(AMC. 10 capítulos: 09/02/15 - 07/04/15) |
Ojo: la entrada contiene spoilers con referencias al último episodio
No lo ha tenido fácil "Slippin" Jimmy, Jimmy McGill. Su tumultuoso pasado (vislumbrado antes del capítulo final, todo suele tener relación), con su correspondiente paso por la cárcel, y la influencia de su exitoso hermano mayor, Chuck (Michael McKean, uno de los grandes aciertos de la serie), son unas pesadas losas contra las que rebelarse. Podría tratarse de casi una equivalencia con respecto a Breaking Bad. El anuncio del spin-off dejaba mucho margen a las suspicacias, pero entre las interpretaciones de Odenkirk y Banks y el talento de Gilligan y Gould, pronto han sido despejadas.
De poco convencional podríamos calificar esta serie: ¿drama, comedia? Unas pinceladas de ambos elementos. Pasamos del protagonismo casi absoluto de Jimmy a la trama de Mike en capítulos poco equilibrados en ese aspecto (y qué importa, de todos modos). No conocemos muchos personajes, pero los que están cumplen sobradamente: el ya mencionado Chuck, el estirado de Howard (que sobrepasa al final esa imagen de pretencioso y arrogante), la fiel amiga Kim... En las escenas que protagonizan Jimmy y Kim parece que tenemos un filón por explorar. ¿Cómo es que nuestro héroe -aún no antihéroe- no tiene opciones románticas con ella cuando hay una clara conexión?).
Es verdad que salvo en algunos momentos no se desarrolla el verdadero potencial de la serie, pero si atendemos al precedente del que venimos, no parece un serio problema el que se nos cocine a fuego lento (ay, hablando de cocinar, cada vez que aparece alguna referencia a las drogas, echamos la vista atrás nostálgicamente a nuestro cocinero más querido, con permiso de Chicote) la historia de este abogado que se sacó su título en una universidad casi de coña y que se ha aferrado a la subsistencia honrada y legal para no desmerecer a ese Chuck aquejado por una rara enfermedad, afección o locura en relación con el electromagnetismo. El duro golpe del capitulazo que fue Pimento marca el antes y el después para la transformación definitiva del personaje que conocimos en la serie madre, como bien le anuncia a Mike cuando se vuelven a cruzar en la cabina del parking de los juzgados.
Mucho hay detrás de lo que no se dice. No hacen falta sentencias memorables para erigir una historia. La decepción de Jimmy, salvo en su desahogo verborreico en la última partida de bingo que dirige en el asilo, va mucho más allá de la traición de su idolatrado hermano mayor (es curioso cómo se juega con lo paradójico de la bondad y la maldad de las personas: el recto, honorable y reconocido abogado se comporta como un egoísta mezquino, mientras que la oveja negra de la familia, el timador y bala perdida, ni en su momento más bajo deja de preocuparse por su hermano enfermo, dando una lección de honestidad). Lo cierto es que Jimmy llevaba conteniéndose, siendo alguien que iba en contra de su naturaleza, de su verdadero talento. Es un embaucador, y todo lo que no sea explotar esa faceta es ir contra natura. No dejará de lamentarse de haber tenido casi un millón de dólares entre manos y no haberlo aprovechado. Lo que habrá que ver es si la rectitud de su conciencia le permite explotar ese don que demuestra en el último capítulo, acompañado de su amigo Marco.
El caso de Mike es distinto. El suyo es un caso de honradez, honestidad e incorruptibilidad casi espartana dentro de un personaje manchado precisamente por la corrupción. Si vuelve a implicarse en la turbiedad no es por propia iniciativa, sino para ayudar a su nuera y a su nieta. Cada aparición en pantalla de este personaje era oro puro, y viendo su proceder, te da aún más pena que Walter se corrompiera tanto que no supiera valorar a este hombre como merecía. Haber conocido su pasado ha sido uno de los puntos fuertes de esta primera temporada.
Si la historia aún está gestándose y lo mejor está aún por llegar (es de suponer que de la mano de Nacho, que reaparecía en el penúltimo capítulo y Mike decía que estaba intentando despegar por su cuenta en el tráfico de drogas, algo peliagudo si se tiene en cuenta que a quien trata de relegar es al sanguinario y loquísimo Tuco, qué gran aparición la suya), de momento nos aferramos a la calidad de la producción; da gusto ver lo bien hecha que está: ese arranque en gris para mostrarnos a Saul Goodman en lo que sería el presente que sirve de prólogo, esos flashbacks con un colorido oscuro para marcar aún más la transición y la evolución de la psicología de los personajes, ese estilo marca de la casa dejando fija una cámara o alargando de más alguna escena, son una verdadera delicia. Al igual que es una delicia que existan referencias a Breaking Bad, como ver que una de las frases de Saul Goodman a Walter White la vemos en pantalla: cuando se acuesta con una mujer haciéndola creer que era Kevin Costner (cierto parecido tienen, a todo esto). O que se graben a sangre y fuego algunas imágenes, como ver a Jimmy en su desvencijado coche, a Mike encerrado en una cabina como si fuera un simple jubilado, o cualquier secuencia del desierto.
El recorrido de Better call Saul tiene mucho por delante. No sabría decir si alguien que no haya visto las aventuras de Heisenberg llegaría a disfrutar tanto de esta serie, pero me da que con el tiempo seguro que lo hará. Los guionistas han demostrado de sobra que se puede confiar en ellos.
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