(NBC. 22 episodios: 22/09/2014 - 14/05/2015) |
Sin olvidar nunca que The Blacklist entra dentro de estas series que sabes que no son series de las que incluirías en el top ten de tus mejores series, y sabiendo que cumple con el entretenimiento que propone dentro de unos amplios márgenes en los que la verosimilitud no es la premisa prioritaria, la segunda temporada de las aventuras del imperial Reddington (lo mejor, con diferencia, de todo), aunque por momentos parece perderse en trifulcas Lizz-Red que suenan un poco repetitivas ("no puedo volver a confiar en ti", "eres malo", "no lo soy, pero no te puedo contar la verdad"...) y tarda en arrancar la trama de la Cabala, cumple y con creces el difícil paso por la segunda temporada.
The Blacklist está demasiado polarizado en torno a la pareja de protagonistas y ese aspecto dificulta un mayor desarrollo de los secundarios: por eso Samar Navabi (Mozhan Marnò, fichaje proveniente de House of Cards), reclutada del Mosad, no termina de romper como podría (como ya pasaba con la agente Malik); Aram no pasa de solucionar cualquier problema informático y de aportar su frasecita ingeniosa; o Donald Ressler nunca podrá pasar de la friendzone con Lizzie ni alcanzar un mínimo de carisma que le dé mayor realce. Se salva quizá el agente Harold Cooper, que ha ido a más en la serie, sobre todo por esa trama de su enfermedad. Tampoco Dembe pasará a la historia de los mejores secundarios, pese a que no queramos que al guardaespaldas de Red le ocurra nada.
Hasta aquí creo no haber incurrido en demasiados spoilers, pero por si acaso aviso de que vienen curvas:
El esquema de funcionamiento de la unidad especial capitaneada por Cooper y dirigida en la sombra por Red empezaba a mostrar signos de agotamiento, de ahí que sea un movimiento inteligente el puñetazo en el tablero de juego que supone el último episodio. Los casos esta temporada estaban menos conseguidos y hasta que nos han metido en el tema del fulcrum (bonito nombre para esa cosa que al final tampoco era nada del otro jueves salvo información clasificada) y en un enemigo digno que relevara la importancia de Berlin, ha costado desetiquetar a esta serie como otra que fracasa en su segunda tanda.
Porque todo lo referente a Tom resultaba forzado, empezando por el secuestro del inicio (estaba cantado que no había muerto) y no digamos su reentrada. Hemos tenido que fingir que olvidábamos que estuvo a punto de matar a Lizz, que la engañó hasta lo indecible sin mucho problema para ahora transigir con que realmente estaba enamorado de ella y de ahí que arriesgue su vida por ella. Bueno, venga, que total, se tatúa la esvástica nazi, se nos pone a hablar en alemán como si fuera un nativo, y aceptamos barco como animal de compañía. Es cierto que poco a poco va redimiéndose y el que era uno de los personajes más abominables en forma de novio perfecto de Lizz, no puede ser sino más perfecto para ella en su forma de espía letal.
Porque Lizz empieza a resultar cansina y demasiado tonta y el coloso de Red empezaba a no poder soportar con tanto peso sobre sus hombros. Ayuda la intervención de Tom Connolly (Reed Birney, también en House of Cards) porque un personaje que va de guay para ocultar que es un cabrón de la muerte da mucho juego. El otro gran antagonista, The director (David Strathairn), el cabeza visible de esa temible Cabala, organización que maneja el destino de los países y de muchas personas con fines lucrativos, está tan en la sombra que no se le puede enmarcar con una diana para nuestros odios.
El peligro de esta serie es que recae demasiado sobre esa tensión acerca de la relación entre Red y Lizz. Seguro que ese desbloqueo de los recuerdos de la investigadora del FBI no es la última referencia al respecto, aunque esperemos que ya nos libre de las dudas y recelos de Elizabeth Keen respecto de Red. No descartaría del todo su posible paternidad, aunque el tema forzado del disparo de la niña que fue Elizabeth responde suficientemente el tema. Mucho mejor es que no quede limpio su nombre y acabemos la temporada con el cartel del "Se busca" al lado del de Reddington. Se necesitaba un reseteo para que la tercera temporada adopte un nuevo rumbo. Un rumbo en el que la acción va de la mano con la espectacularidad, tratando de alejar lo más posible la clave del aburrimiento. Veremos si lo consigue también la tercera temporada.
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