(560 páginas. 19,90€. Año de edición: 2012) |
Hummm... Tengo sentimientos encontrados a la hora de hablar sobre este libro. Y creo que en parte (o gran parte) se debe a las altísimas expectativas que tenía sobre él: ni más ni menos que la obra maestra de Neil Gaiman, el autor que me fascinó con El océano al final del camino y con el que estoy disfrutando con Sandman, que siempre se saca algo de la manga, a pesar de rozar temas ya tratados (en Coraline), o que te descoloca con la facilidad para entremezclar aspectos realistas con otros oníricos o directamente fantásticos (Los hijos de Anansi). Durante más de un año había retrasado su lectura, en busca del momento oportuno o para darle más relevancia a ese momento en el que decides dar la última cucharada a ese helado que te priva. Y por fin llegó su momento. Y de momento, me tenía bastante confuso.
Me ha costado más de la cuenta meterme en la historia de Sombra, un ex convicto que sale de la cárcel después de cumplir su condena por darle una paliza a unos que le intentaron timar. Le espera fuera su mujer, Laura, o eso piensa hasta que le comunican que ha muerto en un accidente de tráfico junto con su mejor amigo, Robbie. Cuando en el velatorio se encuentra con la mujer de Robbie, Audrey, se entera de los escabrosos detalles de dicho accidente. Quizás eso termina por decidir a Sombra a aceptar el trabajo del misterioso (y poderoso) Mr. Wednesday. Ser más o menos su chico para todo, empezando por ser su chófer.
Como suele ocurrir con Gaiman (tiene nombre de superhéroe), pronto lo sobrenatural se fusiona con lo realista con ese talento y facilidad que no sé si muchos más poseen. A ese retrato de la América recorrida casi siempre en automóviles, pronto acceden dioses de diversas mitologías, aposentados en esa tierra de promesas y de olvidos fáciles, en la que dichos dioses fueron arrinconados al olvido, algo que por lo visto aprovecharon los nuevos dioses (los de las tecnologías: coches, aviones, trenes, ordenadores...), quienes tenían la intención de despachar por completo a los antiguos dioses.
Y eso es algo que Mr. Wednesday (Odín) trata de impedir movilizando al resto de dioses diseminados por América. Dos de ellos sobresalen en protagonismo: Czernobog (¿Thor? Lo digo por la maza) y Anansi (el dios araña que medio protagoniza la ya referida Los hijos de Anansi, aunque el tono diste por completo entre ambos libros). La nómina es bastante extensa y complicada (algunos nombres se las traen, como los de las hermanas Zorya: Vechernyaya, Polunochnaya, Utrennyaya), ya que el número de personajes de esta historia es una de sus principales dificultades. La trama es un tanto compleja, sobre todo porque enseguida se nos califica a Wednesday de estafador consumado. Se citan varias de ellas y es casi un leitmotiv en sí: casi todo lo que subyace de esa guerra que se avecina es un colosal engaño.
Por el camino, Sombra encuentra la ayuda de Laura, que gracias a la moneda de oro que le dio otro de esos personajes que van y vienen a lo largo de las páginas, Sweeney el Loco, revive (en forma de una especie de zombie) y va a proteger a Sombra cuando este más apurado se encuentra (que ocurre en numerosas ocasiones, como cuando lo secuestran Madera y Piedra o ya hacia el final de esa contienda divina).
Hay diversos golpes de efecto que es mejor ir descubriendo sin que nadie te los chafe, y para mi gusto demasiado final que no acaba siendo final. Por eso podemos decir que no es una novela lineal al uso, sino que encierra algo así como distintas bifurcaciones. La estructura, pese a secuenciarse en capítulos, encuentra diversos respiros en varios relatos breves en los que se nos cuenta (con ese estilo a veces lírico e inconfudible suyo) cómo se establecieron los dioses en América. Y, como digo, hay como varios finales, como el Epílogo en Islandia, o incluso un par de apéndices tras los agradecimientos. Eso lleva a pensar que la versión televisiva puede distanciarse bastante del libro.
Aunque el hilo conductor casi siempre es Sombra, en ocasiones se cede el protagonismo a alguna deidad o a algún personaje con los que se cruza, como Sam, una chica que hace autostop, o como los habitantes de Likeside, el pueblecito donde Wednesday refugia a Sombra para que escape del rádar de los dioses tecnológicos, donde se halla una de las subtramas más importantes, la de la desaparición de una muchacha (que se suma a otras desapariciones previas): estupenda la caracterización del shérif Chad Mulligan, el viejo apacible y servicial Hinzelmann, la vecina de Sombra, Marguerite Olsen (hermana de Sam)... Las páginas aquí son de las que más me han gustado, quizá porque eran un poso de tranquilidad y reposo en medio de tanto frenesí de dioses y mitologías.
Para ir acabando, habría que valorar al propio protagonista, Sombra. Un hombre corpulento y alto que se encuentra en medio de una desproporcionada trama que le supera por momentos. Una cierta apatía o hastío por vivir suele preceder sus acciones, puesto que sin Laura y sin referentes previos a los de su encarcelamiento está un tanto desamparado. Busca aburrirse en ocasiones, o entretenerse con los juegos de magia que practica con monedas (siempre está presente el tema de los trucos, de los engaños). Es fácil identificarse con él, pero también distanciarse de lo que hace, porque muchas veces es como un engranaje más de un mecanismo que no depende de él mismo.
Que me costara entrar en el libro habla de esas expectativas desmesuradas que tenía; luego te metes, absorbido por completo, en esos viajes por carretera y en esa batalla que se está gestando entre dioses, para acabar volviéndote a perder un poco (desde el momento en que Sombra pasa 9 días colgado de un árbol) con tanto final que esconde un final que en realidad no termina de llegar nunca. Pero cómo no decir que el viaje no ha merecido la pena, aunque sólo sea por esas descripciones precisas y esos diálogos que fluyen con asombrosa facilidad...
Comentarios
No obstante, quitando esta cuestión, la verdad es que American Gods es un libro para disfrutar, como dices, del viaje. Gracias por compartir tus impresiones sobre el libro ;)
Un saludo,
Luis J.
En general, Neil Gaiman es un autor para disfrutar, aunque es cierto que American Gods no es tan accesible como otras obras por la magnitud de la obra. Pero qué te voy a contar, si el tuyo es un análisis mucho más profundo en tu blog.
¡Un saludo!