Fargo. Temporada 2

(FX. 10 episodios: 12/10/15 - 14/12/15)
Mira que lo normal suele ser que después de propuestas muy brillantes sobrevenga el bajón y el desaliento, la repetición y el estancamiento, la falta de ideas y la desilusión, pero este año hemos tenido estupendas muestras que han representado todo lo contrario: la santísima trinidad de la corrección de aquella frase tatuada a sangre y fuego de "segundas partes nunca fueron buenas" ha venido de la mano de The Knick, The Leftovers y, por supuesto, Fargo. Tres series, por cierto, cuya duración es de 10 capítulos exactos, de modo que lo bueno, si breve, dos veces bueno, aunque para mi gusto te dejan con muchas ganas de más, de al menos dos episodios más (nunca se está conforme con lo que se tiene, es ley de vida).

Quién nos iba a decir que no echaríamos de menos a los fabulosos Lester y Malvo, quién que casi desde el principio nos íbamos a enganchar al resuelto Lou Solverson (sí, el padre de una Molly niña aquí, fantástico por cierto Patrick Wilson), a su suegro Hank Larsson (la revelación no viene sino a cargo de Ted Danson, que está para nominaciones de secundario, y que está, incluso Cheers mediante, ante su papel más hilarante, aunque sea en dos o tres destellos), al carnicero medio lelo Ed Blumquist (un engordado Jesse Plemons, el repulsivo Todd de Breaking Bad) y su "tocada" esposa Peggy (grandísima Kirsten Dunst) y, en general, toda la familia Gerhardt, la mafia de Minnesota.

Con acierto, nos situamos en 1979, y hay que recordar al Lou anciano de los primeros diez episodios cuando rememoraba los asuntos que se fueron de madre hace varios años para calcular la genialidad de Hawley para conseguir reinventarse y ofrecer algo totalmente diferente con la esencia original de Fargo. Nieve, frío y violencia como materias primas, blanco combinando a la perfección con el rojo. Perfecta continuidad con el espíritu de la serie y al mismo tiempo originalidad. Parece fácil, pero no lo es. Que se lo digan a Masters of sex, True Detective o The Affair.

Vamos un poco con la trama. Así que ojo con los spoilers...

Lou, un hombre tranquilo, pacífico, honrado y de valores firmes, aspira a llevar una vida normal al lado de su tierna esposa, Betsy (notable Cristin Milioti, ya en guarismos muy positivos en How I met) y de su pequeña Molly (un gran acierto conectar de esta forma con la primera temporada, algo que alcanzará su culmen en el último capítulo, cuando Betsy imagina el futuro y salen imágenes de nuestros personajes tal y como los vimos en los primeros diez episodios). El problema es que Betsy está aquejada de cáncer, y la quimio parece no dar resultados. A pesar de ello, no se queja y trata de seguir su vida como si no estuviera enferma, por no hablar de que es casi más sagaz que Lou y Hank juntos. Personaje femenino, pues, duro, resuelto y encantador, con el que tenemos la suerte de no incurrir en el sentimentalismo de ver su muerte como podría pensarse en un principio. Ella y Lou son una pareja perfecta, como se ve en esa manera de darse las buenas noches.

Hank, la otra pata de esa actitud comedida, serena y alejada de los extremismos a los que se ven abocados ellos y su pequeño pueblo, Luverne, a pesar de ser más impermeable a mostrar los sentimientos y a abrirse es, como le dice su hija, un hombre bueno. Y por eso en el par de ocasiones en que se cruza con los matones sufres por si se lo cargan, porque tiene la etiqueta de muerto colgada encima por aquello de la edad y de los patrones que hemos visto en otras series antes. La reflexión final que hace sobre la comunicación -intenta crear un lenguaje universal para ello- es una especie de paradigma de ese sentido común que tan opuesto parece a la actitud de los Gerhardt y la banda de Dakota del Sur, que entran en guerra para hacerse con el poder o mantenerse en él, y en la que se ven implicados sin comerlo ni beberlo Ed y Peggy a través de una de las más delirantes situaciones que yo recuerdo: 

Peggy atropella a Rye Gerhardt (Kieran Culkin, hermano del de Solo en casa, aunque aquí su cara de alucinado y marginado le va como anillo al dedo al papel), que se había cargado a una jueza, al cocinero y a la camarera de un bar de carretera. Rye, el hermano pequeño de los tres, el despreciado por el mayor, y que por eso trata de establecerse un poco por su cuenta en el negocio de las máquinas de escribir electrónicas. Rye, que se había quedado pasmado en medio de la carretera al ver aparecer un OVNI (sí, un OVNI, uno de los pocos aspectos criticados por algunos, aunque por lo visto esos avistamientos están basados en hechos reales, tal y como se apunta -jocosamente, sigo entendiendo yo- al inicio de cada capítulo).

Que lo atropelle sin querer no es delirante. Lo delirante es que la tía no se para ni desincrusta al atropellado ni al llegar a su casa. Y tampoco le cuenta al bueno de su marido Ed, que aspira a hacerse con la carnicería para la que trabaja y tener un hijo o dos con su adorable esposa, que hay un presunto cadáver en el garaje. Cuando muchos pensamos que estaba tratando de ocultar al amante, resulta que sale con que ha atropellado a un cervatillo. Y ese cervatillo no es otro que Rye, a quien tiene que rematar Ed, esconderlo en el congelador y luego trocearlo para deshacerse de las pruebas (genial la escena en que Lou aparece para pedir tocino, y un dedo que se le ha caído está por el suelo), puesto que Peggy lo convence de no decir nada a la policía. 

