Sandman. País de sueños. ECC Ediciones

(160 páginas. 17,95€. Año de edición: 2014)
El tercer tomo de la saga de Sandman contiene apenas cuatro historias. Y digo apenas porque sabe a poco, y más cuando son independientes, sin hilo conductor o una historia de fondo como pasaba con los anteriores volúmenes. Ya el Eterno de los bocadillos en negro está prefigurado suficientemente, y se trata de aportar historias que le conciernan. O como ocurre en la cuarta historia, a su hermana, Muerte, un personaje poderoso y cercano que invalida cualquier representación previa que se le haya podido hacer a esta temida figura. Otro de los grandes aciertos de Gaiman. 

Lo peor del volumen es que se te deshace como un azucarillo. Y puede que esté genial que las últimas páginas del volumen estén dedicadas al proceso de creación de la tercera historia, El sueño de una noche de verano, y de hecho es genial ver las indicaciones que aporta en el guión al dibujante (me encanta ese "¿listos? Yo tampoco. Allá vamos"), pero la parte negativa es que nos quedamos sin más Sandman, de modo que hay que recopilar los cuatro relatos autoconclusivos que tenemos:

El primero es Calíope, en el que el autor de una primera novela de éxito, Richard Madoc, busca desesperadamente inspiración, y para ello intercambia un objeto mágico (un asqueroso tricobezoar) por una musa, ni más ni menos que Calíope, la que inspiró al mismísimo Homero, con Erasmus Fry, que la tiene cautiva desde hace más de 60 años. La cosa funciona así: la viola y consigue a cambio que la temida página en blanco sea cuestión del pasado. Claro que ella está harta y pide ayuda, tragándose su orgullo, al que una vez fue su amante: Oniro, que no es otro que Sandman, que aparece dibujado con unos pelos a lo Tim Burton y más cadavérico que nunca (el peor dibujo suyo para mi gusto), y que auxilia a Calíope.

Luego viene Un sueño de mil gatos, donde un precioso minino sale una noche a la llamada de un gato callejero para escuchar el discurso de una siamesa que quiere aleccionar a los de su raza para rebelarse contra el orden establecido por los humanos. Una historia (la del pasado de esta gata) que contiene otra historia (cómo, a raíz del tremendo desengaño ante el asesinato de su camada, se pone a soñar), la del sueño de la siamesa, que se encuentra con el Señor de los sueños, metamorfoseado en este caso en casi una pantera negra, el cual le revela la verdad, cómo "hace muchos, muchos celos, los gatos dominaban este mundo". Un mundo en el que los gatos eran gigantescos y los humanos unas criaturas pequeñas al servicio de ellos, hasta que un humano proclamó la necesidad de soñar: "¡SOÑAD! Los sueños dan forma al mundo". Mil de ellos se juntaron y cambiaron el mundo, por lo que si ahora mil gatos soñasen con el mundo podrían cambiarlo a su vez...

El tercer relato es el aclamadísimo y premiadísimo El sueño de una noche de verano, con el que retomamos la figura de William Shakespeare (bueno, llamado por Sandman "Shekespear") y el pacto que realiza con nuestro Eterno: inspiración a cambio de dos obras sobre los sueños, la primera de las cuales es esta fantasía con duendes y hadas con la que el Señor de los Sueños quiere homenajear la memoria de estos seres que viven en otro plano del universo, y que serán el público en las colinas de Sussex. El dibujo (y el propio Sandman) es el mejor de las cuatro historias, y la interrelación entre la célebre obra de teatro y la ficción imaginada por Gaiman está llena de sugerentes hipótesis. Oberón y Titania, el duende Robín, entre otros, asistirán a la representación de sus propias aventuras, un homenaje que Sandman quiere darles. "No es necesario que algo haya sucedido para que sea cierto. Las historias y los sueños son reflejos de la verdad que perdurarán cuando los hechos sean polvo y cenizas, caídos en el olvido".

Por último, en Fachada tenemos a una antigua heroína de DC, Element Girl, una de las mujeres más poderosas, pero más relegadas. Urania Blackwell (Rainie, como le llama el de la agencia cuando ella llama por teléfono) no tiene nada y se siente sola, y desea morirse, desearía no haber aceptado el don de Ra hace 2000 años, dejar de ser un metamorfo, y más cuando para salir tiene que ponerse máscaras porque su piel está destrozada. Muerte la oye llorar y decide ayudarla, poniéndole en contacto con Ra, a través del Sol. 

Y se acabó, por desgracia. Se atiene este tercer volumen al dicho de lo bueno, si breve, dos veces bueno. Para completarlo un poco más, en esta reseña de Crónicas frikis aparecen declaraciones de Gaiman hablando sobre cada historia, algo que no tiene desperdicio. 


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