(FX. Temporada 1. 16/04/2014 - 18/06/2014) |
Suele ser difícil "trasplantar" una obra de arte de una disciplina a otra; contados deben de ser los casos. La película Fargo, de los hermanos Coen, pasa por ser una de sus obras maestras, de modo que la noticia de la realización de la serie se podía tomar con cierto escepticismo. Hasta que llegas a ese magnífico episodio 1, The crocodile`s dilema, y se te resuelven las dudas de un plumazo: la serie está muy bien hecha, los personajes son una maravilla y se cuidan los detalles al máximo. Sólo hace faltan tres letreros anunciando que lo narrado está basado en la realidad y las cinco letras de esta ficción para entrar en situación (la música también ayuda). Felicitaciones, pues, a Noah Hawley. Da miedo pensar en una segunda temporada y espero que sea tipo True Detective, con personajes independientes, porque lo que se nos ha contado aquí ha quedado muy bien cerrado, pero Hawley tiene el crédito suficiente para intentar lo que le dé la gana.
¿Qué se nos cuenta? Un triste vendedor de seguros, Lester Nygaard (magistral Martin Freeman), podría ser la definición perfecta del perdedor: malvive en su trabajo, es un cobarde, su esposa apenas le respeta... Se encuentra con Sam Hess, que le hizo la vida imposible en el instituto, acompañado de sus dos hijos, y se rompe la nariz impulsado por el miedo. En el hospital, coincide (las coincidencias son uno de los motores o lemas de la acción) con Lorne Malvo (qué decir de Billy Bob Thorton), un asesino a sueldo que acaba de tener un accidente al cruzársele un alce cuando llevaba en su maletero a un tipo en calzones; al enterarse de lo que le ha pasado, le propone asesinar a su matón. Y de hecho, lo lleva a cabo. Aunque al principio Lester se horroriza, en el fondo supone para él un revulsivo. De hecho, ante la enésima regañina de su esposa, este se harta y la asesina con un martillo. Luego llama a Lorne que le ayude, pero justo en ese momento aparece el jefe de policía, Vern, cuya esposa está embarazada. Lorne se lo carga.
Lester consigue que su antiguo compañero de instituto, Bill (los mismos parabienes para Bob Odenkirk, ¡better call Saul!), crea su versión, amparado sobre todo en esa visión lamentable que tiene todo el mundo de él, a pesar de que Molly Solverson (genial también Allison Tolman), la ayudante del jefe, la única policía con dos dedos de frente en el departamento de Bemidji (Minnesota), no termina de creerse su versión y ve que hay muchos cabos sueltos, sobre todo porque está segura de que Lester ha entrado en contacto con un desconocido que podría estar contratado por el hombre de los seguros.
A este planteamiento que podría hallar ecos con Extraños en un tren o Un crimen perfecto, hay que añadirle esa ambientación invernal de un pueblecito tranquilo y perdido de Minnesota, y esa mezcla tan curiosa entre tragedia y dosis de humor. Por ejemplo, Lorne Malvo, que podría inspirar un terror tremendo (similar al de Anton Chigurh en No es país para viejos, llevada al cine por los Coen, productores ejecutivos de la serie), como el que le produce a Gus Grimly (Colin Hanks, también estupendo) cuando se lo encuentra en un control policial, termina por resultar hasta curioso, entre ese flequillo y esa tendencia suya a ser un cabronazo sólo por ese gusto por ser malévolo (como cuando asusta a los hijos del hombre que ha comprado la casa de Lester).
La resolución del intrincado caso y la intriga policial se juntan con la evolución de los personajes (la palma se la lleva Lester, que me ha recordado un montón a Walter White, aunque en este caso el envilecimiento no tiene otra justificación que el egoísmo) y las ramificaciones que van tomando las diversas acciones de todos. El planteamiento es brillante, pero el desarrollo tiene momentos sublimes, como cuando el agente exterminador de Lorne va en busca de venganza por el intento de acabar con él por parte de un grupo mafioso que estaba relacionado con Sam y se carga a 22 personas. Apenas lo oímos porque se nos pone enfrente el muro del edificio donde ocurren los hechos (hechos que el par de agentes del FBI casi ni se enteran hasta que un tío cae por la ventana). Detalles como este, como el de la lavadora del sótano de Lester (un capítulo empieza por la fabricación de la lavadora), como algunos inicios (como el flashback de Milos), como la escena de la nieve y la persecución de Molly y el tiro que recibe por error de Gus, o la lluvia de truchas, o la ejecución por parte de la policía al monitor de gimnasio bronceado de Gina, la mujer de Sam (otro de los momentazos, cuando Lester se la pule por detrás), o los acertijos que se cuentan (como el del zorro, el conejo y la col, o el del color verde), conforman un todo que se cierra de una forma estupenda.
Por ejemplo, el salto de un año en el capítulo 8 me parece perfecto, con la continuidad de una llamada telefónica entre Gus y Molly. Un barrido de cámara y vemos que Gus ha dejado de ser poli para pasar a ser cartero, a Molly embarazada y siendo llamada mamá por la hija de Gus, Greta (Joey King, que tiene el mérito de que incluso una niña en una serie no resulte cargante). El caso había quedado "resuelto" gracias a la maniobra del hospital de Lester, que consigue endosar el asesinato a su hermano Chaz (que se lo había ganado a pulso por repulsivo y amante de las armas).
¿Qué es de Lester? Se ha vuelto a casar, con su compañera Linda (qué triste sino el suyo, ser engañada por este manipulador que tiene las santas narices -rotas en el episodio 1 y en el 10- de ponerle su abrigo naranja para cerciorarse de que Lorne está detrás de él), y está siendo homenajeado en Las Vegas al haber sido el vendedor de seguros del 2007. Su peinado y su look han mejorado, todo gracias al a confianza en sí mismo que ya se había esbozado desde aquella sonrisa que finalizaba uno de los capítulos centrales. Todo podría haber quedado ahí, pero resulta que (oh, casualidades) reconoce a Lorne Malvo, pese al radical cambio de aspecto del asesino, que ahora luce un cabello gris bien recortado y unos modales mucho más sociales. La escena del ascensor es impagable...
Añadamos a todo lo anterior que los secundarios contribuyen a redondear esta obra maestra: el sobrio Lou Solverson (Keith Carradine), el padre de Molly, ex policía y ahora regentando un bar; la hilarante pareja de asesinos a sueldo que van tras el asesino de Sam, uno el compañero de piso loco de Chandler en Friends (Adam Golberg) y otro un sordo (qué risas con su peculiar lenguaje de señas); la extraña pareja de agentes del FBI, Pepper y Budge (que aportan la reflexión metafísica de que todo lo que ocurre es un sueño); o el magnate de los supermercados, Stavros Milos (Oliver Platt, necesitaba quitarme de encima su imagen en The big C), cuya resolución, por cierto, queda un poco desdibujada porque esconde el millón de dólares y Lorne no se acerca a reclamarlo...
Diez episodios en los que apenas sobra nada, salvo una genialidad en casi todos los sentidos. Altamente recomendable y disfrutable.
Comentarios