(FX. 13 episodios: 27/02/14 - 22/05/14) |
Contiene spoilers
Lo mejor que se puede decir de esta serie es que ha mantenido el nivel de la primera temporada, algo no tan sencillo como parece. Las aventuras de Elizabeth y Philip han vuelto a sucederse y por todo lo alto, con un tono en general bastante notable, sin picos excesivamente relevantes ni para bien ni para mal, sin recurrir a trucos efectistas ni aburrir con tramas insulsas. Algo así como una cocción a fuego medio para que todo esté en su punto.
Esta serie tan peculiar cuyos héroes son dos espías rusos conviviendo como si fueran americanos sigue mostrando el desafío de que el espectador medio de Estados Unidos se ponga por primera vez en su historia reciente a favor de los rusos (¿o es que alguien quiere que estos dos miembros del KGB sean descubiertos?). El riesgo, por tanto, es notable, y en ese sentido el órdago de los guionistas mantiene su pulso, pulso que, paradójicamente, quien más ha desafiado ha sido su hija Paige desde dentro.
Recordemos que estos rusos viven como una familia americana cualquiera, y que sus hijos son plenamente americanos. Así que cuando le llega el momento rebelde a la mayor (una rebeldía que gira en torno a un grupo de jóvenes católicos, para espanto de Elizabeth, la más comunista de los dos), la solución a los problemas no es tan "sencilla" como asesinar a alguien o conseguir los planos ultrasecretos del gobierno de EEUU. ¿Cómo efectuar la transición a la vida adulta de personas que han sido engañados desde su nacimiento? El matrimonio amigo de los Connors es el espejo perfecto para los Jennings, aunque cuando son asesinados en ese brutal final de episodio lo primordial es asegurarse del bienestar de sus hijos.
En torno a ese eje se construye lo principal de la temporada, además de ver que el contraespionaje se centra en el arma del futuro: Arpanet, el precedente de Internet. Uno de los activos de nuestros espías, Andrew Larrick (Lee Tergesen, es curioso que le recuerde de una serie de los noventa, Una chica explosiva, el hermano tocapelotas de uno de los dos frikis, algo que le restaba credibilidad como personaje), un marine asesino, será uno de los peligros principales (peligro no demasiado bien resuelto en el último episodio para mi gusto).
Kate (Wrenn Schimidt) reemplazará a Claudia como enlace con la embajada rusa y este reemplazo es una pérdida, pues la Martindale le daba a su personaje unos matices que la rubia y tibia no tiene, no sé si por deméritos actorales o porque no han sabido desarrollar más a este personaje. Me inclino por lo segundo, puesto que algunos secundarios han sido infrautilizados: además del desaprovechamiento de Kate y Claudia, la activista sudamericana Lucia (Aimee Carrero) podría haber dado más juego.
Por esto mismo, una de las sorpresas finales en torno al hijo de los Connors, Jared, que estaba vinculado a Kate (algo que descubre Elizabeth en los episodios finales), queda un poco diluida, con lo que el efecto no es tan devastador como podría haber sido. Para acabar con los Jennings, la propuesta (orden más bien) que Claudia les transmite va en el mismo sentido: necesitan una segunda fase dentro del proceso de espionaje en suelo americano, y eso dependerá de la siguiente generación, con rusos que sean americanos nacidos allí. De modo que Paige, después de la lata que ha dado en torno a conocer la verdad, tendrá que enfrentarse con las respuestas que se le hurtaban. Un planteamiento inteligente, sobre todo porque yo pensaba que las líneas a seguir serían que el fanatismo comunista decaería y se pasarían al lado capitalista. ¿Se pondrán de acuerdo Elizabeth y Philip en obedecer estas órdenes, o por el contrario se rebelarán y buscarán para Paige y Henry otra salida menos peligrosa?
Por otra parte, la trama en torno a Stan (el personaje más endeble del elenco protagonista) y Nina incluye matices nuevos: por una parte, Sandra encuentra refugio sentimental en torno a otros brazos (brazos que no aparecen, la rubia seguramente desaparezca de la nómina de la tercera temporada) y en la órbita de Nina aparece el que ha sido el personaje nuevo más destacado e interesante: Oleg Burov (Costa Ronin), que de una amenaza para Nina pasa a ser su aliado y amante, con lo que el juego con Stan cabe calificarse no ya de doble juego, sino de triple. Una espía en toda regla, aunque lo cierto es que todo se debe a la supervivencia de la pobre morena, que da más pena que la incauta de Martha, también un poco escorada en el desarrollo de la temporada.
Lo mejor, sin duda, es que el final abre nuevas vías para una tercera temporada, con lo que los arcos argumentales pueden aún enriquecerse. En vez de estancarse repitiendo temas de la primera temporada como las diferencias matrimoniales y sentimentales entre Philip y Elizabeth, han conseguido reinventarse y ofrecer nuevos puntos de vista. No estamos ante una serie sobresaliente, pero el notable es más que alto.
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