(TVE. 8 episodios: 24/02/15 - 13/04/15) |
Creo que la última serie española que vi fue El internado. O Aída. No fui de Los Serrano ni de Médico de familia, aunque sí conozco el sonado caso de cómo cerrar una historia de la peor de las maneras: todo ha sido un sueño. El caso es que llevaba tiempo sin tener ganas de acercarme de nuevo a la ficción de nuestro país, entre otras razones porque estamos en la edad de oro de la televisión americana y hay unas cuantas series inglesas muy buenas también. He oído hablar muy bien de otras como Vis a vis, pero en este caso me tira para atrás su parecido con Orange is the new black, de la cual me he bajado hace tiempo. Seguramente me muevan los prejuicios, pero salvo esta de la que ahora hablo, ninguna me ha llamado siquiera la atención o me ha picado la curiosidad.
Estoy seguro de que no es cuestión de presupuesto, y que se pueden conseguir efectos especiales decentes. Los guiones tampoco creo que sean ningún problema, aunque sí me parece que los guionistas están demasiado mediatizados por el tiempo. Por los malditos horarios, tenemos series como esta que duran 70 minutos y o eres un crack como el de Sherlock, o eso no hay quien lo aguante. Por no hablar de los cambios de horario por aquello del prime time, que te pueden cancelar la serie cuando menos te lo esperes, o los inacabables anuncios de la tele. Un país que tiene como inicio de horario central pasadas las diez de la noche y puede sobrepasar con creces las doce de la noche tiene bastante limitados sus horizontes.
Puesta esa pega, bienvenido sea El ministerio del tiempo, que ha sabido sobrellevar esos hándicaps y ha logrado rodearse de intriga, emoción y mucho sentido del humor. Es una serie muy bien hecha y el punto de partida muy original: existen puertas por las cuales se puede viajar en el tiempo y esas puertas están gestionadas por un Ministerio que las regula, de modo que no se puedan alterar las circunstancias históricas patrias. Es decir, en este país no hay otra forma posible de gestionarse que no sea por medio de funcionarios.
Ya que el punto de partida es fantástico, hay que ceñirse a que todo es posible, pero siempre dentro de unos límites. La verosimilitud está lograda gracias a unos vestuarios apropiados y a un recorrido lógico de la trama. Tanto los casos puntuales que se resuelven en cada episodio, como la trama de fondo, más en relación a los conflictos personales de cada personaje, resultan entretenidos y cautivadores.
El trío de protagonistas está compuesto por Julián Martínez (Rodolfo Sancho, de registro actoral más bien limitado, pero buena presencia en pantalla), que pertenece a nuestro presente; por Amelia Folch (Aura Garrido no se permite sobreactuación y está contenida, algo que le viene bien a su personaje), de finales del siglo XIX; y por Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda, quizá el actor más destacado, aunque es cierto que es el que da más juego), del siglo XVI.
Tras un primer capítulo en el que son reclutados, el choque de contrastes es acusado, tanto por la época en que se incardina cada uno, como por sus dispares personalidades: Julián, enfermero del SAMUR, es un tanto cínico y descreído, siempre con una nota displicente de humor, está obsesionado con la muerte de su esposa Maite (Mar Ulldemolins: ya he recordado de qué me sonaba: salía en MIR); Amelia, perteneciente a la burguesía catalana y una de las primeras universitarias españolas, es inteligente y disciplinada; por su parte, Alonso, soldado de los Tercios de Flandes, es más pasional y arrojado, además de que se regula por un acusado (y anacrónico) código de honor.
Dirige el Ministerio Salvador Martí (Jaime Blanch), un hombre recto y puntilloso con las normas, aunque suele tener mano izquierda con sus agentes y las situaciones en las que se ven envueltas; su mano derecha es Ernesto Jiménez (Juan Gea), jefe de operaciones, el más serio de todos; y queda Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo: qué bien le sientan los años a esta mujer), jefa de logística, la más enrollada con el trío de protagonistas, quizá porque su difícil pasado en los años 60 la hace más empática. Más secundarios son Angustias (Francesca Piñón), secretaria de Salvador, Diego Velázquez (Julián Villagrán), retratista del grupo, que aporta una nota de humor por su carácter ególatra y obsesivo, o Lola Mendieta (Natalia Millán), una ex agente del Ministerio que se mueve a su aire por las puertas en plan freelance para enriquecerse.
