(Cinemax. 10 capitulos: 11/01/13 - 15/03/13) |
Es verdad que en la ficción, a menudo decides tú lo que te quieres creer y lo que no, por muy perfectas que sean las descripciones, o muy absorbente la trama, o la recreación de un universo sea tan creíble como lo que ven tus ojos. Es verdad que yo decido que me creo historias que involucran dragones que obedecen a una chica rubia y brujas rojas que resucitan (espero) bastardos, y es verdad que puede que no esté siendo tan receptivo con Banshee, pero después de una prometedora mitad de temporada, la cosa se ha puesto complicada para la verosimilitud. No me creo a Lucas Hood, no me creo a Carrie Hopewell, no me creo las tres cuartas partes de lo que me están vendiendo. Claro que me venden por el mismo precio a Lili Simmons y entonces bueno, ves un motivo para comprarla.
¿De qué va esta serie? Veamos... Tenemos un robo de unas joyas hace 15 años a un gánster llamado Mr. Conejo (sí, en serio, se llama así a no ser que mi inglés me falle y Rabbit no sea eso) en el que la pareja que urdió el golpe tuvo que separarse. O más bien él entregarse para que ella, Morritos Milicevic (Carrie, Anastasia), escapara. Y Lucas (que no se llama Lucas, eso viene después) permanece en prisión durante 15 años, aunque el tiempo no parezca pasar por Antony Starr salvo por la barba de tres días, ya que tenemos en el antes y el después las mismas apariencias de treintañero.
Bien, pues el que será Lucas cumple condena y va a Nueva York y la lía parda al ponerse en contacto con un compinche de antaño, el ambiguo e ingenioso Job (Hoon Lee), uno de estos superdotados que con un par de portátiles te hackean hasta los ordenadores de la NASA, del Enterprise y del Halcón Milenario. Porque al Mr. Conejo no le mola que le roben ni que le estafen, aunque una de las ladronas sea su propia hija. Y es rencoroso y no olvida fácil y sigue tras la pista de Carrie, aunque por el momento Hood (que no Robin Hood) se escabulle del sicario de Bugs Bunny.
Y llega hasta Carrie, claro. Lo que la mente criminal de la mafia ucraniana (qué acento más ridículo el de Ben Cross, aunque para ridícula, la pataleta cuando llega al motel en el que estaba Robin Hood y se había escapado) no había conseguido en todos esos años, al otro no le hace falta más que un par de días. Porque estamos hablando de un tipo duro, resuelto, con las ideas claras, que ante su mera presencia de labios finos y mandíbula inferior un tanto prominente las tías se desembarazan de su ropa y le piden que las haga suyas. Si le sumas que adopta la identidad del nuevo shériff que iba a llegar a la ciudad y que es asesinado por los sicarios del otro malote, este a nivel más local, Kai Proctor (divertido Ulrich Thomsen), en el bar de Moe, digo de Sugar (Frankie Faison lo mismo te sirve un whisky -solo, claro-, te da un consejo de la vida, como te acompaña a enterrar o sumergir cadáveres, qué tipo más apañado), ya tenemos las bases.
Que conste que, como digo, lo mejor llega en esta parte. Porque luego es un acumular asesinatos, peleas, secuestros, violaciones, bandas de moteros camorristas, asesinatos, fiestas rave..., que casi siempre tienen como epicentro o a Carrie o a Deva (Ryann Shane es la peor intérprete que he visto en mucho tiempo), la hija de esta y de su marido, el abogado Gordon (Rus Blackwell está bastante bien hasta que le da por registrar la habitación matrimonial en plan míster Conejo, arramblándolo todo). Mucha tralla para un pueblo que solo cuenta con tres policías, aparte del nuevo shériff Hood (que no es el Hood verdadero, ni Robin): el un poco tocapelotas Brock Lotus (Matt Servitto), la guapísima Siobhan Kelly (Trieste Kelly Dunn) y el eficiente Emmett Yawners (Demetrius Grosse).
En todo este batiburrillo, asoma el FBI con Xavier (Derek Cecil, House of Cards, aunque aquí parece que le han pintado los ojos con delineador); hay otro hijo entre Carrie y Gordon, el niño de los pulmones averiados, Max; tenemos a Dan Kendall (Daniel Ross Owens), un alcalde yogurín que es uno de los personajes más patéticos vistos y no sólo por morir accidentalmente en los andamios de un edificio que explota; pulula por ahí una tribu india que maneja un casino en medio connivencia con Proctor; vegetan también unos cuantos amish que ponen siempre la otra mejilla salvo la oveja negra de Proctor... ¿Qué más? Ah, sí, tenemos, no sé si lo he dicho antes, a Lili Simmons como Rebecca Bowman, que cuando queda repudiada por los suyos, se echa a llorar antes de echarse una zambullida en la piscina de su tito malo. Eso sí, posiblemente tiene el mejor desnudo de la historia de la televisión (no está mal usado el singular, hablaba de cuerpo, porque se desnuda dos o tres veces).
Pongamos en la coctelera sangre, sexo, tiros a porrillo, un héroe tipo solitario, démosle una cierta apariencia de western, démosle muchas tías a las que tirarse al héroe, varias tramas deshilvanadas por completo (me vienen a bote pronto las amenazas de Proctor al reverendo, el plan para atracar el furgón del casino), motivaciones irrisorias para algunos personajes (Job ayudando por amor al arte a Hood), peleas que duren tres cuartos de hora (la de la cárcel con el Albino en uno de los muchos flashbacks tuvo un pase, pero la de Olek y Carrie telita, y de propina la de Hood con Proctor) con algunas de las muertes más desagradables que se hayan visto), hagamos un remix pasando de unas escenas a otras sin ton ni son y gritemos "más difícil todavía" y ya tenemos Banshee.
No sé cómo viene tan aclamada por el público, pero ya sólo por curiosidad (y por Lili Simmons) habrá que ver cómo continúa este festival del despropósito...
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