(HBO. 10 episodios: 04/10/2015 - 06/12/2015) |
¿Por qué, con el final tan perfecto y optimista que tuvo la 1ª temporada, tenían que alargar y meternos una 2ª temporada? Parecía imposible que se pudiera mejorar ese arreón final de una serie que era tan extraña como emocionante? Como mucho, imaginaba otros personajes para que no me los movieran de ese final tan perfecto, y he de reconocer que me cagué en Lindeloff largamente cuando supe que habría más episodios. Y todavía empeoró la cosa cuando vi que habían cambiado la intro, de la fabulosa y cuasi mística de la 1ª, a una especie de ranchera en la que superponían como fotos con gente que había desaparecido.
Pero los resquemores terminaron en el mismo primer episodio, a pesar de arrancar con un inentendible preludio cavernícola, al estilo de 2001, Una odisea en el espacio (si no me olvido, volveré sobre este punto), y a pesar de que casi todo el episodio estaba protagonizado por una familia diferente a la de los Garvey. Un tal John Murphy (perturbador Kevin Carroll), una especie de bombero que en vez de apagarlos los provoca; una tal Erika Murphy (estupenda Regina King), enfermera y sorda; y sus hijos Michael (Jovan Adepo), taciturno y fervoroso, y Evi (Jasmin Savoy Brown), una muchacha que a ratos le da por provocar, que le da por correr en pelotas por el bosque, que sufre ataques epilépticos.
La premisa para los nuevos episodios, también he de reconocerlo, me pareció interesante: ahora estaría ambientada en Miracle, un pueblo en el que no se produjo ninguna "Departure". El único lugar del mundo. Por tanto, se ha ganado el halo de milagroso, algo achacable por algunos al agua de su parque natural, al loco de la torreta, al que sacrifica cabras donde le viene en gana, o a la que todos los días se viste de novia. El caudal de rarezas habitual tenía su cuota, como con los pájaros que entierran en una caja y que salen a volar, o el que luego sabemos que es el padre de Michael, Virgil (Steven Williams), o con Isaac, uno que lee el futuro en los contornos de las manos que pinta (y que no es ni más ni menos que Darius McCrary, el Eddie de Cosas de casa).
Si encima al final entraban, como vecinos de los Murphy, nuestros Kevin, Nora, Jill y su bebé, y había un terremoto (habituales en la zona), y Evi, junto con sus dos amigas, desaparece sin dejar ni rastro, y Kevin aparecía en la zona del parque donde habían encontrado el coche de las chicas, y en los siguientes episodios veíamos prácticamente los mismos hechos pero desde puntos de vista distintos (el de Kevin, el de Nora), las dudas y los resquemores habían quedado erradicados. Había 2ª temporada porque había mucho por contar. Se nos había resuelto (en parte) un bloqueo emocional de nuestros protagonistas, pero quedaba mucho sin resolver.
A pesar de que Jill pierde mucho protagonismo, pocas pegas se le puede poner a esta serie, siempre que seas de los que permite que las preguntas se sigan acumulando, y en cambio las respuestas lleguen con cuentagotas (pero van llegando, y cuando cuadra todo hay una sensación de guión bien ensamblado). Los primeros episodios son maravillosos; ver a Laurie hablar es como ver actuar a otra actriz (pero siempre estupenda Amy Brenneman); volver a tener a Patti es grandioso, aunque sea a costa de la salud mental de Kevin; el episodio centrado en Matt vuelve a resultar tortuoso y desesperante, pero al mismo tiempo hermoso y edificante; qué decir del personaje de Nora, ese amor de mujer; el sector femenino (y parte del masculino) estará encantado con Kevin saliendo de la ducha; e incluso Tom (Chris Zylka) está estupendo.
Aunque para estupendo, el final del séptimo episodio, cuando Virgil parece haberse cargado a Kevin con ese rollo que le cuenta para que este se pueda librar del fantasma de Patti Levin o lo que quiera que sea ella. Y qué decir del fascinante octavo. Alicia en el país de las maravillas versión Kevin Garvey. Qué ralladura más delirante. En ese hotel-limbo, por cierto, llegan varias respuestas, aunque de una manera tan simbólica que no terminas de procesarlas.
Y el penúltimo episodio nos trae la apoteosis de Liv Tyler. Ese personaje de Meg, que yo calificaba de anodino en mi reseña de la 1ª temporada, y por el que no me explicaba cómo esta actriz de talla mundial se había decidido a interpretarlo, nos deja boquiabiertos y ojipláticos, aunque sólo sea por esa voz tan dulce. Si sus ojos azules no te enamoran, óyela hablar un par de frases. Estupendísima, qué manera de envejecer la suya. Y qué bien hilvanada está la serie, que nos encamina a Miracle desde todos los personajes y que nos arroja otro final que te desencaja la mandíbula y te hace pronunciar, por enésima vez, un What The Fuck por todo lo alto.
Y qué decir del capítulo final. O del final del capítulo final. Qué bonito. Otra vez. Qué emotivo. Otra vez. Qué forma de terminar una temporada. Otra vez. Ya no puedo decir que no quiero que haya una 3ª porque ya me han cerrado la boca antes. Y acabo de recordar que quería volver a esa especie de prólogo o introducción prehistórica, con esa mujer que da a luz a un niño y que pierde la vida en el camino hacia un fuego. No tengo ni idea del porqué, pero parece vinculado a Nora y el bebé que recogía de la estúpida de Christine al terminar la temporada anterior. Eso, y el mensaje que la misma Meg le dice al oído a Tom, y que se refleja con la llegada de Kevin a casa tras los acontecimientos precedentes.
Fabulosa temporada. Fabulosa serie. En cuanto a original, una de las más destacadas de este 2015. Y aún no he hablado de la música. Otra maravilla que se une a la historia y al reparto.
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