(Netflix. 13 episodios: 20/11/2015) |
La “hermana
pequeña” de Daredevil, también difundida desde la plataforma Netflix, pese a
compartir ciertas credenciales con su “hermano mayor”, como ese punto de
oscuridad, el tono serio a la hora de introducir la mezcla entre humanos
normales y especiales o una intro estupenda (con la culminación de ese riff de
guitarra con el que se cierra, al tiempo que observamos el ojo de Jessica),
tiene aspectos que la separan por completo y le dan una identidad propia:
Jessica (solvente como siempre Krysten Ritter) es
una heroína sin capa ni traje (es gracioso el flashback en el que Trish y ella
hablan de ello, una sorna encubierta a este submundo de mallas y máscaras),
pero asida a una perenne botella de alcohol. Es inteligente, descreída, desapegada,
sarcástica, borde, malhablada y, a su pesar, comprometida. Sabe que su
superfuerza le dota de responsabilidades para con los más débiles y, aunque se
jacta de pasar del resto, no puede. Eso, unido a su cargo de conciencia por culpa de la sumisión a la que le postró Kilgrave, le dota de un halo de tragedia, pues
considera que está algo así como maldita, y tener sentimientos es casi una
debilidad. Al menos con un villano como Kilgrave de por medio.
Para mi
gusto, lo mejor de la serie es esa narración en off, esa música a lo jazz que se escucha de vez en cuando, ese cartel de cristal en
la puerta anunciando que es una detective privada, esa mujer fatal que es ella
misma sin necesidad de clientas rubias que le compliquen la vida. El homenaje a
las pelis de detectives privados y ese género negro, algo casposo por momentos,
es de lo mejorcito. El sórdido apartamento donde vive es el mejor escenario
posible, y su máximo exponente es cuando contempla la cucaracha en el lavabo.
Con todo, el
mayor acierto es el villano, Kilgrave. Un tipo capaz de controlar las mentes,
ni más ni menos. Un pirado que se obsesiona con nuestra Jessica y que le
demuestra su amor de las más retorcidas maneras. Claro que su encanto (porque
resulta encantador pese a sus muestras de lo psicótico y sociópata que es)
reside en la actuación de David Tennant. Pocos actores hubieran logrado ese
objetivo en vez de parecer patético o grotesco. El acento inglés y esas
reminiscencias a Doctor Who (inherentes a él mismo) nos impiden odiarle por
completo.
El tercer personaje
más interesante es la amiga de la infancia, Trish Walker (qué guapa Rachael Taylor, y qué bien está aquí). Esta famosa locutora
de radio, niña prodigio por culpa de una madre manipuladora y egoísta (y que
sirve para que las chicas se unan, como se ve en los esporádicos y acertados flashbacks
que jalonan la serie), que se escuda en un piso casi acorazado y se entrena
en artes marciales para no depender de la fuerza de su amiga, resulta un personaje que demuestra
que siendo “normal” se puede marcar la diferencia.
Luke Cage es otro
con características especiales. En este caso, su irrompible piel. Otra
actuación destacada, en este caso la de Mike Colter (Lemond Bishop en The Good Wife), que parece haber nacido
para interpretar a este hombre que ha perdido a su mujer (algo que le conecta
con Jessica y Killgrave como veremos poco a poco) y que se alía a la perfección
con nuestra detective. Su política de pasar desapercibido y no hacer nada al
respecto sirve de contraste con nuestra heroína.
Otros
personajes que aparecen no pueden arrojar tantos elogios. De hecho, Will
Simpson (Wil Traval) es el personaje más detestable. Policía en un inicio con pasado
militar, es el típico que haga lo que haga la va a fastidiar. Si tiene algún
plan en paralelo con Jessica, sabes que saldrá mal y que se interpondrá en el
camino de Jessica. Si ya toma esas pastillas rojas que le fortalecen y pierde
el poco seso que tenía, da como resultado ese disparo a bocajarro que te deja
tan patidifuso hacia el final.
Carrie-AnnMoss, en el papel de Jeri Hogarth, aunque no cae simpática porque es una abogada sin escrúpulos, egoísta, en
pleno proceso de divorcio porque se ha liado con su joven y preciosa
secretaria, Pam (Susie Abromeit), tiene su punto, aunque solo sea para verla tras Matrix. Y nos
faltaría Malcom (Eka Darville), el amigo yonqui que cuando deja de drogarse resulta más
cansino, Hope, la atleta rubita que está en manos de Kilgrave, o los hermanos raritos, uno un cándido con final triste y la otra una plasta que dan ganas de estrangular.
En definitiva,
una serie entretenida, con una buena dosificación de la intriga, un argumento
bien llevado, alguna escena brillantísima (la de la comisaría se llevaría la palma) y un guión consistente que demuestra la madurez que puede cobrar una serie de superhéroes (en contraste con Supergirl).
Comentarios