(FX. 13 episodios: 12/07/2015 - 04/10/2015) |
Ojo, spoilers
Lo peor que le ha podido ocurrir a esta serie que está a medio camino entre la serie B (lo mejor de la temporada fue la peli en blanco y negro con "the silver angel" en la que salía Santiago Segura) y un producto de entretenimiento serio (o al menos veraniego) es que haya salido Fear the Walking Dead y coincidan en el tiempo. Los procesos de propagación del "virus", "enfermedad", "contagio" o el proceso de transformación zombie no tienen nada que ver uno con otro. Mientras que la serie de Kirkman resulta tan realista que antes de acostarte después de ver un episodio tienes que asomarte por la ventana y vigilar que ningún transeúnte regurgite o se arrastre sospechosamente, en The Strain lo más creíble es un anciano que ha vivido el Holocausto nazi y que va por las calles de Nueva York con un bastón-sable...
El mayor peligro, con todo, es que se eternice este proceso en el que el Maestro busca propagar por Nueva York su "reinado". O se produce una invasión total o fracasa, pero a falta incluso de dos episodios para terminar la 2ª temporada todo seguía igual y por ejemplo pese a todo no muere nadie significativo, por ninguno de los dos bandos. Y cuando esto sucede finalmente, oh, sorpresa, a nadie le sorprende la baja.
Del equipo de los buenos, liderados por el tenaz y vetusto Setrakian, detestamos al prepotente y alcoholizado Eph y, ante todo y sobre todas las cosas, a Zack, uno de los casos que podrían tratar Mulder y Scully en su renovado X-Files: un muchacho bueno y hasta adorable (Ben Hyland) pasa a ser otro bien distinto, interpretado por Max Charles, que hace del mocoso más detestable, malcriado y merecedor a ser mordido y transformado, a poder ser con mucho sufrimiento y dolor. Con suerte, de vampiro le pasa como a Barbara en Gotham, que de loca está mucho más interesante que de lánguida novia de Jim.
Nora es (o era, y se veía venir, va tanto el cántaro a la fuente que al final...) de lo más salvable, junto con Vasily, tan extremo que mola porque nos arroja frases de estas imposibles y a veces le falta, tras encenderse un puro, que diga que le encanta que los planes salgan bien. Dutch (desaparecida en la finale) también podría entrar en la categoría de zumbados que disfrutan del apocalipsis, si le quitáramos el paréntesis sobrante por completo de la reaparición de esa insulsa novia.
Con Setrakian pasa algo parecido: es una pena que se ponga tan cansino con la búsqueda del Occido Lumen, el libro que supuestamente puede acabar con el Maestro. Cuando lo tiene por primera vez en sus manos, es tan previsible el golpe que va a recibir por detrás que te quedas en plan: ¿en serio? A Gus, que va por libre, aunque le hayan añadido la variante (totalmente prescindible también) de Angel Hurtado (the silver angel), no le sienta nada bien la historia de amor con la chica india. En cambio, más interés tiene ese nuevo vampiro anti Maestro, Mr. Quinlan (porque nos dice IMDB que está interpretado por Rupert Penry-Jones, que si no, no nos lo creemos), el primo hermano de Spartacus (por su aparición vía Roma). Y nos faltaría añadir a la Concejala Justin Feraldo (Samantha Mathis), que impone la ley marcial y unas dosis de fascismo para refrenar el descontrol.
De los malos malosos, hay que reseñar que el Maestro se reencarna en la estrella de rock Gabriel Bolivar (aunque tras esto aparece más bien poco), dejando con un palmo de narices al maléfico y ya prescindible Eichorst, de quien conocemos un poco más en un flashback made in The Strain, y cuyo arco argumental está más que acabado, pero por no sé qué motivos se niegan a sacrificar esta pieza. Aunque para pieza, el millonetis Eldrith Palmer, que se nos ha enamorado de su secretaria francesa Coco (aunque no Chanel, algo que ayudaría a soportar las arcadas grimosas que nos provoca esta relación amorosa intergeneracional). No puede ser más chorra esta pareja y su enfrentamiento con el Maestro, a cara descubierta, con una ingenuidad que no debería estar permitida.
¿Qué nos encontramos en esta segunda temporada, que no sabría si definir como mejor o peor que la primera? Tramas que no van a ninguna parte (como la enfermedad que desarrollan Eph y Nora para cargarse a los portadores de gusanos blancos), algunas otras autoconclusivas olvidables (voy a matar a Palmer, voy a Washington para desarrollar una pócima, me enrollo con la primera que pillo y me la asesinan en mi cara, pero en dos capítulos vuelvo a querer a Nora...), flashbacks petardos que resucitan hasta hobbits, una intro que aparece en un único episodio y nunca más se supo de ella...
