(ABC. 10 episodios: 06/01/16 - 09/03/16) |
La temática de la segunda temporada en lo personal me ha tocado más que la primera al estar en relación con temas educativos, aparte de su gran riqueza y de la coralidad marca de la casa, ya presente en la primera. La ventaja de series que cuentan una historia cada año es esa, que los arcos argumentales están bien delimitados, y que si un año no te interesa uno, existe la posibilidad de reengancharte con otra posibilidad.
Uno de los temas principales es la (presunta) violación a un chico, y ya el matiz del sexo supondrá la primera gran baza para transgredir los límites preestablecidos. En un momento determinado, un personaje se plantea las diferencias de percepción que se producen si la víctima es femenina o masculina, como si las violaciones a chicos estuvieran mal vistas o resultaran imposibles. Y es que American Crime juega con esos aspectos no digeridos o menos transitados por la sociedad (los "puntos ciegos" resaltados por la excelente reseña de OchoQuince Magazine).
Todo empieza por algo tan cercano y habitual como el reenvío entre los estudiantes del prestigioso y caro instituto de Leyland (Indianápolis) de unas fotos vía red social de turno, en las que el protagonista, Taylor Blane (estupendo en todos sus registros Connor Jessup, y en este aspecto hay que destacar el reparto de los chicos jóvenes, inmejorable), aparece en situaciones comprometidas, afectado por sustancias estupefacientes y con los pantalones bajados. Casi de inmediato, la maquinaria del colegio, liderado por la eficaz e implacable directora Leslie Graham (de nuevo Felicity Huffman en un papel incómodo, polémico y, por qué no decirlo, odioso, y aunque parezca imposible es casi mejor que su desabrida Barb de la primera tanda), se pone en marcha para atajar un comportamiento inadecuado, expulsando al muchacho casi de inmediato.
¿El problema cuál es? Taylor (que parece estar abrumado por la situación) cursaba estudios gracias a una beca. Anne, su madre (Lily Taylor gana en protagonismo respecto a su papel secundario en la uno), es una mujer de clase media-baja, encargada de un restaurante, sin ayudas paternas, y el choque entre clases venía de largo, con actitudes reprobables y clasistas por parte de los niños ricos hacia los "pobres" de poca aceptación. Gracias a su labia y su retórica grandilocuente, Leslie logra embaucar a Anne haciéndole firmar una declaración de los hechos llena de contradicciones que paraliza las pretensiones de la madre de Taylor para solucionar la violación sufrida por su hijo en la fiesta de capitanes del equipo de baloncesto.
Porque hay equipo de baloncesto, y equipo reputado además (todo muy americano, esta serie es un torpedo a su línea de flotación en cuanto a los supuestos valores patrios). A toda costa se intenta que sus integrantes no se vean involucrados, y en este sentido la actitud paternalista e hipócrita del entrenador Dan Sullivan (estupendo de nuevo Timmothy Hutton), apelando a valores de grupo, de confianza, de liderazgo y varios códigos pomposos pero huecos y sonoros, supone otra traba más que lleva a la mujer a denunciar el hecho ('rape') a la policía, con lo que veremos la puesta en marcha de la maquinaria de los servicios sociales, policiales y médicos en los capítulos posteriores.
La diferencia de trato es sangrante en lo que respecta a Taylor y a Kevin LaCroix (Trevor Jackson), uno de los capitanes del equipo, hijo de una de las familias más pudientes y reputadas, la formada por Terri (enorme Regina King en un rol totalmente diferente y mucho menos empático que Aliyah, aunque será uno de los personajes que más evolucione) y Michael (André Benjamin, quizá el actor menos poderoso). Ella, directiva de una gran corporación y él, arquitecto, a pesar de ser negros, cuentan con las ventajas que te otorga el vil metal, y no dudarán en tirar de favores personales e influencias para librar a su díscolo hijo de las imputaciones que acaban salpicándole. Kevin para mi gusto tuvo más que ver en los hechos de la fiesta de lo que él mismo reconoce, pero es que se trata de un niño bien, acostumbrado a conseguir lo que quiere cuando chasquea los dedos y a rehuir de sus responsabilidades cuando el panorama se torna hostil.
