El jilguero. Donna Tartt. Lumen

(1152 páginas. 24,90€. Año de edición: 2014)
Me debato en la duda existencial sobre los libros-tocho: ¿deben tener un final cerrado, o se pueden permitir un final abierto? Por una parte, entiendo que después de describirte hasta el más insospechado detalle de cualquier personaje secundario o transcribirte cada diálogo de los últimos diez años, qué menos que llevarte de la mano a un cierre acorde a la exhaustividad mostrada durante las 1150 páginas anteriores (después de todo el rollo que me has soltado, querida Tartt, me vas a contar con pelos y señales incluso qué pasó con los conserjes del apartamento en el que vivía con la madre, carajo); por otra parte, sin embargo, es cierto que apuntar a una salida siempre va a provocar debates, tanto si es una salida con final feliz (complaciente, acomodaticio, indulgente, diríamos) o si es con final trágico (¿para esto me has estado mareando la perdiz, para deprimirme por completo y sumirme en la grisura de mi propia y miserable realidad?).

Más allá de estas consideraciones, está claro que en El jilguero nos encontramos con un libro de alcances amplios, con una prosa cuidada y una estructura bien planteada, partiendo de un inicio in medias res, en una habitación de hotel en Amsterdam, con un protagonista, Theo Decker, que con una transición sutil y de amplia tradición literaria, nos pone -extensamente- en antecedentes para explicarnos las circunstancias de cómo ha acabado encerrado allí.

Es de estos libros que te absorben por completo, sobre todo en la primera parte (o primer tercio más bien, puesto que la obra tiene cinco partes, divididas en 12 capítulos también separados por números romanos), la que nos cuenta cómo perdió a su madre, cómo pasa a casa de los Barbour hasta que reaparece el padre y se lo lleva de Nueva York a Las Vegas, donde pierde los referentes más inmediatos. Estás demasiado metido cuando Theo crece y agradeces que su caracterización incluso cargue en los elementos más sombríos de su personalidad (tendencia a la autodestrucción por medio sobre todo de las drogas). Esta  bildungsroman mantiene el pulso incluso cuando ya le vemos con sus trajes de marca, inmerso en el negocio (estafa) de los muebles antiguos que su amigo y ya socio Hobie restaura. Nos gusta ver en qué ha parado el pequeño Theo, y más cuando parece que la vida le sonríe de manera suficiente.

Incluso cuando está la narración en su punto de máximo esplendor te das cuenta de dos cosas: lo mucho que le debe la novela al relato tradicional (partiendo de ese estilo elaborado) y que el premio Pulitzer es merecido, pero no así las etiquetas de que estamos ante el primer clásico del siglo XXI. Y con más razón cuando nos adentramos en la parte con más acción,  tipo thriller, toda la referente a los líos del cuadro de El jilguero, más confusa y embarullada, demasiado prolija en detalles que no nos interesan demasiado, pierde ese pulso que te había mantenido pegado a pasar las páginas anteriormente.

Como obra deudora de los clásicos, uno de los puntos fuertes de la novela reside en una increíble caracterización de los personajes (todos parecen existir a la vuelta de la página), no sólo por medio de las descripciones, sino también en los realistas diálogos, además de sus propias acciones. El principal, Theo Decker, nos pone en contacto con su madre, bastante idealizada (es un niño de 13 años quien la contempla), y nos deja sin aliento con el atentado en el Museo, el punto de partida de la historia entre este niño y un cuadro famoso, aparte de con la niña pelirroja, Pippa, con quien se cruza poco antes de la bomba, y con quien mantendrá una peculiar trayectoria (a base sobre todo de ausencias) a lo largo de los años. 

Pippa iba acompañada en el museo de su tío Welty, que también morirá en el atentado, y este hombre en sus últimos momentos de vida le pide que coja el cuadro y le da el anillo y la dirección de su socio de James Hobart, Hobie (el personaje más entrañable con diferencia), además de que se insiste en algo así como la idea de predestinación o conexión entre almas, la que sienten un muchacho pequeño y un señor mayor agonizante. Hobie será la figura si no paterna sí adulta más estable, a pesar de que se ocupan de mantenerle la familia pudiente de su amigo Andy, los Barbour. Además del enclenque y perseguido Andy, están el hermano mayor Platt y la pequeña Kitsey, de mayor protagonismo en el último tercio (el pequeño, Toddy, será más secundario). Por no hablar de la señora Barbour, gélida y sin corazón en apariencia, pero que ayudará a que Theo no acabe en un centro de acogida. 

Con la aparición repentina del padre y de su novia Xandra pasamos a Las Vegas, donde empieza la espiral de alcohol y drogas de Theo, ayudado por Boris, un muchacho ucraniano hecho a sí mismo, que se convertirá en su mejor (casi único) amigo. Boris sería algo así como el pícaro Lázaro de la actualidad, o cuanto menos un Oliver Twist. Seguir nombrando personajes como Tom Cable, Lucius Reeve, Giuri, etc., sería ir avanzando los hechos que se suceden, y la gracia de este tipo de libros es leerlos por ti mismo, no que te los cuenten.

De todas formas, la parte de Amsterdam es la más confusa, y de esa confusión bebe el final, algo precipitado o excesivamente elaborado, como si fuera un pegote que no casa del todo con el tono que hemos ido leyendo antes. Aunque sería preferible otra manera de concluir el libro, hay que aceptar esa disquisición final del protagonista como una manera aceptable de poner término a una obra de tal vastedad, y más si cuenta con algunas frases para guardar:
¿Quién dijo que la coincidencia es la manera que tiene Dios de permanecer anónimo? 
No elegimos nuestros sentimientos. No podemos obligarnos a querer lo que es bueno para nosotros o lo que es bueno para los demás. No escogemos ser las personas que somos. 
No escogemos lo que queremos y lo que no queremos, esta es la única y cruda verdad. A veces queremos lo que queremos aunque sepamos que nos matará. No podemos escapar de quiénes somos.
Para acabar, aunque me repita: me encantan las ediciones de Lumen.

Comentarios

Juan Carlos ha dicho que…
A finales de este mes publicaré una reseña en mi blog. Aún no lo he hecho porque es la novela que en el grupo lector en que participo pusimos para leer durante este verano y comentaremos el próximo día 24-
Sólo diré que a mí me ha gustado mucho y eso que me acercaba a ella con reticencias dada la publicidad y los altísimos puestos durante semanas que ocupó en las listas de los libros más vendidos.

Un saludo cordial
Juliiiii ha dicho que…
Estaremos pendientes de dicha reseña para ver en qué puntos coincidimos ;)
Y apunto tu blog, de paso.
Muchas gracias por tu comentario y otro saludo para ti