(NBC. 22 capítulos: 24/09/2013 - 13/05/2014) |
A menudo, es tal la avalancha de estrenos cada nueva temporada, que por unas razones u otras, acabas relegando alguna de las series que quieres ver a fechas más tardías porque no das a basto. Normalmente estas series postergadas suelen ser aquellas que no te motivan lo suficiente como para dedicarles esa inmediatez de seguir "en directo" su emisión, bien porque el tema no te atrae tanto, bien porque llegan las críticas y no son demasiado entusiastas. Con The Blacklist he de reconocer mi error porque habría que incluirla dentro de esa nómina de series muy de ficción que resultan altamente entretenidas. Yo de hecho la incluiría como digna sucesora de Fringe, salvando las distancias (algún inicio de capítulo recuerda muchísimo los arranques de la serie de Olivia Dunham).
En The Blacklist tenemos un protagonista por encima de todo: Raymond 'Red' Reddington, el criminal más buscado por todos los servicios de inteligencia, que en el primer episodio se entrega al FBI con la predisposición de poner a disposición sus conocimientos sobre los hombres más peligrosos del planeta a cambio de que la novata y recién llegada al FBI Elizabeth Keen sea su interlocutora. Esta premisa tan "Silencio de los corderos" dará lugar a una espiral de intrigas emocionante y de interés creciente, casi siempre girando en torno al marido de Lizzy, el insoportable gafotas Tom Keene.
Red, interpretado de manera colosal e hiperbólica por James Spader, como digo, es el principio y el fin de esta serie. Es el típico ejemplo de personaje de ficción tan estupendo que engancha a través de sus dobleces morales y éticas, su cinismo y su sangre fría; pese a algunos de los asesinatos que comete y pese a que siempre busca su propio beneficio, acaba siendo un referente a seguir. Esa justicia particular que pone en práctica resulta mucho más certera que los cauces legales más ortodoxos y no se puede sino aplaudir alguna de sus resoluciones. Si encima el tío es mordaz y sus sentencias son devastadoramente humorísticas, para qué queremos más. Su Red consigue que una serie correcta alcance una valoración más notable.
Sin él, Lizzie (interpretada por Megan Boone, que cumple aunque sólo sea por ese aire bisoño e inocente, contradicho en alguna que otra ocasión con acciones resolutivas) sería una pazguata insoportable con un marido aún más insoportable. Tom (Ryan Eggold) es uno de esos casos en los que tienes dudas de si los guionistas lo hacen vomitivo aposta o es un accidente. Y no hablo de la última parte de la temporada, cuando se destapa el pastel, sino desde el principio. Cada vez que el tío se ponía meloso o le sugería a Lizzie que tuvieran un hijo o que pasaran un fin de semana fuera, daban ganas de cogerle las gafas, tirarlas al suelo y pisotearlas.
Sin él, Lizzie (interpretada por Megan Boone, que cumple aunque sólo sea por ese aire bisoño e inocente, contradicho en alguna que otra ocasión con acciones resolutivas) sería una pazguata insoportable con un marido aún más insoportable. Tom (Ryan Eggold) es uno de esos casos en los que tienes dudas de si los guionistas lo hacen vomitivo aposta o es un accidente. Y no hablo de la última parte de la temporada, cuando se destapa el pastel, sino desde el principio. Cada vez que el tío se ponía meloso o le sugería a Lizzie que tuvieran un hijo o que pasaran un fin de semana fuera, daban ganas de cogerle las gafas, tirarlas al suelo y pisotearlas.
Los demás secundarios tampoco son muy destacados: Donald Ressler (Diego Klattenhof, Mike en Homeland) está acartonado y por más que haya un acercamiento progresivo hacia Elizabeth no deja de resultar forzado su papel. Uno de los momentos más emotivos podría haber sido cuando se cargan a su novia retornada, y en cambio pasa sin pena ni gloria. Al menos Meera Malik (Patminder Nagra) es más contundente pese a su metro cincuenta, aunque tampoco es que sea nada relevante. Casi como Harold Cooper (sosísimo Harry Lennix), y este caso es más grave ya que es el jefe. Le adelantan por la derecha la mano ídem de Red, el casi mudo Dembe, y el más secundario aún Aram, el especialista informático del equipo que resuelve los casos de la lista negra.
El realismo, pues, brilla por su ausencia, pero tampoco se lo pedíamos a Castle o a muchas otras series. Su finalidad es otra, y aquí hay un hábil manejo de los hilos argumentales, alternando con eficacia los casos procedimentales (cada capítulo es la caza y captura -o muerte- de un criminal) con la trama de fondo, la que tiene que ver con la relación entre Red y Lizzie, y la de esta con su marido. Esa trama que no acaba con la season finale, donde, después de ver los manejos guionísticos que se han visto, está claro que nada es lo que parece: por más quemaduras que Red muestre, dudo que sea su padre (sería demasiado obvio); al no aparecer el cadáver de Tom, dudo de que esté muerto (por desgracia); y habrá que ver cuál es la identidad de Berlín (hace falta un antagonista poderoso) con respecto a Liz y a Red. Esperemos que la segunda temporada mantenga el nivel.
El realismo, pues, brilla por su ausencia, pero tampoco se lo pedíamos a Castle o a muchas otras series. Su finalidad es otra, y aquí hay un hábil manejo de los hilos argumentales, alternando con eficacia los casos procedimentales (cada capítulo es la caza y captura -o muerte- de un criminal) con la trama de fondo, la que tiene que ver con la relación entre Red y Lizzie, y la de esta con su marido. Esa trama que no acaba con la season finale, donde, después de ver los manejos guionísticos que se han visto, está claro que nada es lo que parece: por más quemaduras que Red muestre, dudo que sea su padre (sería demasiado obvio); al no aparecer el cadáver de Tom, dudo de que esté muerto (por desgracia); y habrá que ver cuál es la identidad de Berlín (hace falta un antagonista poderoso) con respecto a Liz y a Red. Esperemos que la segunda temporada mantenga el nivel.
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