El tema de la homosexualidad sale a la palestra no sólo por la violación, sino también por medio de otro de los capitanes, Eric Tanner (fabuloso Joey Pollari), el agresor de Taylor (aunque este nunca reconocerá la agresión y defenderá que fue sexo consentido, y no se llegará a resolver la duda). Al conocerse su orientación sexual, el muchacho se verá afectado por la presión de su entorno. Desde la aparente aceptación (aunque escurra el bulto) de su padre, Curt (Brent Anderson), al rechazo y la repulsa de su madre Lilah (Emily Bergl), pasando por varias etapas de su hermano pequeño Peter (Ty Doran), pocas personas sienten verdadera empatía por él o se ponen en su lugar, si bien es cierto que los prejuicios incluso le alcanzan a él (diferencia entre gay y maricón, o 'fag' como despectivamente se emplea en inglés).
A pesar de que al mostrarnos el funcionamiento y los problemas del centro público que dirige Chris Dixon (Elvis Nolasco no puede lucirse tanto como con su Carter) no se consigue imbricar tan bien esta trama y queda como más colgando o de relleno o en un segundo plano, nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que existen para integrar a alumnos de varias etnias. Chris no consigue atajar el acoso que sufre Evy Dominguez (espectacular y guapísima Angelique Rivera) y la rebelión de los hispanos, espoleados por el trato de favor que ellos piensan que recibe un alumno negro, acabará en su despido.
Al reparto ya conocido, que había demostrado unas prestaciones estupendas, habría que añadir a Sebastian de la Torre (Richard Cabral), en un papel de hacker implicado contra las injusticias de las grandes corporaciones, una especie de Robin Hood de la informática que tratará de ayudar a la acorralada Anne, aunque acabará demostrando la peligrosidad de creerse por encima del bien y del mal amparándose en las lagunas entre libertad y casi terrorismo.
Hay que reseñar el extraordinario nivel interpretativo, empezando por las estupendas caras nuevas, casi todas juveniles. A las mencionadas, me quedo también con la hija del entrenador Dan, Becca (cautivadora y perturbadora Sky Azure Van Vliet), que parece una mosquita muerta y luego resulta traficar con las drogas de su madre, Steph (Hope Davis, Wayward Pines), una mujer un tanto pusilánime, anulada en cierto modo por su marido (y por las drogas).
Si añadimos un episodio impactante (el siete, que supone el clímax de la serie), momentos casi líricos (la danza tan metafórica del grupo de teatro del colegio), o directamente soberbios (como en el episodio creo que ocho, que se entremezcla la historia que se nos está contando con testimonios de personas reales que han sufrido o bien bullyng por sus orientaciones sexuales o bien fueron testigos de la matanza de Columbia), además de recursos tales como enfocar casi en primeros planos los rostros de los protagonistas en algunas entrevistas con médicos o policías a los que se escucha pero no se ve, estamos ante una serie indispensable; aunque eso sí, aviso a navegantes, tiene un final polémico de lo más abierto, y aquellos que necesiten que se cierren concluyentemente todas las tramas se sentirán insatisfechos o incluso engañados. Si hubo violación o no, es lo de menos, porque lo importante es que salen a colación temas polémicos y no muy transitados. Para mí, ese final es valiente e incide en la línea de la relatividad de la verdad.
Uno de los temas principales es la (presunta) violación a un chico, y ya el matiz del sexo supondrá la primera gran baza para transgredir los límites preestablecidos. En un momento determinado, un personaje se plantea las diferencias de percepción que se producen si la víctima es femenina o masculina, como si las violaciones a chicos estuvieran mal vistas o resultaran imposibles. Y es que American Crime juega con esos aspectos no digeridos o menos transitados por la sociedad (los "puntos ciegos" resaltados por la excelente reseña de OchoQuince Magazine).
Contiene spoilers
¿El problema cuál es? Taylor (que parece estar abrumado por la situación) cursaba estudios gracias a una beca. Anne, su madre (Lily Taylor gana en protagonismo respecto a su papel secundario en la uno), es una mujer de clase media-baja, encargada de un restaurante, sin ayudas paternas, y el choque entre clases venía de largo, con actitudes reprobables y clasistas por parte de los niños ricos hacia los "pobres" de poca aceptación. Gracias a su labia y su retórica grandilocuente, Leslie logra embaucar a Anne haciéndole firmar una declaración de los hechos llena de contradicciones que paraliza las pretensiones de la madre de Taylor para solucionar la violación sufrida por su hijo en la fiesta de capitanes del equipo de baloncesto.
Porque hay equipo de baloncesto, y equipo reputado además (todo muy americano, esta serie es un torpedo a su línea de flotación en cuanto a los supuestos valores patrios). A toda costa se intenta que sus integrantes no se vean involucrados, y en este sentido la actitud paternalista e hipócrita del entrenador Dan Sullivan (estupendo de nuevo Timmothy Hutton), apelando a valores de grupo, de confianza, de liderazgo y varios códigos pomposos pero huecos y sonoros, supone otra traba más que lleva a la mujer a denunciar el hecho ('rape') a la policía, con lo que veremos la puesta en marcha de la maquinaria de los servicios sociales, policiales y médicos en los capítulos posteriores.
