por la abrumadora playlist que acompaña a cada episodio (recopilada al completo en la entrada de El Cadillac Negro). Es ese ejercicio de estilo tan propio, sí, pero también es una conjunción entre personajes con mucha personalidad y guiones que, si bien bordean el efectismo más directo, suelen estar muy bien imbricados. El haber estado casi dos años a la espera puede tener algo que ver, además de que el número de capítulos por temporada favorece una estructura más que sólida.

He de reconocer que me he perdido con varios aspectos de la trama principal, la que lleva a Thomas Shelby a bordear el desastre por meterse en líos con rusos y una sección secreta creo que del Gobierno, en la que el malo de la temporada, el padre John Hughes (muy bueno el trabajo de Paddy Considine, al cual hemos detestado y deseado la muerte más dolorosa -qué daño nos ha hecho Game of Thrones, nosotros que éramos inocentes y puros...), era la cabeza más visible.

Contiene spoilers

Empezamos despejando la principal duda que dejó el final de la segunda temporada: y la elegida del corazón de Tommy Shelby es... ¡Grace Burgess, of course! La rubia, esa aparición angelical de la primera temporada, ese personaje ambivalente (y de nariz operada, snif) que aparecía demasiado poco en la segunda, no solo no desmerecía la inteligencia del capo del clan de los Peaky Blinders, sino que le entendía y, si bien deseaba un cambio de conducta por su bien y por el de su hijo Charles, le daba una cierta independencia en lo que a sus actividades ilícitas se refiere. Grace era el más claro ejemplo de lo que esta banda de hermanos ha aspirado: entrar en la alta sociedad inglesa, ser respetados más allá de lo que se refería a su actividad criminal. De ahí que Grace Shelby quisiera  fundar un orfanato.

Por eso la decisión más arriesgada o cuestionable llega al final del segundo episodio, con una de esas escenas marcas de la casa: el asesinato de Grace por parte del clan italiano, insultado previamente por los altaneros y prepotentes hermanos Shelby. Por más que deseé que el tiro hubiera alcanzando el hombro y no un órgano vital, hay que despedirse (snif) de Annabel Wallis. Su proyección internacional puede que tenga que ver con esta despedida, pues la veremos próximamente en The mummy. Hay quien decía que Grace no tenía mucho más que aportar, pero el caso es que Tommy vuelve a estar arropado por ese aura cuasi místico de soledad, algo mitigado por su vástago.

El protagonismo de Cillian Murphy es incuestionable, casi incontestable. Él es el 80% de Peaky Blinders. Y la verdad es que su trabajo es increíble. Exuda carisma y clase, incluso en los momentos (que han sido varios esta temporada) donde parece acorralado. Ha situado su banda en lo más alto de Birmingham, él vive en un palacio a las afueras, ha revestido de lujo su situación, y trata de desligar una parte de la organización del componente criminal, para lo cual requiere del hijo de Polly, Michael, que tiene un papel muy destacado al final. Pese a todo, vive en la incertidumbre de deber favores en las altas esferas, y duda finalmente si es posible que su apellido deje de ser algo así como el paria de las clases altas.

La banda gira en torno a la supremacía de Thomas, de quien siempre se espera que consiga el trato más ventajoso, la respuesta más acertada, el plan más ingenioso. No se lo ponen fácil los aristócratas rusos, unos hedonistas egoístas y raritos que no sé cómo se ponen en tratos con él. La duquesa Izabella Petrovna (Dina Korzun en plan autoritario), el excéntrico y débil Leon Petrovna (Jan Bijvoet y su barba quijotesca están muy bien recreados) y la guapísima y loquísima Tatiana (Gaite Jansen es tal vez, junto con Considine, la cara nueva con más enjundia, y sin dudar la más bella) venden parte de su colección de joyas a cambio de no sé muy bien qué.

De puertas para dentro, la influencia de la católica Linda (muy buen trabajo de Kate Phillips) sobre su marido, el atormentado Arthur, conformará un nuevo nudo de tensión. El perro de presa de los Shelby cada vez tiene más dudas y quiere alejarse de la oscuridad del infierno que le deparan sus acciones. Va a tener un hijo y poner mar de por medio parece una opción más que sensata, dándose a la aventura americana tras el último golpe. Gran trabajo, que ronda siempre el exceso y la sobreactuación, de Paul Anderson.

Menos relevancia tiene John, aunque es cierto que ha esquivado la inutilidad del cada vez menos pequeño Finn. Envidia, chulería, afán por emanciparse de la pesada y afamada sombra de Thomas, a la vez que una notoria incapacidad para ser un buen marido para la cada vez más drogadita Esme. Las mujeres, con la tía Polly (que tiene un atormentado romance con el pintor Rubén de un estrato social alto, el inane Doran Martell de GoT) a la cabeza, por cierto, tienen su foco de atención, con Lizzie y con Ada, que regresa en plan pragmático a la familia, y que debería ampliar su cuota de protagonismo, puesto que Sophie Rundle pide a gritos más cuota de pantalla.

Otro secundario suele aprovechar sus escasos momentos en pantalla: el excesivo Alfie Solomon (¿cómo consigue Tom Hardy ese tono de voz, esa peculiar expresividad?), a quien podríamos destacar simplemente por la alocución que mantiene con Tommy, que está a punto de matarlo, y el otro solo se preocupa de corregir el error de quien acaba de traicionar, escudándose en que entre la mafia los engaños y las traiciones son orden del día, como asesinar, mutilar o torturar a quienes se te enfrentan.

Podría hablarse de cierta precipitación a la hora de resolver en el último episodio todas las tramas, así como de sorpresa mayúscula la decisión final de Tommy de traicionar (aparentemente) a la familia para conseguir un trato de favor por parte de esa organización británica tan poderosa, es de suponer que ligada a un desaparecido Churchill en esta ocasión, tanto en presencia en pantalla como nombrado. ¿Solo cuenta para él su hijo Charles, como ha dejado entrever en varias ocasiones? Esperemos que no haya que esperar dos años para la respuesta, y ya que ha habido buenas noticias en forma de una extensión para una cuarta y quinta temporada, consigan minimizar la espera.

Y esperemos, por qué no, que la visibilidad de esta serie tenga mayor alcance, algo que podría abrir las puertas al menos de las nominaciones a Peaky Blinders para los grandes premios, aunque es cuestión baladí si mantienen el nivel como hasta ahora.


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