(120 páginas. 8,80€. Año de edición: 2013) |
Esta breve novelita de caballerías, rescatada ni más ni menos que por J.R.R. Tolkien como nos dice Luis Alberto de Cuenca en su magnífico prólogo (en el que se nos cuenta también que era una composición en verso siguiendo el modelo aliterativo, como un juego con las consonantes), encierra una excelente visión de este tipo de libros tan en boga en el momento. No sólo por ofrecernos una pincelada del mundo artúrico, siempre tan referenciado y dotado de un aura especial por aquello de la Tabla Redonda, sino por componer un retrato perfecto de la época: las costumbres, la religión, la visión del amor cortés...
El argumento, aunque simple, es espectacular: el día de Año Nuevo, antes de empezar el banquete (referido con todo lujo de detalles) y casi como respuesta de la petición del rey Arturo de querer una historia fantástica, aparece un caballero ataviado por completo de verde, al igual que su caballo. Y exige un reto para demostrar la valía de los caballeros de la corte más famosa de todos los tiempos: quiere que le den un golpe con su hacha a condición de responderle al cabo de un año. El sobrino de Arturo, sir Gawain, toma el honor de librar a su tío y rey de descargar dicho golpe y aunque le corta la cabeza con su certero mandoble, el caballero verde recoge su cabeza y la cabeza la emplaza para dentro de un año.
En noviembre, como caballero de palabra que es, sir Gawain va en busca del misterioso caballero, pese a que solo sabe que tiene que encontrar la capilla verde. Recorre millas y millas y se enfrenta a dragones y todo tipo de enemigos (esto referido un poco por encima), hasta que llega a un castillo donde le reciben a lo grande. El señor del castillo le toma mucho aprecio y al mismo tiempo que le tranquiliza en el sentido de que le dirá dónde está esa capilla que busca, le agasaja con todo tipo de atenciones.
Y tiene lugar el segundo juego de la novela, lo que podría ser el segundo pico de interés de la obra: como el señor se va a cazar, le propone que le dará todo lo que consiga a cambio de lo que sir Gawain reciba en el castillo. Y es complicado porque lo que recibe sobre todo son las atenciones de la bellísima mujer de este señor, prendada del famoso caballero de la Tabla Redonda. En un juego complicado de vasallaje y una demostración de lo que era el amor cortés (te respeto, te sirvo, te declaro mi dama, pero no pasemos de ahí) y las leyes caballerescas, apenas pasan de castos besos pese a que las insinuaciones de la mujer son evidentes.
Al final, todo se trataba de una prueba para demostrar la valía de este caballero y queda el asunto de la devolución del hachazo en un leve corte a causa de la leve falta de haberse quedado con el cinto que la mujer le había entregado el tercer día de requiebros (está presente, pues, esta estructura tan típica de los relatos folclóricos, de pasar por tres pruebas), y no como una demostración de amor, sino porque había pensado que le podría proteger.
En definitiva, se trata de una obra ligera pero muy bien escrita (y muy bien descrita) que cumple el objetivo de acercar el universo medieval. Por tanto, es una obra muy recomendable para los alumnos de 3º de la ESO, a los que podemos indigestar con lecturas del Mío Cid, El Conde Lucanor, La Celestina y similares, cuando podemos acudir a otro tipo de obras que pueden ser entretenidas y al mismo tiempo didácticas.
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