La diferencia de trato es sangrante en lo que respecta a Taylor y a Kevin LaCroix (Trevor Jackson), uno de los capitanes del equipo, hijo de una de las familias más pudientes y reputadas, la formada por Terri (enorme Regina King en un rol totalmente diferente y mucho menos empático que Aliyah, aunque será uno de los personajes que más evolucione) y Michael (André Benjamin, quizá el actor menos poderoso). Ella, directiva de una gran corporación y él, arquitecto, a pesar de ser negros, cuentan con las ventajas que te otorga el vil metal, y no dudarán en tirar de favores personales e influencias para librar a su díscolo hijo de las imputaciones que acaban salpicándole. Kevin para mi gusto tuvo más que ver en los hechos de la fiesta de lo que él mismo reconoce, pero es que se trata de un niño bien, acostumbrado a conseguir lo que quiere cuando chasquea los dedos y a rehuir de sus responsabilidades cuando el panorama se torna hostil.
El tema de la homosexualidad sale a la palestra no sólo por la violación, sino también por medio de otro de los capitanes, Eric Tanner (fabuloso Joey Pollari), el agresor de Taylor (aunque este nunca reconocerá la agresión y defenderá que fue sexo consentido, y no se llegará a resolver la duda). Al conocerse su orientación sexual, el muchacho se verá afectado por la presión de su entorno. Desde la aparente aceptación (aunque escurra el bulto) de su padre, Curt (Brent Anderson), al rechazo y la repulsa de su madre Lilah (Emily Bergl), pasando por varias etapas de su hermano pequeño Peter (Ty Doran), pocas personas sienten verdadera empatía por él o se ponen en su lugar, si bien es cierto que los prejuicios incluso le alcanzan a él (diferencia entre gay y maricón, o 'fag' como despectivamente se emplea en inglés).
A pesar de que al mostrarnos el funcionamiento y los problemas del centro público que dirige Chris Dixon (Elvis Nolasco no puede lucirse tanto como con su Carter) no se consigue imbricar tan bien esta trama y queda como más colgando o de relleno o en un segundo plano, nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que existen para integrar a alumnos de varias etnias. Chris no consigue atajar el acoso que sufre Evy Dominguez (espectacular y guapísima Angelique Rivera) y la rebelión de los hispanos, espoleados por el trato de favor que ellos piensan que recibe un alumno negro, acabará en su despido.
Al reparto ya conocido, que había demostrado unas prestaciones estupendas, habría que añadir a Sebastian de la Torre (Richard Cabral), en un papel de hacker implicado contra las injusticias de las grandes corporaciones, una especie de Robin Hood de la informática que tratará de ayudar a la acorralada Anne, aunque acabará demostrando la peligrosidad de creerse por encima del bien y del mal amparándose en las lagunas entre libertad y casi terrorismo.
Hay que reseñar el extraordinario nivel interpretativo, empezando por las estupendas caras nuevas, casi todas juveniles. A las mencionadas, me quedo también con la hija del entrenador Dan, Becca (cautivadora y perturbadora Sky Azure Van Vliet), que parece una mosquita muerta y luego resulta traficar con las drogas de su madre, Steph (Hope Davis, Wayward Pines), una mujer un tanto pusilánime, anulada en cierto modo por su marido (y por las drogas).
Si añadimos un episodio impactante (el siete, que supone el clímax de la serie), momentos casi líricos (la danza tan metafórica del grupo de teatro del colegio), o directamente soberbios (como en el episodio creo que ocho, que se entremezcla la historia que se nos está contando con testimonios de personas reales que han sufrido o bien bullyng por sus orientaciones sexuales o bien fueron testigos de la matanza de Columbia), además de recursos tales como enfocar casi en primeros planos los rostros de los protagonistas en algunas entrevistas con médicos o policías a los que se escucha pero no se ve, estamos ante una serie indispensable; aunque eso sí, aviso a navegantes, tiene un final polémico de lo más abierto, y aquellos que necesiten que se cierren concluyentemente todas las tramas se sentirán insatisfechos o incluso engañados. Si hubo violación o no, es lo de menos, porque lo importante es que salen a colación temas polémicos y no muy transitados. Para mí, ese final es valiente e incide en la línea de la relatividad de la verdad.
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