El Elemento. Ken Robinson. Grijalbo

(360 páginas. 16,90€. Año de edición: 2009)
Hay que saber cómo vender las cosas. Puede que lo que estés diciendo no sea lo más original del mundo, pero si le pones un título adecuado para que parezca algo novedoso, es como si estuvieras descubriendo un mundo ignoto. No lo digo como crítica, sino como un valor añadido. A menudo grandes ideas están enterradas en farragosas explicaciones, o detrás de áridos títulos, y esas ideas no se dan a conocer. Ken Robinson sabe vender la idea sencilla que se esconde detrás de estos cientos de páginas, a saber: "Descubrir tu pasión lo cambia todo", como dice la misma portada. Esa pasión, ese motor que impulse tu vida, ese hecho diferencial que te hace ser bueno en algo porque es lo que más te gusta, no es ni más ni menos que el elemento. Perdón. El Elemento.

Y este libro desgrana numerosos casos de personajes (casi todos famosos) que han encontrado esa chispa que propicia que sus existencias cobren más sentido. A base de ejemplos sobre todo, la tesis llega sin asomo de problemas. Desde la misma introducción se ve: 
"Con el tiempo he perdido la cuenta del número de personas que he llegado a conocer que carecen de una verdadera percepción de sus talentos individuales y lo que les apasiona". 
El mensaje que merece la pena transmitir es que no hay que poner cortapisas a la creatividad, y menos hacia las personas que enfocan sus habilidades en un área determinada en la que destacan con naturalidad, casi como si hubieran nacido para ese campo en el que todo resulta sencillo y apasionante.

La coreógrafa Gillian Lynne, el dibujante Matt Groening o el economista Paul Samuelson son los tres primeros nombres que aparecen, en el capítulo 1, titulado como el libro. El mismo Paul McCartney será el siguiente. Estos relevantes personajes "Han descubierto su Elemento: allí donde confluyen las cosas que te encanta hacer y las que se te dan bien". 

Orientándolo hacia mi profesión, la idea está clara: en muchas ocasiones, la escuela no sólo no fomenta que los alumnos encuentren su propio Elemento, sino que pone muchas trabas y no potencia el desarrollo de las creatividades (y menos cuando las nuevas leyes educativas proponen pulirse asignaturas "poco importantes" como música o plástica). Como se dirá más adelante (capítulo 11, "Conseguir el objetivo"), el sistema educativo está muchas veces anclado en el siglo XIX, orientado a producir trabajadores para las fábricas sin más. 

A esto contribuyen sistemas de medición o estandarización como los que se aplican con los tests de inteligencia, cuestionarios genéricos que miden un determinado tipo de inteligencia (pese a que la inteligencia, como se desarrolla luego, es múltiple y variada). Habría que darle más peso a potenciar aspectos como la imaginación o la creatividad. Habría que transformar la educación (que fuera más interdisciplinar, primar la instrucción sobre la enseñanza de una asignatura concreta, atender más a los estilos individuales de aprendizaje, probar nuevas maneras de enseñar...).

Mick Fleetwood (de Fleetwood Mac), Faith Ringgold (artista), Ridley Scott, Ewa Laurence (jugadora de billar pool), Terence Tao (el "Mozart de las matemáticas"), Meg Ryan, Helen Pilcher (cómica explicando temas científicos), Brian Ray (guitarrista), Debbie Allen (danzarina), Paul McCartney, etc., son algunos de los muchos ejemplos aportados en los 11 capítulos (más el mencionado prólogo y el epílogo). 

Si bien por momentos se linda con el libro de autoayuda, se nota que el Elemento de Ken Robinson es saber llegar al espectador (lector en este caso). De todas las frases que se esgrimen a lo largo del libro me quedo con la siguiente:
"Lo que nos pasa no es lo que marca la diferencia en nuestra vida. Lo que marca la diferencia es nuestra actitud en cuanto a lo que pasa". 
Quizás la mayor crítica que le hago a El Elemento es cuando el autor trata de darle un marco más amplio hablando del cambio climático o relativiza el tamaño de la Tierra o de la Vía Láctea en comparación con el universo. Parece que se le va un poco, pero en líneas generales, como digo, la tesis que se desarrolla merece la pena y las historias que jalonan y ejemplifican la importancia del Elemento son muy interesantes. Es inevitable acabar de leer y preguntarte: ¿Cuál será mi Elemento y por qué no lo estoy desarrollando con toda la autoestima posible?

Comentarios