Los hijos de Anansi. Neil Gaiman. Rocabolsillo

(384 páginas. 8,95€. Año de edición: 2008)
Quizá la mayor pega que le puedo poner a este libro es haber leído antes El océano al final del camino. Aunque injusto e ilógico, es inevitable comparar, y claro, lo que el otro libro para mí se ha convertido en uno de mis libros favoritos, este otro en cambio no deja de ser una fábula bien intencionada, más extensa que El océano, pero sin ese inagotable encanto o ese poso tan estupendo que te deja. Pero lo mejor será que deje de establecer referencias, aunque para empezar hay que hablar de algo que tienen en común: el componente fantástico. En seguida vemos que se entrelazan con naturalidad los elementos realistas (la vida londinense de un trabajador cualquiera, una pareja normal y corriente...) con aspectos que empiezan a conformar la mitología de Gaiman, ya que acostumbra a entremezclar a seres humanos con, en este caso, dioses.

Charles Nancy, más conocido por el apodo de Gordo Charlie, es un contable gris en la Agencia Grahame Coats e incluso su compromiso con Rosie es bastante tibio, como indica la voluntad de Rosie de ir virgen al altar. Encima, la señora Noah, la madre de Rosie, está encaminada a ser la "perfecta" suegra, como demuestra entrometiéndose en los preparativos de la boda. Por este motivo, Gordo Charlie llama a Florida, a Callyane Higgler, su vecina de entonces, para ponerse en contacto con su padre, a quien lleva sin ver desde hace bastantes años sobre todo por una razón: su padre siempre le avergonzaba. Esta mujer le referirá la noticia de que su padre ha muerto.

A partir de este hecho, se desencadenarán los acontecimientos, pronto revestidos de la categoría de sorprendentes. Y es que le es revelado que su padre era un dios: Anansi, el dios Araña, el dios africano de las bromas. Pronto se nos intercalarán algunos de los relatos (o canciones, se juega con este concepto desde el inicio: "Esta historia comienza, como casi todas las cosas, con una canción". "Lo importante de las canciones es que son como los cuentos. No significan nada a menos que haya gente que las escuche") protagonizados por él. Y pronto también descubre que tiene un hermano, Araña, que pone patas arribas el mundo de este hombre inseguro, tímido, patoso y conformista. Y que tiene terror escénico, pese a que le gusta mucho cantar. Araña, en cambio, es casi su opuesto: su actitud desenfadada y confiada es un imán para las mujeres y domina cualquier situación. Claro que tener poderes de un dios ayuda a tanta seguridad en sí mismo.

El problema viene cuando Araña se entromete y se hace pasar por Gordo Charlie para ayudarle a superar una tremenda resaca que le lleva a despertar al lado de una chica muy guapa a quien no conoce, Daisy. Ocupa su lugar de trabajo y amenaza a su jefe, la comadreja de Grahame Coats, el personaje más oscuro junto con el enemigo de Anansi, el Tigre. Pero lo peor es que se hace pasar por él también con Rosie, y se enamora de ella.

No hay retratos demasiados complicados ni una trama más allá de la que empuja a Gordo Charlie a querer deshacerse de su travieso hermano, que no se quiere ir pese a que habitualmente su filosofía era ir de un lado a otro en busca de diversión, sin más. Se pone de nuevo en contacto con la señora Higgler, que reúne a sus amigas, una especie de aquelarre formado por la anciana señora Dunwiddy (de 104 años), Zorah Bustamonte y Bella Noles. Remiten un poco a las Hempstock, pero ni punto de comparación. Solo las dos primeras son algo relevantes.

A medida que transcurre el relato, se alternan varios puntos de vista: no sólo los hijos de Anansi, sino también el de Rosie y su madre, el de Daisy (que resulta ser una policía), el de Coats, e incluso el de Maeve Livingstone, una cliente a la que Grahame Coats viene robando desde que vivía su marido y comediante Morris.

Se alternan escenarios reales con otros fantásticos, como el Origen del Mundo, donde Charlie es transportado por las brujas para quitarse de en medio a Araña, y donde pactará con la Mujer Pájaro su marcha. Tendremos un asesinato y la presencia de una duppy (Maeve, pese a que nunca había creído en fantasmas, se convierte en uno, y quiere vengarse de Grahame), y al final todo confluye en la caribeña isla de Saint Andrews.

El tono es ligero y desenfadado y no se toma muy en serio a sí mismo. Si te gustan las moralejas, puedes entresacar una, por ejemplo que es fundamental tener autoestima si quieres derrochar seguridad. Está todo bien entretejido y cumple la función de entretener y el talento de Gaiman se nota en que cuando te quieres dar cuenta te has leído casi trescientas páginas de golpe. Cumple la máxima que se explica en el libro: 
"Los cuentos son como las arañas, tienen largas patas, y como las telarañas, que enredan a los hombres pero resultan preciosas (...) y, del mismo modo que los hilos de una telaraña, están todos conectados uno a uno". 
También se nota en cómo consigue reconciliar los planos reales y fantásticos sin chirriar: 
"¿Qué decís? ¿Queréis saber si Anansi tenía el aspecto de una araña? Pues claro que sí, excepto cuando tenía el aspecto de un hombre. No, nunca cambiaba de forma. La cosa depende sólo de cómo cuentes el cuento. Eso es todo".
Y, por supuesto, en cómo cierra la historia, retomando elementos del principio como las sirenas, el sombrero verde y las propias canciones. Así que lo mismo se convierte en tu libro favorito, si te descuidas porque cada persona tiene un gusto diferente y lo que para mí es El océano para ti lo es Los hijos de Anansi...


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