Peggy es una cabeza loca que colecciona revistas y sueños sobre realizarse como persona porque se ve que su trabajo como peluquera y su papel de esposa de un tipo que ralla en la medianía no es suficiente. "Tú estás un poco tocada, ¿no?", le espeta Hank en una ocasión, antes de que todo se vaya de madre, cuando los Gerhardt pongan precio sobre las cabezas del carnicero y su esposa. Otra delirante escena (incluso más que cuando se pone a hablar con tipos que sólo existen en su cabeza o se imagina el humo en la cámara refrigeradora donde huyen de Hanzee) es cuando mantiene una charla con su preso, Dodd, a quien enseña modales a base de "pequeñas" puñaladas. Si el personaje del atribulado pero obediente marido es bueno, el de la disparatada esposa es una auténtica joya interpretada a la perfección por la ex novia de Spiderman. Vaya cambio de registro, que al principio hasta parece más feílla y me costó reconocerla.

Otros elementos que hablan de la enorme calidad de la serie son las transiciones entre escenas, que suelen iniciarse con varias ventanas simultáneas que nos llevan de un personaje a otro; o las maneras de introducir los episodios, por ejemplo la del noveno episodio, con la voz de Martin Freeman como narrador de lo que de pronto es un libro que relata los casos de violencia en Minnesota (recurso que ayuda a establecer hipótesis de lo que pudo pasar, qué manera más grandiosa de ampliar el perspectivismo), o en el primer episodio, iniciado con una especie de documental o de "making off" de la primera peli de Ronald Reagan, que luego saldrá como personaje dando un emotivo discurso sobre su fe en EEUU -estamos en años de depresión, con racionamiento de gasolina incluido-. La peli, por cierto, trataba sobre la matanza de los sioux, otro tema de los secundarios que no deja de estar presente, por medio del indio Hanzee (Zahn McClarnon), otro de los grandes personajes (y van...), el relevo perfecto para Lorne Malvo.

Más: la nómina de impecables actuaciones y tremendos personajes. A los ya referidos, nos quedan unos cuantos más, como Floyd Gerhardt (Jean Smart ha ganado un premio recientemente, para hacernos una idea del alcance de los secundarios), la matriarca de la familia, que toma el mando cuando a su marido Otto le da un derrame cerebral. A pesar de ser implacable y una estratega bastante decente, su condición de mujer le convierte, a ojos del hijo mayor, el brazo martillo de Dodd (Jeffrey Donovan, además de su manera de comportarse, con esa mandíbula inferior saliente da vida estupendamente a un garrulo acostumbrado a asesinar desde bien pequeño), en un estorbo, y así empezarán las primeras grietas en la familia, puesto que el mediano, Bear (Angus Sampson no es menos que los demás Gerhardt y es otra maravilla su actuación), se posiciona a favor de su mami, aunque solo sea porque no soporta la tiranía (y mediocridad) del mayor.

Quedan por referir la hija de Dodd, la preciosa y díscola Simone (quiero ver más a la pecosa Rachel Keller), y el hijo de Bear, Charlie (Allan Dobrescu), aquejada su mano de parálisis y motivo fundamental para que le quieran apartar de las andanzas delictivas de la familia y le propongan estudiar, aunque a él le van los pasos de su tío, y se postula como voluntario para asesinar a Ed. A la postre, aunque de él se olvidan luego, será el único superviviente de los Gerhardt.

Del bando contrario, hay que quedarse con el pedante y filosófico Mike Milligan (Bokeem Woodbine), aparte de por su afición a citar y por su voz rasposa, porque será un hombre que sabe moverse, ayudado por sus dos esbirros mudos, de su inteligencia (que le sirve para quitarse de encima al Enterrador), y de un poco de suerte. Suerte que parece acabarse cuando, al final, le ofrecen un puesto como contable en una gris oficina, la misma organización mafiosa de Dakota a la que ha servido. Joe Bulo (Brad Garrett) no correrá tanta suerte, a pesar de que parecía un hombre más de negocios que de campo. Y no me quiero dejar a dos habitantes de Luverne: Noreen (Emily Haine), ávida lectora de Sartre y existencialista rebatida por Betsy; y el genial Karl (Nick Offerman), que será el héroe del asedio a la comisaría de Luverne cuando salga, borracho y cagado (literalmente), a convencer a Bear de que deje el ataque.

En fin. Una maravilla de serie. Violenta, pero divertida. Fantástica, muy visual (hay varias escenas que son poderosas y un reclamo de por sí, como la del motel de carretera y la escabechina de policías y mafiosos, hasta que aparece un OVNI a lo "deus ex machina"), y orquestada de manera prodigiosa, con pocos cabos sueltos (todo lo contrario, parece muy intrincado, por ejemplo, cuando Hanzee, otro de los pocos que sobreviven, habla de que quiere cambiarse de aspecto -normal tras su particular "día de furia"- y surgen las dudas de quién podría ser de los personajes de la primera temporada) y gran capacidad para reinventarse. Como dicen nuestros habitantes de Luverne casi siempre: Okay then.

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