(312 páginas. 14,95€. Año de edición: 2007) |
Los avatares de un pueblo con dificultades para conseguir libros hacen que dependas de un bibliobús con fondos no del todo actualizados. Así que cuando hay algún título con ejemplares suficientes, te tiras de cabeza a él... Y de paso, te tiran a la cabeza a ti libros como este (que encima en edición de pasta dura duele más). Normal, creo que es el peor libro de Laura Gallego que he leído. ¿De qué trata?
Bipa no cree en los cuentos de hadas. No le interesa lo que pueda haber más allá de las Cuevas donde habita su gente. Pero cuando su amigo Aer, fascinado por la leyenda de la mítica Emperatriz, parte en un viaje hacia una muerte segura, Bipa irá a buscarlo, arriesgando su propia vida en un mundo de hielo bañado por la luz de la estrella azul, persiguiendo algo que puede no ser más que una quimera. ¿Existe de veras el Reino Etéreo? ¿Existe algo más allá de la confortable seguridad de las Cuevas? ¿O, por el contrario, no hay más que frío, muerte y oscuridad?
Bipa, Aer, Topo, Nuba, Maga... Empezamos un poco torcidos con estos nombrecitos que se las traen. No ayuda tampoco esa imprecisión espacial y temporal. ¿Estamos ante un mundo prehistórico, ante un mundo inventado? Parece una mezcla de ambas. Los personajes viven en las cavernas, se alimentan de bichos, están sepultados por temperaturas muy frías (iba a utilizar el adjetivo 'gélido', pero como da nombre a un personaje, no voy a liar al personal) y parece que se han olvidado de un antiguo periodo donde hacía más calor y donde no brillaba a lo lejos una estrella azul.
Esto no es lo peor. Aceptamos la propuesta. Nos ponemos en marcha y en el índice vemos que tenemos 14 capítulos por delante, más el epílogo. Pronto nos centramos en Bipa y Aer. Aer es el inquieto, el soñador, el que quiere buscar el Reino Etéreo como lo hizo su padre hace años (y por eso la madre de Aer, Nuba, es tan melancólica), mientras que Bipa es pragmática y no se plantea aventuras más allá de cumplir sus obligaciones. Creo que el problema fundamental de esta novela reside en este tozudo y estúpido personaje (perdón, es tenaz, valiente y evoluciona que te cagas). Mantener durante más de 200 páginas lo que es una obviedad no se sostiene. Por más que el personaje se empeñe en buscar a alguien porque es su obligación o porque si no, nadie lo hará, está clarísimo que le mueve el amor, algo que no admite hasta el final.
Y lo peor es que el peso casi absoluto recae en ella. Se hace muy pesado que no haya un interlocutor (Nevado, el gólem que crea con la ayuda del ópalo que le da Maga, no habla) salvo los personajes que va encontrando por este peregrinaje en el que va perdiendo color y peso. Se supone que los opacos tienen que ir cambiando (perdón, Cambiando) para hacerse translúcidos y llegar a los dominios de la emperatriz. Hay grados (un poco lamentables: opacos, pálidos, translúcidos, etéreos...) para ello, lo que no hay es ganas de tratar de buscar equivalencias metafóricas: ¿hay que cambiar, la delgadez es un objetivo, que se mueran los gordos?
El viaje se hace pesado en casi todas sus fases y no se salva ninguno de los personajes con los que se encuentra Bipa (Gélida, que quiere el poder de su ópalo; los gemelos, el Señor de Cristal y el maestro cristalero Lumen, acompañado de su gólem de esmeralda Esme...). Hay sin embargo demasiado diálogo pese a los pocos momentos donde ocurre algo. Podríamos consignar cuando Nevado se licúa, pero si hay que ponerse a llorar porque se derrita un muñeco de nieve, apaga y vámonos. Aunque para momento 'apaga y vámonos' es cuando Bipa llega a las inmediaciones del Palacio (o lo que sea) de la Emperatriz y habla con Alma e Invisible, que apenas son esencias ya. Me pongo a imaginar ese momento llevado al cine y no podría resultar más ridículo.
El final tampoco me ha convencido, como casi todas las fases por las que pasa Bipa, o todas las resoluciones que se saca de la manga la autora (el puente de cristal, la entrada secreta para eludir a Gélida, volar por voluntad...) y no hay antecedentes suficientes para sostener una rivalidad entre la Diosa y la Emperatriz. Y el final del epílogo más cursi no puede ser.
Mis alumnos no me leerán, pero les pido perdón por este libro. Si algún otro profesor quiere pasar de mis impresiones y mandarlo leer, la editorial tiene la guía de lectura.
Mis alumnos no me leerán, pero les pido perdón por este libro. Si algún otro profesor quiere pasar de mis impresiones y mandarlo leer, la editorial tiene la guía de lectura.
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