(CBS. 22 capítulos. 21/09/2014 - 10/05/2015) |
Si no has visto la sexta temporada, ojo que vienen spoilers
Lo que parecía imposible, ha sucedido: la serie que casi nunca había bajado su nivel durante tanto tiempo (exceptuando la gestión del tema del insoportable marido de Kalinda), lo ha hecho, y de qué forma. La 6ª temporada ha sido decepcionante, sobre todo tras el parón navideño, tras haber solucionado lo que parecía el arresto inminente de Cary. Podría parecer algo lógico, después de más de 100 episodios, pero aun así ha resultado un poco extraño. ¿Motivos? Era muy difícil superar la pérdida de Will, ya que esa relación entre él y Alicia era uno de los pilares de la serie. Ha faltado cierto tacto o sensibilidad para enseñarnos cómo "la buena esposa" superaba esa pérdida, aunque ese no ha sido el único motivo de la bajada de tensión.
Uno de los puntos fuertes de The good wife, el ritmo muchas veces frenético sin perder la compostura y la elegancia, de pronto perdía el paso. Algunos episodios trataban de emular esa estructura que nos daba paso a la cabecera después de una introducción por momentos extensísima, pero sin éxito. Algún episodio incluso incurría en ponernos de los nervios, como el de Alicia cuando se queda afónica, en el que tiene un exasperante desfile de semi alucinaciones o imaginaciones.
Otro de los fallos ha sido darle tanto peso a la carrera electoral de Alicia, sobre todo cuando ha quedado en agua de borrajas. Sí, hemos conocido a un buen hombre presentándose como rival de Alicia, Frank Prady (David Hyde Pierce, Niles en Frasier), Marissa, la hija de Eli, caía bien, pero hemos perdido uno de los puntales que enseñoreaban a este drama de CBS. Sin los juzgados, faltaba algo. Además, las intrigas políticas, por más realistas que puedan ser, si no vienen acompañadas de la presencia de Eli Gold, son muy aburridas. El maquiavelo de Peter parece un mafioso de tres al cuarto y encima han despachado a Elfman (Steven Pasquale), el hombre de campaña de Alicia, de una manera un tanto precipitada. Por no hablar de la elipsis sorprendente (diría que traicionera) en la que se pasó del beso en el parking a una relación sexual no explícita ni siquiera sugerida.
Fallos como este o como postergar a personajes como Kalinda, Cary e incluso Diane han sepultado el vuelo de esta temporada que debería haber sido la última, si bien visto lo visto, lo mismo los guionistas han dejado caer un poco los hilos para darle un remate mucho más digno. Lo mismo en la última temporada recuerdan que había una investigadora llamada Robyn en el bufete que levantaron (demasiado rápida y exitosamente) Cary y Alicia, que no volvió a salir en pantalla tras dar parte de su sueldo para la fianza de su jefe.
Hasta los secundarios han perdido su estado de gracia, sobre todo por cómo muchos de ellos han sido despachados, como Ramona (la sensual Connie Nielsen). ¿Dónde ha estado la magnífica pseudo Esperanza Aguirre, Jackie? ¿Por qué no más de la caótica Elsbeth Tascioni o del casi imperturbable Kurt McVeight? ¿Hacía daño que nos deleitaran más la vista con la agente enamorada de Kalinda Lana Delaney o con la atractivísima Marilyn Garbanza?
Me dio pena ver ese episodio final con el hasta entonces siempre efectivo Louis Canning, cómo se dejaba llevar por un traído de los pelos arrebato de rabia por culpa del despido de su esposa Simone (Susan Misner, The Americans), y acababa proponiéndole a Alicia ser su socio tras el enésimo sí pero no, me tengo que ir, de Finn Polmar (lo siento, pero a mí este personaje con cara de enfermo terminal nunca me ha terminado de convencer, será que soy demasiado fiel al recuerdo de Will Gardner). Otro ejemplo de cómo algo similar a la improvisación ha llevado el protagonismo en la mayor parte de los acontecimientos. O cómo tanto giro acaba deviniendo en volver al mismo punto de partida. ¿No era como un dèja vú un tanto incoherente que Alicia y Cary acabaran en las oficinas que antaño pertenecían a Will y Diane? ¿Y qué es eso de ganar unas elecciones y luego sacarte de la manga un amaño y un partido demócrata que quiere quitarse de en medio a su ganadora por no se entiende bien qué intrincadas razones?
Me dio pena ver ese episodio final con el hasta entonces siempre efectivo Louis Canning, cómo se dejaba llevar por un traído de los pelos arrebato de rabia por culpa del despido de su esposa Simone (Susan Misner, The Americans), y acababa proponiéndole a Alicia ser su socio tras el enésimo sí pero no, me tengo que ir, de Finn Polmar (lo siento, pero a mí este personaje con cara de enfermo terminal nunca me ha terminado de convencer, será que soy demasiado fiel al recuerdo de Will Gardner). Otro ejemplo de cómo algo similar a la improvisación ha llevado el protagonismo en la mayor parte de los acontecimientos. O cómo tanto giro acaba deviniendo en volver al mismo punto de partida. ¿No era como un dèja vú un tanto incoherente que Alicia y Cary acabaran en las oficinas que antaño pertenecían a Will y Diane? ¿Y qué es eso de ganar unas elecciones y luego sacarte de la manga un amaño y un partido demócrata que quiere quitarse de en medio a su ganadora por no se entiende bien qué intrincadas razones?
Quizá uno de los mayores errores es extender el protagonismo de Alicia. Alicia puede ser muy cansina si ocupa el 70% de la cuota de pantalla. Vale que ha ganado el pulso Julianna Margulies a Archie Panjabi, pero equilibrar más el protagonismo era saludable para el entretenimiento. Alicia aburre si no está bien arropada por los otros protagonistas, y más cuando durante tantos años te has empeñado en dignificar a personajes como la indómita Diane, el inútil de Howard, el hipócrita de David Lee o el tenaz Cary Agos. Por eso hasta ha parecido que los temas se repiten (venga a darle vueltas a Bishop) y los casos han perdido fuerza. Por eso el resurgir de Alicia siendo abogada de los casos en los que cree no son suficiente gancho para renovar la esperanza en la serie.
Y es que queda en la retina la cutre y anticlimática despedida de Kalinda. Horrorosa. Ese plano de las dos juntas tomando un chupito de tequila parecía pasado por un fotomontaje. Tal debía de ser el distanciamiento entre las dos actrices que una simple escena compartida (la primera en mucho tiempo, siempre que compartían pantalla había un móvil de por medio) resultaba forzada. Kalinda no se merecía esa salida en falso, y los espectadores no podremos entender por qué se han esforzado en aparentar que esos dos personajes tanto tiempo distanciados ahora tenían que cerrar esa amistad que ni ellas mismas recordaban.
En fin, peor no ha podido ser, pero ya que durante tanto tiempo han conseguido hitos importantes, cabe confiar aún en un giro de timón y una mejoría para darle ya, por fin, un cierre a esta veterana serie que ha demostrado todas sus grietas en este tramo final de temporada. Por ese lado, se merece una despedida mucho más digna.
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