Se ven envueltos en peripecias históricas como la guerra de Independencia (en la que tienen que salvar al empecinado), el embarque de la armada invencible (donde tienen que salvar al mujeriego Lope de Vega), la inmediata posguerra en la que Franco estuvo a punto de apuntar a España a la Segunda Guerra Mundial para ayudar a Hitler, la Inquisición con un sorprendente Torquemada y un episodio con estructura circular a lo Atrapado en el tiempo, la pintura del Guernica y el Madrid de la movida de los años 80, el Lazarillo de Tormes como personaje real y no de ficción, así como una revuelta de los propios funcionarios liderada por Armando Leiva, un agente confinado en una prisión del siglo XI, además de la Residencia de estudiantes en los años 20, con sus más ilustres integrantes (Lorca, Buñuel, Dalí).
Vale que hay momentos bastante previsibles y que el final queda demasiado abierto para su segunda temporada, vale que le falta una banda sonora para darle más indentidad, pero está muy bien documentada y conseguida y los pros superan sobradamente a los contras. Incluso la intro está muy bien. Un aprobado largo para esta diferente y animada propuesta, muy emparentada con el Doctor Who inglés por ese buen rollo que desprende en líneas generales.
Ya que el punto de partida es fantástico, hay que ceñirse a que todo es posible, pero siempre dentro de unos límites. La verosimilitud está lograda gracias a unos vestuarios apropiados y a un recorrido lógico de la trama. Tanto los casos puntuales que se resuelven en cada episodio, como la trama de fondo, más en relación a los conflictos personales de cada personaje, resultan entretenidos y cautivadores.
El trío de protagonistas está compuesto por Julián Martínez (Rodolfo Sancho, de registro actoral más bien limitado, pero buena presencia en pantalla), que pertenece a nuestro presente; por Amelia Folch (Aura Garrido no se permite sobreactuación y está contenida, algo que le viene bien a su personaje), de finales del siglo XIX; y por Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda, quizá el actor más destacado, aunque es cierto que es el que da más juego), del siglo XVI.
Tras un primer capítulo en el que son reclutados, el choque de contrastes es acusado, tanto por la época en que se incardina cada uno, como por sus dispares personalidades: Julián, enfermero del SAMUR, es un tanto cínico y descreído, siempre con una nota displicente de humor, está obsesionado con la muerte de su esposa Maite (Mar Ulldemolins: ya he recordado de qué me sonaba: salía en MIR); Amelia, perteneciente a la burguesía catalana y una de las primeras universitarias españolas, es inteligente y disciplinada; por su parte, Alonso, soldado de los Tercios de Flandes, es más pasional y arrojado, además de que se regula por un acusado (y anacrónico) código de honor.
Dirige el Ministerio Salvador Martí (Jaime Blanch), un hombre recto y puntilloso con las normas, aunque suele tener mano izquierda con sus agentes y las situaciones en las que se ven envueltas; su mano derecha es Ernesto Jiménez (Juan Gea), jefe de operaciones, el más serio de todos; y queda Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo: qué bien le sientan los años a esta mujer), jefa de logística, la más enrollada con el trío de protagonistas, quizá porque su difícil pasado en los años 60 la hace más empática. Más secundarios son Angustias (Francesca Piñón), secretaria de Salvador, Diego Velázquez (Julián Villagrán), retratista del grupo, que aporta una nota de humor por su carácter ególatra y obsesivo, o Lola Mendieta (Natalia Millán), una ex agente del Ministerio que se mueve a su aire por las puertas en plan freelance para enriquecerse.
Se ven envueltos en peripecias históricas como la guerra de Independencia (en la que tienen que salvar al empecinado), el embarque de la armada invencible (donde tienen que salvar al mujeriego Lope de Vega), la inmediata posguerra en la que Franco estuvo a punto de apuntar a España a la Segunda Guerra Mundial para ayudar a Hitler, la Inquisición con un sorprendente Torquemada y un episodio con estructura circular a lo Atrapado en el tiempo, la pintura del Guernica y el Madrid de la movida de los años 80, el Lazarillo de Tormes como personaje real y no de ficción, así como una revuelta de los propios funcionarios liderada por Armando Leiva, un agente confinado en una prisión del siglo XI, además de la Residencia de estudiantes en los años 20, con sus más ilustres integrantes (Lorca, Buñuel, Dalí).
Vale que hay momentos bastante previsibles y que el final queda demasiado abierto para su segunda temporada, vale que le falta una banda sonora para darle más indentidad, pero está muy bien documentada y conseguida y los pros superan sobradamente a los contras. Incluso la intro está muy bien. Un aprobado largo para esta diferente y animada propuesta, muy emparentada con el Doctor Who inglés por ese buen rollo que desprende en líneas generales.
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