Conforme transcurren los episodios aumenta la sensación de estancamiento. O dan un giro o la tercera temporada pues ser la que suponga que no se aguanta más este cúmulo de cutreces mal diseñadas y peor desarrolladas. Como muestra, ese último episodio lamentable en el que Zack se marcha con su mamá Kelly y en el que se produce una subasta ridícula para hacerse con el dichoso Lumencito...
Del equipo de los buenos, liderados por el tenaz y vetusto Setrakian, detestamos al prepotente y alcoholizado Eph y, ante todo y sobre todas las cosas, a Zack, uno de los casos que podrían tratar Mulder y Scully en su renovado X-Files: un muchacho bueno y hasta adorable (Ben Hyland) pasa a ser otro bien distinto, interpretado por Max Charles, que hace del mocoso más detestable, malcriado y merecedor a ser mordido y transformado, a poder ser con mucho sufrimiento y dolor. Con suerte, de vampiro le pasa como a Barbara en Gotham, que de loca está mucho más interesante que de lánguida novia de Jim.
Nora es (o era, y se veía venir, va tanto el cántaro a la fuente que al final...) de lo más salvable, junto con Vasily, tan extremo que mola porque nos arroja frases de estas imposibles y a veces le falta, tras encenderse un puro, que diga que le encanta que los planes salgan bien. Dutch (desaparecida en la finale) también podría entrar en la categoría de zumbados que disfrutan del apocalipsis, si le quitáramos el paréntesis sobrante por completo de la reaparición de esa insulsa novia.
Con Setrakian pasa algo parecido: es una pena que se ponga tan cansino con la búsqueda del Occido Lumen, el libro que supuestamente puede acabar con el Maestro. Cuando lo tiene por primera vez en sus manos, es tan previsible el golpe que va a recibir por detrás que te quedas en plan: ¿en serio? A Gus, que va por libre, aunque le hayan añadido la variante (totalmente prescindible también) de Angel Hurtado (the silver angel), no le sienta nada bien la historia de amor con la chica india. En cambio, más interés tiene ese nuevo vampiro anti Maestro, Mr. Quinlan (porque nos dice IMDB que está interpretado por Rupert Penry-Jones, que si no, no nos lo creemos), el primo hermano de Spartacus (por su aparición vía Roma). Y nos faltaría añadir a la Concejala Justin Feraldo (Samantha Mathis), que impone la ley marcial y unas dosis de fascismo para refrenar el descontrol.
De los malos malosos, hay que reseñar que el Maestro se reencarna en la estrella de rock Gabriel Bolivar (aunque tras esto aparece más bien poco), dejando con un palmo de narices al maléfico y ya prescindible Eichorst, de quien conocemos un poco más en un flashback made in The Strain, y cuyo arco argumental está más que acabado, pero por no sé qué motivos se niegan a sacrificar esta pieza. Aunque para pieza, el millonetis Eldrith Palmer, que se nos ha enamorado de su secretaria francesa Coco (aunque no Chanel, algo que ayudaría a soportar las arcadas grimosas que nos provoca esta relación amorosa intergeneracional). No puede ser más chorra esta pareja y su enfrentamiento con el Maestro, a cara descubierta, con una ingenuidad que no debería estar permitida.
¿Qué nos encontramos en esta segunda temporada, que no sabría si definir como mejor o peor que la primera? Tramas que no van a ninguna parte (como la enfermedad que desarrollan Eph y Nora para cargarse a los portadores de gusanos blancos), algunas otras autoconclusivas olvidables (voy a matar a Palmer, voy a Washington para desarrollar una pócima, me enrollo con la primera que pillo y me la asesinan en mi cara, pero en dos capítulos vuelvo a querer a Nora...), flashbacks petardos que resucitan hasta hobbits, una intro que aparece en un único episodio y nunca más se supo de ella...
Conforme transcurren los episodios aumenta la sensación de estancamiento. O dan un giro o la tercera temporada pues ser la que suponga que no se aguanta más este cúmulo de cutreces mal diseñadas y peor desarrolladas. Como muestra, ese último episodio lamentable en el que Zack se marcha con su mamá Kelly y en el que se produce una subasta ridícula para hacerse con el dichoso Lumencito...
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