(BBC. 6 episodios: 29/04/2014 - 03/06/2014) |
Contiene spoilers
Lo único que no tienen los ingleses son buenos pósters (lo que cuesta encontrar una imagen para ilustrar las entradas...) para sus magníficas series. Sus temporadas breves son más que suficientes como para demostrar que los británicos son especiales, no por algo conducen por la derecha y viven al margen del euro con su propia libra. Las recomendaciones varias de lo buena que era esta serie ya eran carta de presentación por sí solas, de modo que había que conocer a Catherine Cawood (apoteósica Sarah Lancashire), la sargento de la policía local de esta pequeña población inglesa encuadrada en un valle tranquilo.
Y si bien es cierto que ella misma se da a conocer ante un heroinómano que amenaza con prenderse fuego ("Soy Catherine. Tengo 47 años"), que nos digan que es madre de dos hijos, una muerta (Becky, suicidada), y otro que no le habla, que vive con su hermana, ex heroinómana, y que cría a su nieto Ryan porque su padre fue el que violó a su hija, hasta que no se ve, no termina de concretar todo su alcance. Sabemos que tiene arrestos e iniciativa con el extintor en mano, y queremos conocer más a fondo su historia.
Casi nunca encontramos este tipo de héroes en las series. Si son policiales, tendremos a nuestros maravillosos, jóvenes y esculturales agentes encargándose de servir y proteger, además de lidiar con sus tormentosos romances; con un poco de suerte, si la serie es buena, tendrá sus demonios internos y estará impregnado de esos grises que acompañan a todos los seres humanos. La misma Catherine, una mujer poco atractiva de primeras al menos no en cuanto al físico al que estamos acostumbrados, que pierda los papeles, rompa a llorar, se líe con su ex marido, sea irascible con su hermana, pretenda tomarse la justicia por su mano con Tommy Lee Royce (también impecable el trabajo de James Norton), el presunto violador de su hija (digo presunto porque luego se nos presenta otra versión en la que la relación entre ella y Tommy fue más consentida), será la misma que cría a un niño al que su familia da la espalda por las circunstancias que le envolvieron, la misma que dé consuelo a la familia Nevison, la misma jefa ejemplar y la mejor detective de la comisaría.
Tanto si tiene un ojo ensangrentado (me ha llamado la atención el cerco de sangre en las pupilas con el que los dos que reciben golpes en la zona terminaban) como el resto del cuerpo magullado, tanto si en los peores momentos ve a su hija muerta (por suerte sólo ocurre en un par de ocasiones, el recurso de la que parece una títere emparentada con Joker no termina de quedar muy bien) como si en otras mantiene la calma a pesar de que la llamen puta, zorra o gilipollas, tanto si se muestra conciliadora y se muestra justa y valiente como si su odio interno la consume y le lleva a detestar a Ryan, a casi echar a su hermana Clare (Siobhan Finneran) y a perder su puesto de trabajo por un ataque de ira (y de sinceridad), la sensación en todo momento es de verosimilitud y realismo. Y no, ese chaleco reflectante o ese gorro de policía antiaerodinámico son cualquier cosa menos glamurosos, pero precisamente por eso gana todavía más puntos.
No era sencillo. Se partía de una premisa arriesgada: Kevin (Steve Pemberton), el contable de la empresa de Nevison, al recibir la negativa del aumento de sueldo por parte de su jefe, el irascible Nevison Gallagher (George Costigan), no lo asimila bien y, en el momento menos oportuno y menos indicado, le suelta a Ashley (Joe Armstrong), el nada recomendable propietario de una especie de camping, a quien ha visto su verdadera ocupación como traficante de drogas, su idea de secuestrar a la hija de Nevison para pedirle un rescate. La idea de que un hombre de bien, casado con una mujer con una enfermedad degenerativa y dos hijas, ceda a sus instintos más bajos para conseguir lo que piensa que le corresponde, no deja de ser interesante. Su ruindad o cobardía, instigada en ocasiones por su propia esposa, le equiparaban con cualquier otro de la "banda".
Por ejemplo, el supuesto cabecilla, Ashley, otro personaje nada agradable pese a no ser de los que se ensucien las manos. A las malas, sálvese quien pueda, por lo que se convierte en chivato con tal de librarse de la cárcel. Claro que el papel del malo de la película hay que cedérselo a Tommy. Si bien se nos muestra en alguna ocasión como un inadaptado, víctima de unas circunstancias adversas, casi siempre se gana nuestro desprecio y nuestras ganas de que reciba un castigo a todas sus tropelías: no solo por lo que sabemos por parte de Catherine, sino porque viola a Ann (Clare Murphy es otra que borda su duro y difícil papel) y asesina a la pobre Kirsten (sabía que me sonaba Sophie Rundle: Ada en Peaky Blinders) atropellándola a sangre fría. Al único que perdonamos de los secuestradores es a Lewis (Adam Long), aunque su defensa a Ann sea estéril y luego resulte un estúpido al ayudar a Tommy cuando está acorralado.
Puede que el primer episodio no termine de engancharte hasta el trepidante final, algo que casi vuelve a suceder con el 2º, pero ya a partir del estupendo tercer capítulo, y sobre todo el 4 y 5, te subes al carro de Catherine. Si añadimos que el final contiene otro extintor y le da un empaque circular a lo que se nos cuenta, poco más se puede pedir. Bueno, sí, que la 2ª temporada ya se ha iniciado, así que deseo concedido...
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